martes, febrero 26, 2008

Más regalos

Aunque el de Isa fue el único regalo que recibí en San Valentín -perdón, pronunciar el nombre de este santo me da dolor de estómago y me provoca alguna que otra náusea-, ha habido otros muchos presentes en estas últimas semanas.

Entre ellos quiero destacar uno, porque me parece una auténtica preciosidad y porque viene de las manos de una artista como la copa de un pino, que -¡oh, casualidad!- resulta ser mi tía.

¿A que es bonito? -absténganse las respuestas negativas, que ya tengo mi opinión formada-.

Por cierto, queridísima tía, hazme algún cuadrito más, anda, guapa, que no me caben todos los pendientes en este...

Yo no tengo tanta maña -de hecho, creo que no tengo ninguna-, pero te regalo una cancioncita de tu Bosé... que no sé si es tu favorita, pero sí una de las que a mí más me gustan. Por cierto: creo que vuelve a actuar en Madrid el 12 de junio... ¿nos apuntamos?



Miguel Bosé y Shakira, "Si tú no vuelves".

lunes, febrero 25, 2008

Sevilla, veinte días

En veinte días vuelvo a Sevilla. Me espera su Semana Santa. Me aguarda el aroma a jazmín e incienso. El suelo cuajado de cera. El paso sigiloso de los nazarenos callados. Las cornetas. Los tambores. El vello erizado. La magia. Sentir. Soñar.

Como cuando, hace casi doce meses, vi a mi Esperanza salir de la catedral, acariciando el alba. Majestuosa. Sublime. Poderosa y serena. Bellísima. Trianera como ella sola.




Este año todo será diferente. Si Dios quiere.

Creo que este año podré compartir más y añorar un poco menos.

Por fin, Cudillero


Llevaba esperando este viaje desde septiembre. Por unas cosas o por otras, la cita con Cudillero se posponía sine die y la preparación del asueto en cuestión parecía haberse convertido en un remake de La historia interminable.

Primero fue por la compañía. Por no encontrar el partenaire adecuado. Porque ya se sabe, "quien quiero que me quiere no me quiere como quiero que me quiera" y quien me quiere me toca un pie. O así. Y lo de tocarme el pie es un problema en toda regla, pues tengo cosquillas asesinas y puedo revolverme como una culebra y hasta pegar picotazos envenenados y todo en cualquier descuido.

Después fue por el tiempo. Porque hacía malo. O porque no hacía demasiado bueno.

Luego por la fecha. Que si Fitur. Que si el Día de los Enamorados y no es temporada baja y no se puede hacer el viaje tal como estaba previsto.

Y por fin llegó el día.

Y Asturias se me apareció, verde y soleada. Y me trajo el silencio. Y me meció en su magia, en su cuna onírica, recién salida de un cuento de hadas y de princesas cautivas en bosques frondosos y montañas agrestes.

Y me regaló el cariño de una voz que se deshace por escuchar la mía. Y me recordó el recuerdo. El pasado que se vuelve presente, porque está bañado con la espuma de los momentos gratos.

Y me hizo comprender que siempre merece la pena esperar. Que, allá a lo lejos, donde se deshace la niebla, el sol calienta. Siempre.

viernes, febrero 22, 2008

Germán, a China


Germán se va a China. Bueno, no exactamente. Los que se van son sus cuadros. Pero digo yo que los cuadros son una parte de él -parte vital, puesto que en ellos, como buen creador, deja su esencia presa-, de modo que Germán, de alguna manera, también viaja.

Su obra va a exponerse en una muestra que es algo así como el ARCO español. Dice que a ver qué tal le va. Que lo hace por probar. A ver la reacción de los chinos.

Y pienso yo que, salvo que tener los ojos tan rasgados les reste campo de visión, Germán va a triunfar.

Las payasitas, último capricho de su inspiración, aún no han salido de su casa. Salvo para colarse en este blog.

