domingo, mayo 24, 2009

El abuelo

No sé si habrá muchos hombres en el mundo que puedan morir con la dicha de haber visto cumplido su sueño. Con la sonrisa presta, el corazón sosegado, la memoria reconfortada por los recuerdos de la utopía hecha carne una tarde de tinta y oro, con sol y moscas, con horario y con fecha en el calendario.

Lo dudo. Porque lo dejó bien clarito Jardiel Poncela, que "En la vida humana sólo unos pocos sueños se cumplen; la gran mayoría de los sueños se roncan". Y el suyo no sólo se cumplió, sino que se convirtió en el sueño bendito, en la bendita gloria, en la utopía perfecta, en la ilusión reeditada, en la emoción revivida, de cientos de miles de almas que, gracias a su tesón, pudieron descubrir una tarde cualquiera, una tarde de sol y moscas, o de diluvio, o de aire, o de sombra, qué más da, pero descubrieron, al fin, la pureza, la esencia, la pasión más íntima del toreo, ese no sé qué que te deja la respiración contenida y, al mismo tiempo, te colma de paz, y te abre las puertas de la vida en el quicio mismo de la muerte...

Celestino se ha ido. Pero ha cumplido su sueño. Su nieto es figura del toreo. No. Más. Su nieto es torero de gloria, esencia, dolor, pasión, pureza, misterio... Y su sueño es, hoy más que nunca, nuestra ilusión cumplida.

Gracias. Y, donde quiera que esté, siga usted soñando. No se olvide. Su sueño es nuestra gloria.

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