martes, mayo 27, 2008

Un Trincherazo de arte

Recuerdo un trincherazo que me hizo estremecerme. Fue sólo un trincherazo. Nada más. Una especie de doblez de la muleta contra la pierna contraria a la embestida del toro, pero una doblez en forma de caricia, un movimiento grácil y sereno, pleno de temple, bordado en terciopelo suave y cándido.

No es que fuera lo único memorable de la faena, pero sí fue el momento que recuerdo, que tengo grabado en mi memoria y que, de cuando en cuando, reaparece entre mis neuronas para recordarme dónde están los orígenes de esta carrera de la que a veces despotrico.

Por eso sé que, muchas veces, un trincherazo no es un adorno más, un recurso efectista, un detalle cualquiera en el grueso de una faena; no, en ocasiones, un trincherazo vale por una faena entera. Es lo que sucede con el programa que se reestrenó ayer en Canal Norte Televisión. Sí, volvió El Trincherazo. Volvieron Teófilo Sanz y Manuel Durán. Y lo hicieron para quedarse. Dos lunes al mes, de 20.15 a 21.30.

No pude ver la reentré, porque vivir unos cuantos pueblos más allá hace imposible sintonizar con tan gran muletazo, pero seguro que no me equivoco si afirmo que fue de arte. Y que los aficionados lo agradecieron. Y que lo agradecerán con su fidelidad.

De modo que, toreros, "que Dios reparta suerte".

lunes, mayo 26, 2008

Los hombres de mi almohada. El polvo con derecho a amigo


El primer día que lo vi me pareció un gañán. En mi descargo diré que lo vi de lejos y con un jersey de cuello alto que parecía hecho para un pastor de ovejas del siglo XIX, sólo que sin zurrón. Le faltaba la boina para dar la imagen de un cateto en toda regla.

El segundo día me resultó un poco más interesante. No mucho, porque tenía voz y ademanes de jornalero desleído, pero a mí los hombres rústicos siempre me han atraído, pues supongo que en el fondo yo no soy ninguna señorita bien y, si protagonizase el cuento de la Cenicienta, nunca pasaría de fregotear y viajar en calabaza.

Unos días más tarde del primer día, el rústico reconvertido debió de insinuarse con una sugerente sonrisa, que me ponen, y de qué manera, pues dejé de fijarme en la voz y empecé a bajar la vista de la boca a la garganta y de ahí, a los pectorales, que imaginé modelados a golpe de tandas y tandas de abdominales.

Estuvimos a punto de caramelo unas cuantas veces, pero aquello no cuajó y yo terminé por echarme un novio más rústico y menos cachas que el susodicho, así que hubo que esperar algo así como año y medio -que fue lo que duró mi mayor pérdida de tiempo con nombre propio de varón- para consumar el primero de los pocos polvos que nos unen.

Porque desde entonces no nos une otra cosa. Ni una cena, ni una charla, ni un paseo, ni un cine, ni una copa. Qué va. Unos pocos polvos. Muy estimulantes, eso sí. Tanto, que ahora, cada vez que surge la idea de vernos, los dos vamos al grano: yo me depilo, él prepara los condones y yo le ayudo en la labor sin que se entere, no vaya a ser que, a la hora de la verdad, este polvo con derecho a amigo se convierta en un casi amigo sin derecho a nada. Pues, para qué engañarnos, aunque nos colguemos la etiqueta de amistad, ni de coña ha habido, ni habrá, otra cosa que no sea cama. Ni siquiera esmero por que al postre le preceda una buena cena.

Foto: fotograma de Lucía y el sexo, de Julio Medem.

viernes, mayo 23, 2008

Adicta al Sexo

Sí, señores. Y señoras. O señoritas. O lo que sea. Soy adicta al Sexo. Y lo reconozco. He tardado en darme cuenta de ello, pero ya saben eso de que si la dicha es buena no hay demoras que valgan en la disculpa. O algo así.