En cuanto ahorre un poco -o sea, ad calendas graecas, a este paso-, me compro una. O dos.

jueves, febrero 14, 2008

Regalos de San Valentín

A falta de maromo, tengo buenas amigas. Muy buenas, de hecho.

No voy a enumerar las ventajas de las amigas sobre los maromos, primero porque no quiero que los malpensados deduzcan que he pegado el salto de acera -qué va: me gustan los tíos, me han gustado y me temo que me seguirán gustando-, y segundo porque son tantas, que no caben en un post de dimensiones decentes.

Pero haré un esfuerzo sintético: por ejemplo, si estás reglosa y las hormonas te pueden y pones cara de perro y sueltas alguna incongruencia, tu amiga no se cabrea y tuerce el morro y deja de hablarte durante el resto del día, sino que coge la muleta, empieza a pegar pases y capea el temporal como puede. Sobre todo, con generosas dosis de cariño.

Hoy le ha tocado el turno a la pobre Isa. Y después de aguantar mis efluvios hormonales, mi cara de perro y mis incongruencias, va y me hace un regalo.


Lo abro y... ¡¡tacháaaaaaaan!! Una de las novelas que más ganas tenía de mecer entre mis manos:


Sí, Expiación, de Ian McEwan (por cierto, para los cinéfilos recomiendo con fervor el post de Juan Rodríguez Millán en La Sala de Cine sobre la -dicen- impecable adaptación de Joe Wright).

Eso y un elegante y distinguido marcapáginas con mi inicial.

Ay, Isa... ¡¡si es que te tengo que querer!! (Por esto y por otras cosas que tú y yo sabemos, que no se compran con dinero).

Notas para piel de gallina

Me deja mi tío virtual un regalo en forma de Meme, y lo cierto es que me viene fenomenal para recuperar la rutina del aporreo tecleril. Y es perfecto para una fecha como la que hoy escupe el calendario, ese suma de 1+4 que da como resultado cientos de miles de euros extra en las cuentas de resultados de los grandes almacenes, todo por la vía del amor supuesto, pero bien aireado.

Que alguna vez he estado enamorada, es afirmación irrefutable. Y que he asociado mis amores a temas determinados, también. A notas musicales que van y vienen, a subes y bajas de la escala de sol, a rasgueos de una guitarra, al llanto de un violín... a tres o cuatro minutos en los que parece que el mundo se para y se te sube al vello para erizártelo, y se te asoma a los ojos en forma de lágrima...

Como a mi tío, me sucede que no podría elegir una sola canción. Así que ahí van varias. Puede que en los próximos días cuente las historias de cada una. Al menos un poquito.



Vicente Amigo, "Poeta en el viento".



Navajita Plateá, "Noches de Bohemia".



Enrique Urquijo y Los Problemas, "Aunque tú no lo sepas".



The Pretenders, "I'll stand by you".



Audrey Hepburn, "Moon River".



Luar Na Lubre, "Tu gitana".



David Peña Dorantes, "Orobroy".

Señalaría muchos más, pero el post, como el amor, tampoco tiene por qué ser eterno. Ahora es el turno de los recuerdos musicales de Ladysteffi y Mara.

lunes, febrero 11, 2008

Quiero vivir en color

"Vivir sin admiración, sin que algún objeto nos inspire un culto de dulía, es como vivir en blanco y negro".
Félix de Azúa, "Origen de nuestros ojos", en El País (domingo 10 de febrero de 2008).

Yo quiero vivir en color. Y no es que el blanco y negro no me guste. No. Me parece elegante. Y con mucho estilo.

Pero necesito admirar. Necesito buscar modelos. Necesito ilusionarme. Emocionarme.

Despertar, ponerme las zapatillas y sentir que, al tiempo que dejo caer los pies, helados, en el borreguillo que las forra, estreno un par de zapatos nuevos, de charol, brillantes, de tacón sensual y místico, para ir pisando fuerte por el mundo que, obstinado, se empeña en que capitule y me baje los pantalones del pijama, me quede con el culo al aire y le diga, gimoteando, que no está hecho para mí.

Pero no. Seguiré admirando. Estrenaré zapatos cada mañana -aunque vaya por la vida en zapatillas- y pisaré. Fuerte, sigilosa, con o sin tacón. Da igual. Pero pisaré.

No caminaré sobre nada ni sobre nadie. Simplemente avanzaré.

sábado, febrero 09, 2008

Volantes para el duende

Con cualquiera de estos vestidos podría ser feliz en una noche de feria...

Definitivamente, me equivoqué de sitio al nacer.



Fotos y más modelos en Vicky Martín Berrocal.

Los besos de Valde


La de Valdemorillo es la feria en la que más besos se dan por minuto. No tiene nada que ver con la cercanía de San Valentín, ni siquiera con la necesidad de achuchones motivada por el frío.

La razón es mucho más prosaica: desde la última vez que los conocidos -o sea, los de siempre- se han visto en un tendido han transcurrido, probablemente, tres o cuatro meses. O más. Como en mi caso.

El ritual es siempre el mismo: te ves, te miras con cara de sorpresa, apuntalas la mejor de tus sonrisas -o un gesto que se le parezca-, te acercas como si te embargase la emoción a la persona que ha de ser objeto de tu saludo y le sueltas el mismo rollo de siempre, "¿Qué tal?, ¿todo bien?; bien, ¿no?; entonces bien...", "Pues sí, bien... todo bien... aquí, como todos los años...". A veces, incluso, la pretendida alegría es real y en verdad te da buen rollo encontrarte a cierta gente, y hacer planes que sabes que nunca llegarán a buen puerto, como esa comida pendiente desde hace años o la fiesta nocturna que propuso nadie sabe quién hace siete u ocho o nueve meses, para la que nunca se encuentra momento, con la de lunas que hay en el calendario...

viernes, febrero 08, 2008

Dar o no dar... la talla

Las españolas estamos como un diábolo -no, no es que andemos como cabras, sino que lucimos cuerpecito de guitarra- y tenemos el peso en orden, pero no damos la talla. Manda huevos. Toda la vida sacrificadas por no complacer a la aguja de la báscula y luego vienen los fabricantes y desinflan nuestra fustigada voluntad porque, como ni ellos se aclaran con las tallas que fabrican, nosotras podemos embutirnos ahora en una 36, dentro de media hora en una 34 -eso sin hacer pis ni nada- y, pasados cuarenta y cinco minutos, apenas caber en una 38.

A pesar de ser de letras, reconozco sentirme atenazada por la tiranía de los números. Cuando no es la hipoteca, es el seguro del coche y, cuando no -o sea, todos los días salvo el 4 de cada mes y el 8 de enero-, la puñetera etiquetita del pantalón.

Menos mal que existe cierto consuelo en comprobar que las penurias que a una le abruman no son exclusivas del catálogo de tu obsesión particular. Que también las sufre el resto. Y mucho. Y eso, aunque pueda parecer egoísta, reconforta.

O sea, que quizá no sea la única que, un día cualquiera, entra en un probador de unos grandes almacenes, se intenta calzar una faldita, muy mona y muy cara, y resulta que le queda estrecha de caderas y le sobra de cintura, porque claro, ahora se llevan sin curvas (o sea, cilíndricas... que más bien diría yo que cual palos); y entonces va la dependienta -que no sé si tiene cuerpo ni de diábolo, ni de cilindro, ni de campana, pero sí una cara de vinagre que apesta el buen rollo al instante- y, lejos de ofrecerle una solución vía taller de arreglos, va y le suelta: "Pues hija, eso es que estarás mal hecha".

Serás diabólica...

lunes, febrero 04, 2008

Nube negra

Reconozco que no soy fan enfervorecida de Sabina. Sí, no soy tan guay como me creo. Y qué.