Pero ojo: maticemos. Que las teclas las carga el diablo -y no precisamente el que viste de Prada- y luego tengo disgustos por malas interpretaciones. Mi adicción es al Sexo, así, con mayúsculas, y no en cualquier sitio, sino más bien en Nueva York.

Me enganché tarde. Tan tarde, que aún voy por la primera temporada y ruego a Dios por que alguien se apiade de mi alma y para mi cercano cumpleaños -voy lanzando las redes y las jaculatorias como puedo, sí, es verdad- me regale toooooooooodos los capítulos que me faltan -en este punto, no caeré en la trampa de hacer elogio de la piratería, no vaya a ser que me cierren el blog y me hagan cautiva de un gran multazo que, aviso, no podré pagar, pero sé que mis lectores son buenos entendedores... ¿a que sí, Musa?-.

Mas, aunque llegase tarde, creo haber descubierto el motivo por el que Carrie y sus amigas han enganchado a tantas miles de mujeres en todo el mundo: porque sus problemas y vicisitudes con el sexo contrario -o sea, con los hombres-, son de lo más real y nos suceden a más de las que quisiéramos, por muy rocambolescas que parezcan. Y eso de pensar que hasta las guapas, inteligentes y liberadas se las ven y se las desean para encontrar algo que merezca la pena en este mercado que tan mal está, consuela. Y mucho.

Habrá que esperar hasta agosto para poder recrearse con la película en un sillón de estos incómodos del cine, pero eso sí, con pantalla enorme y sonido surround. Mientras, intentaré empollarme lo que me queda de serie -o sea, casi todo-, para entender cada punto y cada coma del guión del largometraje.

Ah, y me empollaré también el tráiler, que, de momento, es con lo que nos podemos consolar -si dejamos a un lado, claro está, otros tipos de consuelo-.


jueves, mayo 22, 2008

Corpus Christi

Hoy es un día grande. Repican las campanas, las calles cambian adoquines por flores y altares enmarcados en rica puntilla blanca y de los balcones cuelgan mantones de mil colores sobre los que mujeres ataviadas con esmero ven pasar las procesiones de este jueves que, según decían los antiguos, "reluce más que el sol".

Es Corpus Christi. En Sevilla se engalanan los seises y bailan en la catedral. No es Semana Santa, pero las calles huelen de nuevo a incienso y todas las terrazas lucen de nuevo orgullosas sus mejores telas para festejar que el Señor está en la calle.

La ciudad, una vez más, es diferente.

Y, una vez más, cierro los ojos al oír las campanas para creerme que estoy allí, que oigo el murmullo del río, que me acaricia los párpados una luz diferente, mucho más cálida, y que, al atardecer, voy a contemplar las luces de mi Sevilla desde el refugio eterno del duende trianero.

Foto: "giralda-corpus", por MeiKer, en Flickr.

martes, mayo 20, 2008

Un nuevo descubrimiento

Llevo unos días sin escribir, y no es por falta de temas, ni de tiempo. Tampoco por falta de ganas. No sé muy bien por qué. Tampoco es que quiera estropearme la manicura casera que me regalé el viernes, ni me termino de creer que la astenia que menciona mi doctora se haya apoderado, más que de mi cuerpo, de mi alma desgastada. Para ser más exactos, diría que, más que de astenia, sufro de abulia, y eso es más preocupante, porque no se cura con el fin de la primavera ni con pastillitas de colores: es un estado vital que me persigue desde hace tiempo y, como he perdido la sana costumbre de ir al gimnasio -¿alguna vez pasó de arrebato?-, no corro lo suficiente como para que no me alcance.

En fin: como lo último que pretendo es darme pena a mí misma -y mucho menos al prójimo, líbreme Dios-, diré que en estos tres días de vagancia suprema no sólo he planchado la montaña de ropa que amenazaba con desplomarse sobre mí nada más abrir la puerta del armario: también he hecho algún que otro descubrimiento que, como no soy nada egoísta, compartiré con quienes aún se atreven a leerme.

Se trata de Documentación, el blog de cabecera de Juan Miguel Sánchez Vigil en el que pueden encontrarse, cada día, las mejores fotos de una de las artistas más laureadas en esto del objetivo -al menos en lo taurino-: Paloma Aguilar.

Podría decir muchas cosas de los dos, pero no diré nada, porque luego se me acusa de favoritismos y de falta de objetividad, y como ya tengo muchas acusaciones pendientes y pocas esperanzas de que resista mi defensa, dejaré al buen juicio del lector que lo tenga la valoración de este espacio de lujo.

viernes, mayo 16, 2008

Reencuentros en una nueva fase

No me dio tiempo a hacerme el traje de chulapa. No hubo pañuelo blanco en el pelo, ni clavel reventón sobre la frente. Ni volantes, ni jaretas, ni mantón de Manila.

Pero sí viví San Isidro con intensidad. Primero, saludos con la gente de El Cid, que da gusto con ellos, oyes, que son canela pura. Después, tertulia en el Asador Donostiarra, que hay que ver lo divertida que la hacen Moncholi y Mario. Y lo bien que nos alimenta don Pedro Ábrego. Más tarde, nueva ronda de saludos en la plaza: Carmen Segovia, contenta tras superar con nota el difícil examen isidril; Castander y Marisa, con Alvarito, haciendo afición, como ha de ser; Carmen y Sandra, emocionada ante su primer acercamiento a la fiesta que es la Fiesta; Olga, siempre atenta a mil llamadas, a doscientos besos, a quinientas preguntas, a decenas de compromisos... y siempre con una sonrisa sincera en los labios; y uno de los saludos que más me ilusionaron, quizá porque era el menos esperado: el de Óscar, el mejor enlacero del mundo mundial.

Con técnico de tan gran altura -y más alto corazón-, ¿cómo no va a salir bien una retransmisión?
(Lo de que salió bien me lo asegura Virginia, siempre al quite y cada día con los ojos más brillantes, que vio por Telemadrid el faenón de El Cid y la mala fortuna de Talavante, al que habrá que seguir esperando, al menos hasta el día 30).

jueves, mayo 15, 2008

400

Los números redondos pueden tener picos, pero merecen fiesta aparte. Al menos según la costumbre. No importa la primera de las cifras, pues lo que cuenta es el cero o el cinco que se le adosa detrás. Y si son varios ceros y pocos cincos, mejor.

En la categoría de números festejables, las centenas tienen trato de favor. Los millares, más, pero es que abundan poco. Las decenas, en cambio, están infravaloradas porque las cumple cualquiera.

Luego están, más allá del cero, los cuartos de centena. O sea, el veinticinco, el cincuenta -que merece mención aparte, pues además de cinco viste cero- y el setenta y cinco. Es lo que llaman bodas de plata, de oro y de platino. Y tal como avanzan las estadísticas de divorcio, las de plata ya son un logro en toda regla.

Yo, la verdad, no me fijé en los datos de la página de entrada de este blog cuando el contador marcó las cien, las doscientas o las trescientas entradas. Pero sí llevo días pensando que después de la 397 llega la 398, luego la 399 y después, el número redondo, con picos, pero redondo: el 400.

Por eso ayer me dio grima escribir. Más que grima, miedo. Por no estar a la altura de la situación, que es decir poco, porque la situación no dejo de ser yo misma y altura, lo que se dice altura, tengo poca.

Pero digo yo que no voy a dejar de escribir el post de las cuatro centenas por miedo. Y menos por miedo a un botijín como la que suscribe. Tampoco es que vaya a comprar pasteles para celebrarlo, que la Operación Bikini empieza a dar sus frutos y no es cuestión de cagarla por un par de ceros con un cuatro delante.

Puestos a celebrar, elegiría, por ejemplo, un trapito nuevo. O unos zapatos. O un bolso. O las tres cosas. Sí, las tres cosas. Trapo, zapatos y bolso. Y viaje, ya de paso. Que los estrenos saben mejor cuando llegan en plena tourné.