Por eso desconocía la canción "Nube negra" que Jon me recomendaba en su comentario al post "El toreo, en Rotterdam".

Pero tengo dolor de mis pecados y propósito de enmienda, así que me he dado al Google y ahí van, letra (por García Montero), música y hasta ilustración.

Cuando busco el verano en un sueño vacío,
cuando te quema el frío si me coges la mano,
cuando la luz cansada tiene sombras de ayer,
cuando el amanecer es otra noche helada,

cuando juego mi muerte al verso que no escribo,
cuando sólo recibo noticias de la muerte,
cuando corta la espada de lo que ya no existe,
cuando deshojo el triste racimo de la nada.

Sólo puedo pedirte que me esperes
al otro lado de la nube negra,
allá donde no quedan mercaderes
que venden soledades de ginebra.

Al otro lado de los pagones,
al otro lado de la luna en quiebra,
allá donde se escriben las canciones
con humo blanco de la nube negra.

Cuando siento piedad por sentir lo que siento,
cuando no sopla el viento en ninguna ciudad,
cuando ya no se ama ni lo que se celebra,
cuando la nube negra se acomoda en mi cama,

cuando despierto y voto por el miedo de hoy,
cuando soy lo que soy en un espejo roto,
cuando cierro la casa porque me siento herido,
cuando es tiempo perdido preguntarme qué pasa.

Sólo puedo pedirte que me esperes
al otro lado de la nube negra,
allá donde no quedan mercaderes
que venden soledades de ginebra.

Al otro lado de los pagones,
al otro lado de la luna en quiebra,
allá donde se escriben las canciones
con humo blanco de la nube negra.





Foto: "Nube", en Flickr.

domingo, febrero 03, 2008

Al alba


Quiero uno así. Quiero ser una princesa flamenca. Quiero miles de volantes, quiero la luz del sur, quiero el aroma a jazmín, quiero un beso de verdad en la Plazuela de Santa Marta, quiero que me roben el corazón en una noche de San Juan en la calle Pureza, quiero que la luna me contemple y me bañe y me acune y me demuestre que existe la magia y que el duende no se ha muerto y que puedo volver a sentir mil millones de mariposas en el estómago.

Y que cuando vuelva a sentirlas va a ser de verdad.

Que no me voy a despertar y se va a acabar, sin más.

Que no se va a terminar todo al alba.



Malú y Pepe de Lucía, "Al alba".

Foto: Laura Sánchez, en el desfile de "Tus Lunares", la colección de Vicky Martín Berrocal en SIMOF 2007 (Chema Soler).

Venganzas y duelos

"En Pontevedra, la venganza se sirve en plato frío".

Leí esta frase hace poco más de dos semanas, en un día aciago para servidora. Resultó que, cosas del destino o de la simple casualidad, mi amargura iría unida en semejante fecha a la del mismísimo alcalde de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón.

Me contuve. Podría haber hecho vudú con el mapa de carreteras, haber jurado en arameo, haber gritado hasta que se me oyera en el puente de Triana, pero no. Como dicen que "mal de muchos, consuelo de tontos", yo, que no me considero lista, me solidaricé con Gallardón y, acto seguido, me propuse leer todo cuanto Lucía Méndez pudiera escribir respecto a la dura guerra que se venía librando entre Gallardón y Esperanza Aguirre y cuyo último capítulo bien parecía una suerte nueva de esperpento, fabricada a base de una mezcla infame de vodevil y tragedia griega.

Hace apenas cuarenta y ocho horas se colocaba en las estanterías el libro Duelo de titanes (Espasa) una obra de lo más clarificador respecto al enfrentamiento sempiterno entre los dos máximos exponentes del PP en Madrid.

No voy a entrar en favoritismos, ni en calificativos, ni en opiniones respecto a quién es más pueril de los dos o a quién le importa menos el voto de quienes les colocan en sus respectivos sillones de mando. Tampoco lo hace Lucía Méndez. Por eso, quizá, su libro es recomendable. Porque no toma partido. Porque no insulta a la inteligencia del lector. Porque deja que cada uno saque sus propias conclusiones. Si quiere.