Por cierto: lo escribo al final, pero no es por ello menos importante. Al revés: no sólo no es lo de menos, sino que es lo demás. Gracias por estar ahí. Por aguantarme cuatrocientas rayaduras y estar dispuestos a seguir aguantando. No sé si otras cuatrocientas más o solamente cuatro, pero por aguantarme.

Por eso, porque estáis, os regalo una cancioncita que tenía medio olvidada.

Buen día. Aunque sea quince.




Beth, "Estás".

martes, mayo 13, 2008

Hoy hace 55 años

Unos las firman y otros las torean. Y, a veces, triunfan. Que, aunque uno sea segundo suplente, si la suerte le sonríe, no hay más que hablar. Siempre y cuando haya maestría de por medio, claro está. Fue lo que sucedió el 13 de mayo de 1953 con Rafael Ortega. El veterano diestro gaditano hizo el paseíllo en Las Ventas para sustituir a Pedrés, que a su vez había de sustituir a Ordóñez, y Ortega, que dio una auténtica lección de la suerte suprema, cortó las dos orejas de su segundo, en presencia de Julio Aparicio y Antoñete, que confirmó su alternativa con toros de Alipio Pérez Tabernero.

Según las crónicas de la época, fue la de Ortega una faena con sabor añejo: “ha matado un toro en la suerte impecable de recibir como no se ha matado otro en lo que va de siglo”, según escribió Alardi en El Alcázar, para quien el diestro gaditano enseñó al respetable a “saborear qué es eso de matar ‘un toro como los ángeles’, como decían los críticos antañones”. Ahora bien, no todo quedó en la espada, pues todo ello “no fue nada si lo comparamos con el estilo, el señorío, la verdad y el valor con que toreó de capa y muleta al toro de tan sensacional triunfo”.

El mismo argumento emplea Giraldillo para ponderar la actuación de Rafael Ortega en ABC: “nos asombra con una estocada de la primera mitad del siglo pasado, cuando todavía Lagartijo no había inventado la trampa de la media estocada, que luego había de tenerse como cosa meritoria, que así cambian los criterios al correr de los años. Pues, sí; de la primera mitad del siglo XIX fue la estocada que, recibiendo, dio Ortega. Claro que, como estamos en la primera mitad del XX, el toro no había tomado más que dos varas. Pero quizá en eso estuvo la vista del torero: en conservar el brío de la res para que llegase al cite final con la fuerza suficiente para clavarse el estoque que estaba en tan valerosa mano”.

Clarito, crítico de Informaciones, coincide con sus compañeros, y resume así la faena triunfal del diestro de la Isla de San Fernando: “Ortega, después de unas apretadas gaoneras —en las que fue derribado, y no se amilanó—, hizo una faena valerosísima sobre la mano izquierda y mató clásicamente a volapié. Como ha mucho que no se ve matar, o como ya se ve muy raramente”.

Han pasado más de cincuenta años desde que se publicaron estas líneas, pero algunos de los argumentos que en ellas pueden leerse no han perdido un ápice de vigencia. Como la melancolía por la suerte de matar recibiendo.

Trece de mayo

Sí, lo reconozco. Y no me pienso sonrojar por ello. Me gusta la copla. Me traslada a un tiempo en el que los hombres se vestían por los pies y se llevaba la mujer-mujer, sin recauchutar, consciente de su poderío, del efecto que causaba la caída de sus pestañas en aquellos que tenía enfrente -y causaba efecto, entre otras cosas, porque antes se miraba más a los ojos. O eso creo-, valiente ante el amor, torera en la pasión, firme para querer y sentir, aunque fuera a escondidas, en un mundo que no se lo ponía fácil.

Me gusta la copla y me gusta, y mucho, la que lleva por título la fecha de hoy. Trece de mayo... "Ay 13, 13 de mayo... clarín de amor y de olvido... por la sangre me corrió un toro de escalofrío que dejó mi alma clavada en la plaza del suspiro...".



Lola Flores, "Trece de mayo" (León/Solano).

domingo, mayo 11, 2008

El tiempo del amor

"El amor hace pasar el tiempo y el tiempo hace pasar el amor". Buen proverbio chino para empezar una mañana llorona de domingo.

Que conste que la que llora no soy yo. Es el ambiente. Una nube perpetua que lleva instalada en lo alto desde hace un par de días y no se decide a descargar en condiciones ni a marcharse por donde vino. Porque, digo yo, si no piensa ejercer, ¿qué coño pinta? ¿De atrezo? Pues prefiero un patio con naranjos bañado por el sol.

La cita aparece en la contraportada de una edición de los Nuevos cuentos de amor de Hesse, que gentilmente me brinda Emi con la sana intención de facilitarme el parto de la entrada dominical.

Montera en mano, también me ofrece un suculento aperitivo del selecto piscolabis cultural de El País:

No creo que se parezcan. Todas las aproximaciones y los vínculos entre poesía y toreo palidecen ante lo que supone el encuentro, una vez y otra, del torero con la muerte. Toda esa mezcla de gravedad y ligereza, la suspensión del tiempo, la belleza emocionante y antiquísima haciéndose cada vez de una forma nueva, la búsqueda continua de lo inefable, la música interior, el enfrentamiento entre una inteligencia vulnerable y una energía descomunal de resonancia atávica, todas esas aproximaciones que pueden servir igualmente para definir a la poesía y al toreo se debilitan ante la posibilidad de morir de verdad en cada intento y ante el ejercicio hermoso, brutal, delicado y continuo de la muerte que tiene lugar cada tarde de feria en una plaza.

Luis Muñoz, "Poesía y toreo".

Cualquiera se anima ahora a darle a la tecla. Ni para comentar la corrida de Peñajara que ayer se le fue a la terna ni para hablar del tiempo del amor. Y mucho menos de lo segundo. Que para el amor ya no tengo tiempo.

Covi también estrena casa


Igual que Rosa, Covi también tiene nuevo blog con motivo del maratón isidril.

Es un lujazo ver los toros desde su Andanada del 9. Con esa pluma tan elegante, tan sugerente, tan... tan auténtica.

¿Quién iba a querer una barrera del 10 teniendo este refugio covadonguiano?

sábado, mayo 10, 2008

Una noche con Sabina

Ayer tocó vida cultureta. Primero, libros. Después, crónicas. Toda la tarde en la Hemeroteca Nacional. Desesperada por la de trámites que hay que hacer para consultar una puñetera página de un periódico. Y cuando la página en cuestión se multiplica por cincuenta, mis nervios se desatan y no me como al funcionario de turno porque estoy a dieta.

Menos mal que luego llegó la sesión de cine y, con ella, el relax.

Se presentaba en Documentamadrid, el Festival Internacional de Documentales de Madrid, Joaquín Sabina-19 días y 500 noches, la película de Ramon Gieling sobre el genial artista de Úbeda. Esperaba pasar un buen rato, pero la cinta me deparó algo más que eso. Aunque no soy experta en cine, me pareció un documental muy bien estructurado y técnicamente cuidado, con un guión más que interesante y un montaje digno de tener en cuenta.

Ahora bien, lo mejor, tres "actuaciones". Tres testimonios en torno a Sabina y las vivencias que provocan sus canciones: Talavante, Morente y una empleada de banca que tuvo el arrojo de decirle a Sabina en un restaurante "Eh, tú, eres un rojo de mierda, pero tengo todos tus putos discos". Y digo yo que después se harían amigos, porque, si no, no sé qué pintaba la susodicha en el documental. Y en la sala.

Si mis informaciones no me fallan, la película se estrenará en septiembre y se podrá disfrutar en las salas de cine. También se comercializarán dvd. Yo no me la pienso perder. Otra vez.