Yo, de momento, me quedo con estas perlas:

"El odio y la venganza son sentimientos más potentes que el propio amor".

"El que ha osado volar como los pájaros, una cosa más debe aprender: a caer". (Rilke).

"Algunos se rinden con un suspiro de resignación. Otros luchan un poco y luego pierden las esperanzas. Otros, y me incluyo entre ellos, nunca se rinden. No se trata de coraje. Es algo constitucional, una incapacidad de abandonar. Tal vez se deba a la sandez de ansiar la vida". (Yan Martel, Vida de Pi).

El toreo, en Rotterdam

Al loro. Ojo. Ojo y pestaña. El toreo ha entrado por la puerta grande en el Festival Internacional de Cine de Rotterdam.

El artífice de la cuestión es Ramón Gieling, director y productor con una extensa filmografía, pero del que se oyó hablar sobre todo a raíz del documental que realizó sobre Johan Cruyff (En un momento dado).

Su última obra se llama Joaquín Sabina-19 días y 500 noches y, aunque en principio no suene a pasodoble, ni siquiera a miedo o a luces o a seda o a pitón de muerte, huele a toros, pues uno de los personajes reales que intervienen es Alejandro Talavante. Junto a él, otros artistas de la talla de Enrique Morente, Benjamín Prado o Javier Krahe repasan la vida de Sabina después del cambio radical a que le abocó la embolia sufrida en 2001.

Aún se desconoce la fecha en la que el documental hará el paseíllo en España. De momento, podemos disfrutar con el tráiler.



P.S.: Un apunte... es para enmarcar la frase del genio de Úbeda sobre la depresión: "Yo creía que eso de la depresión era una cosa para otra gente, no para mí"... y, de pronto, un día se te cuela en la vida sin llamar a tu puerta, y nadie parece entenderlo, y tú quieres mandarla por donde amargan los pepinos, pero no te atreves a darle una patada en el mismísimo... y se queda, y se queda... y te quedas.

sábado, febrero 02, 2008

Mendiga, pero no imbécil

El catarro me tiene cogida por los huevos -o por los ovarios, o por donde sea, pero me tiene acojonada, vaya- y a mi endeble voluntad le ha tocado las narices -o sea, que le ha tapado las fosas nasales y no deja entrar aire pero no pone freno a los mocos-.

Tengo sobre la mesa diez mil ciento cincuenta y ocho dietas diferentes para quitarme los dos puñeteros kilos -bueno, dos eran el sábado pasado, pero puede que hoy sean tres- que me ha dejado la ansiedad de los últimos meses, pero sólo sobrevivo a base de hidratos de carbono.

Dicen que son buenos para levantar el ánimo. Lo malo es que hay que quemarlos. Y ahora mismo no me encuentro en condiciones.

Por eso, para levantar el ánimo, prefiero cositas como las que me envía mi querida Ladysteffi, que se define como "una reportera un poco plasta (pero de buen corazón) morenita y algo delgaducha con ojeras de kilo y medio", pero que en realidad debería poner en su tarjeta de visita algó así como "Ladysteffi: sonrisa terapéutica perenne".

Aunque el texto en cuestión supera la extensión aconsejable para un post al uso, merece la pena sacarlo a pasear sin cortapisas:

EL REY Y LA MENDIGA

Cuentan que había una vez un rey muy apuesto que estaba buscando esposa. Por su palacio pasaron todas las mujeres más hermosas del reino y de otros más lejanos; muchas le ofrecían ,además de su belleza y encantos, muchas riquezas, pero ninguna lo satisfacía tanto como para convertirse en su reina.