P.D.: Ah, y después del cine, tocó fotografía. Tenía una deuda con la exposición de Juan Pelegrín en Patas Chico y no me decepcionó. Impresionante una foto de Agustín de Espartinas. Bueno, de él no. De su mano y su montera. Y de una virgen protectora dentro de ella. Impresionante.

El Rocío, desde lejos


Llueve. Sobre mojado, pero poco. Las nubes no dejan ver la claridad. Ni un solo rayo de sol tiene agallas para luchar contra este día gris. Plomizo.

Estoy destemplada y con el alma en otro sitio. La cabeza, también. Vacía de neuronas y llenita de arena.

No es una arena cualquiera. La piso y no me hundo. La piso y parece que voy a un palmo de ella. Como si me diera alas. Como si me hiciera sentir que, aunque cueste hacer el camino, llegar al final tiene su recompensa.

Y no es sólo verla a Ella. Y no es la juerga. No son las guitarras, ni las palmas, ni los bailes, ni las mantas junto a la candela, ni los volantes, ni las flores en el pelo, ni los botos, ni las carretas. No es la fiesta. Es mi esperanza.

Es el vello erizado. Es una pestaña humedecida. Son recuerdos de estampas que jamás sucedieron, sueños de caricias que nunca recorrerán la piel con olor a romero, promesas que no se cumplieron y juramentos que no se pronuncian para que no se cometa el pecado supremo de echarlos en el saco roto del olvido.

Es el Rocío.

El que nunca tuve. Sólo en sueños.

Y el que nunca tendré. Porque los sueños no se cumplen. Al menos no los que se sueñan tanto. Y tan nítidos.

Foto: "El Rocío", por Ramón L. Pérez, en Flickr.

viernes, mayo 09, 2008

Citas ajenas

La frase que Proverbia deja hoy en mi buzón viene que ni pintada para refrendar mi último post:

"No está mal ser bella; lo que está mal es la obligación de serlo". Susan Sontag.

Esto es un argumento de autoridad y lo demás, chuflerías.

miércoles, mayo 07, 2008

En busca de la mujer perfecta

"A partir de este momento voy a hacerlo todo bien".

A partir de este momento. A partir de ahora, de este mismo instante, voy a ser mejor. Voy a estudiar más. Voy a dejar recogida la habitación antes de irme a dormir. Voy a lavarme los dientes durante cinco minutos, uno detrás de otro. Y luego, con el paso del tiempo, voy a leer libros más constructivos. Y el periódico completo. Y voy a echarme potingues en la cara y en las cartucheras. Y voy a dejar la cocina en perfecto estado de revista. Y a prepararme la ropa del día siguiente.

A partir de este momento. A partir de ahora, de este mismo instante, voy a hacer las cosas bien.

Me recuerdo a mí misma repitiendo esta cantinela desde que era una enana -de edad, se entiende, que de estatura sigo siendo más bien canija; de hueso ancho, eso sí (o al menos ese es mi consuelo cuando me subo a la báscula y no cede más que hacia arriba, la muy cerda), pero canija-. "Voy a hacer las cosas bien", "tengo que hacer las cosas bien", "voy a esforzarme más", "tengo que entretenerme menos". Voy a. Tengo que.

¿ Voy a qué? ¿Qué? ¿Cumplir con el papel que se me asignó desde fuera? ¿No defraudar? ¿A quién? ¿A quién, si a mí misma siempre me defraudé, y no he dejado de hacerlo casi nunca?

¿Tengo que qué? ¿Qué? ¿Ser perfecta? ¿Medir 1,80, pesar sesenta kilos y no tener un solo milímetro de celulitis? ¿Aunque los nódulos grasos se me instalen en el cerebro?

¿Quién nos enseñó esto? ¿De dónde sacamos el ansia por la perfección? ¿Nos lo inculcaron los payasos de la tele? ¿Las marquesinas del autobús? ¿Las revistas de adolescentes?

¿Y cuál es la mujer perfecta? ¿La de Ragazza? ¿La de Cosmopolitan? ¿O la de Elle? ¿O quizá la de Woman? ¿Y por qué no la de Telva?

Porque no. Porque mujeres perfectas no existen. Ni siquiera las superwoman que nos venden por doquier.

Y alguien debería decírnoslo antes de que lo asumamos por simple asociación de ideas.




Vídeo correspondiente a la última campaña de la Fundación Dove para la Autoestima.

martes, mayo 06, 2008

Una cita ineludible

A los paletos del extrarradio se nos junta todo cuando bajamos a la capital. Resulta que mañana tengo cumpleaños e inauguración. Todo a la vez. A la misma hora, pero no en el mismo sitio. Porque si fuera en el mismo sitio, lo tendría más fácil, pero cada una de las citas se sitúa en un extremo de Madrid. O casi.

Mara cumple años. Y quiere que esté. Y yo quiero estar porque se va al Rocío y tengo que llevarle una caja de cirios -que no velas... a mí las velas ya no me hacen nada-, para que pida "por mí, por todos mis compañeros... y por mí el primero". Como en el escondite.

Pero a la misma hora se corta la cinta de una de las exposiciones que mejor pinta tienen de este San Isidro. Del cultural, por lo menos. Es a las ocho de la tarde, en el Bar Flamenco Patas Chico (calle Cañizares, 5). Sólo por tomarse una caña en semejante local -de cuya programación cultural, si no ando mal informada, se encarga una auténtica fenómena, como es Begoña-, merece la pena bajar al Foro. Y si encima puede uno disfrutar de la mirada especial, diferente, artista, seductora, emocionante... en suma, artista, del objetivo de Juan Pelegrín, ¿qué más se puede pedir?

Juan es tremendo. Un crack como fotógrafo y no menos brillante como informático. Y buen aficionado. Aunque le entren las dudas por la selección de fotografías que ha hecho para la muestra. Su última entrada en el blog me recuerda a las dudas de los toreros, al miedo que les reconcome minutos antes de calarse la montera y hacer el paseíllo.

Pero va a salir todo bien. No me cabe duda. Juan-Manon saldrá por la puerta grande.

Y el laurel en cuestión no le resulta ajeno, porque ya sabe lo que es abrir cerrojos y paladear la gloria con su impecable trabajo en la web de Las Ventas.

Que Dios reparta suerte, torero.

Regina

No quiero presumir de nada, pero resulta que tengo lectores asiduos. Lectoras, también. Unos dejan comentarios. Otros, no. Pero, como las meigas, haberlos, haylos, y su simple existencia -amén de sus lecturas- son para mí motivo suficiente de felicidad. Al menos momentánea.

El otro día me subió la moral Emilio. Majísimo él, se me presentó en el patio de arrastre de Las Ventas. Creo que fue antes de que Carmen se quedase maravillada con la cadenita del Wonderbra -pedazo de invento, sí señor... el Wonderbra en sí, cadenitas aparte-. O sea, que el canalillo artificial no tuvo nada que ver. Que digo yo que me saludó por estas mis letras ciclotímicas. En fin, Emilio; si me lees, gracias. Eso sí, queda pendiente algún comentario. O un emilio, en minúsculas. Que no está bien que las letras broten siempre del mismo lado. Al menos no en la blogosfera.

Pero antes de Emilio me consta la existencia lectora y persistente de Regina. A Regina no la conozco, pero me sobran los motivos para creer que es una mujer de los pies a la cabeza. Un peaso mujé, vaya. Porque solo una mujer de todas todas sería capaz de parir dos fenómenos de la talla de Germán y Pablo.

Así pues, Regina, gracias. Por leerme, pero, sobre todo, por regalarnos el arte de estos dos gachós. Te echo el guante para un café, querida. Con sacarina, eso sí.

Y, a todo esto, resulta que hoy es el cumpleaños de Germán. Odia que le feliciten, así que no lo haré. Tengo argumentos más que de sobra para felicitarle todos y cada uno de los días del año, excepto hoy. Aunque se nos resista el Manzanares. Yo es que prefiero el Guadalquivir, Torerín...

domingo, mayo 04, 2008

Jerez, años impares

Está claro. Jerez no toca en años pares. Y, cuando toca, es aburrido.