Cierto día llegó una mendiga al palacio y con mucha lucha consiguió una audiencia. "No tengo nada material que ofrecerte; sólo puedo darte el gran amor quesiento por ti" le dijo al rey; " puedo hacer algo para demostrarte ese amor". Esto despertó la curiosidad del rey, quien le pidió que le dijera que sería eso que podía hacer." Pasaré cien días en tu balcón, sin comer ni beber nada, expuesta a la lluvia, al sereno, al sol y al frío de la noche. Si puedo soportar estos cien días, entonces me convertirás en tu esposa". El rey, sorprendido más que conmovido, aceptó el reto. Le dijo"acepto. Si una mujer puede hacer todo esto por mí, es digna de ser mi esposa".

Dicho esto, la mujer empezó su sacrificio. Empezaron a pasar los días y la mujer valientemente soportaba las peores tempestades... muchas veces sentía que desfallecía del hambre y el frío, pero la alentaba imaginarse finalmente al lado de su gran amor. De vez en cuando el rey asomaba la cara desde la comodidad de su habitación para verla y le hacía señas de aliento con el pulgar. Así fue pasando el tiempo... veinte días... cincuenta... la gente del reino estaba feliz, pues pensaban "¡¡por fin tendremos una reina!!"... noventa días... y el rey continuaba asomando su cabeza de vez el cuando para ver los progresos de la mujer. "Esta mujer es increíble", pensaba para sí mismo, y volvía a darle alientos con señas.

Al fin llegó el día noventa y nueve y todo el pueblo empezó a reunirse en las afueras del palacio para ver el momento en que aquélla mendiga se convertiría en esposa del rey. Fueron contando las horas... ¡¡a las doce de la noche de ese día tendrían reina!!... La pobre mujer estaba muy desmejorada; había enflaquecido mucho y contraído enfermedades.

Entonces sucedió. A las once de la noche de aquel día noventa y nueve, faltando apenas una hora para que llegara el día cien,la valiente mujer se rindió... y decidió retirarse de aquel palacio. Dio una triste mirada al sorprendido rey y sin decir ni media palabra se marchó. La gente estaba conmocionada. Nadie podía entender por qué aquella valiente mujer se había rendido faltando tan sólo una hora para ver sus sueños convertirse en realidad. ¡Había soportado tanto!

Al llegar a su casa, su padre se había enterado ya de lo ocurrido. Le preguntó: "¿Por qué te rendiste a tan solo instantes de ser la reina?" y, ante su asombro, ella respondió: "Estuve noventa y nueve días y veintitrés horas en su balcón, soportando todo tipo de calamidades, y no fue capaz de liberarme de ese sacrificio. Me veía padecer y sólo me alentaba a continuar, sin mostrar siquiera un poco de piedad ante mi sufrimiento. Esperé todo este tiempo un atisbo de bondad y consideración que nunca llegaron. Entonces entendí: una persona tan egoísta, desconsiderada y ciega, que solo piensa en sí misma, no merece mi amor".

Moraleja: Cuando ames a alguien y sientas que para mantener a esa persona a tu lado tienes que sufrir, sacrificar tu esencia y hasta rogar... aunque te duela, retírate. Y no tanto porque las cosas se tornen difíciles, sino porque quien no te haga sentir valorado, quien no sea capaz de dar lo mismo que tú, quien no pueda establecer el mismo compromiso, la misma entrega... simplemente... NO TE MERECE.

viernes, febrero 01, 2008

La gran faena





Marina Heredia, "La gran faena", en La voz del agua.

Foto: "La sombra del Cid", de Paloma Salvador.

Citas ajenas

"La pérdida de interés por un piso que había comenzado a visitar con entusiasmo, o por un libro que había abierto con pasión, me sumía en la confusión. Lo peor, con todo, fue el descubrimiento de que puede ocurrir lo mismo con la vida. Un día, de súbito, ya no quieres abrir más puertas ni leer más capítulos. Y te mueres sin saber si la culpa fue tuya o de la puta vida. O de los dos".

Juan José Millás, "Desconcierto", en El País.

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