Por eso esta vez me he quedado en casa.

Y lamento darle tantas vueltas al tema, pero es que es una espinita que llevo clavaíta en el corazón este que tengo, que ya no sé si es madrileño, sevillano, trianero, jerezano o de ningún sitio y de todos a la vez. De todos donde hay arte. Y duende.

De Jerez 2003 no tengo testimonio gráfico. Guardo imágenes, momentos y sensaciones grabados en la retina y, sobre todo, en mis castigadas neuronas.

Al año siguiente sí hubo fotos. Fotos y poco más. La compañía no bailaba sevillanas del todo bien. Y no diré más.

En 2005 hubo de todo: sevillanas, risas, toreo de cante grande, más risas, rebujito... y hasta resaquita.

En 2006 la feria me pilló trabajando... aunque he de decir que fue uno de los mejores años de mi vida.

En 2007 volvimos a Jerez por primavera... y volvieron las sevillanas, las risas, el toreo de cante... menos grande, más rebujito... y alguna risa más. Pero no tantas como dos años antes. Es lo que tiene hacerse mayor.

Y en 2008 lo que ha quedado ha sido una faena antológica de José Tomás, que pudo acabar en tragedia -como casi siempre que el Monstruo de Galapagar tira de valor para hacer historia, que es la mayor parte de las veces-. Por un lado, siento habérmelo perdido. Por otra parte, creo que es mejor que no lo viera. Así me quedaré con la imagen de esa puerta grande en Barcelona. Irrepetible. Inigualable.

Y seguiré soñando con Jerez. Que soñar es lo mejor de todo. Porque todo es como tú quieres. Y nadie puede estropearlo.

Foto: Carmen Castiñeira para Burladero.com.

Qué te puedo dar

No me gusta el Día de la Madre. Igual que tampoco me gusta el Día de los Enamorados, ni el Día del Padre, ni ninguna fecha impuesta por la religión del consumismo.

Sin embargo, días como este me hacen pensar en lo valioso que sería decirle a una madre que la quieres, que la admiras y que le debes todo, y decírselo no solo el primer domingo de mayo, sino cada día. O al menos cada vez que lo pienses.

Aún no le he comprado el regalo. ¿Qué le puedo dar yo? ¿Qué puedo darle a una persona que me lo ha dado todo? ¿Y que me lo seguiría dando, sin reparos, y sin esperar a que yo lo pidiera?

Me encantaría regalarle una goma de borrar para hacer desaparecer, como por arte de magia, tanto sufrimiento. Pero quizá se borrarían demasiadas cosas. Quizá se borraría esa imagen suya, casi de madrugada, planchando mi ropa para que pudiera ponérmela, impecable, y fuera al colegio como entre algodones; quizá se borrarían sus lágrimas, discretas, que le caían por las mejillas mientras, con la plancha en la mano, escuchaba esta canción de fondo, en un radiocassette con cientos de miles de vueltas, con el volumen más bien bajo, para no despertar a nadie. Y quizá se borraría también su sonrisa, y su gesto rápido para secar una lágrima traidora, cuando me oía darle los buenos días desde el quicio de la puerta y me respondía con un beso.

Solo con un beso.



Víctor Manuel, "La madre".

En cualquier caso, y aunque suene a eslogan comercial, Felicidades, mamá.


Rosa tiene nuevo hogar


Mi plima tiene nueva casa. Y es un hogar en toda regla. Muy acogedor. Coqueto. Pero hecho a golpe de verdad. Y de corazón.

Recomendaría a todos los blogosféricos -taurinos y no taurinos- que se perdieran por sus habitaciones mientras dure el maratón venteño. No les va a decepcionar. Ya lo verán.

Rosa, tú, como siempre, a dar caña. Eres una figura. De verdad.

Te diría que mucha suerte, pero eso es para los mediocres. Y tú no lo eres.

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