sábado, febrero 02, 2008

Mendiga, pero no imbécil

El catarro me tiene cogida por los huevos -o por los ovarios, o por donde sea, pero me tiene acojonada, vaya- y a mi endeble voluntad le ha tocado las narices -o sea, que le ha tapado las fosas nasales y no deja entrar aire pero no pone freno a los mocos-.

Tengo sobre la mesa diez mil ciento cincuenta y ocho dietas diferentes para quitarme los dos puñeteros kilos -bueno, dos eran el sábado pasado, pero puede que hoy sean tres- que me ha dejado la ansiedad de los últimos meses, pero sólo sobrevivo a base de hidratos de carbono.

Dicen que son buenos para levantar el ánimo. Lo malo es que hay que quemarlos. Y ahora mismo no me encuentro en condiciones.

Por eso, para levantar el ánimo, prefiero cositas como las que me envía mi querida Ladysteffi, que se define como "una reportera un poco plasta (pero de buen corazón) morenita y algo delgaducha con ojeras de kilo y medio", pero que en realidad debería poner en su tarjeta de visita algó así como "Ladysteffi: sonrisa terapéutica perenne".

Aunque el texto en cuestión supera la extensión aconsejable para un post al uso, merece la pena sacarlo a pasear sin cortapisas:

EL REY Y LA MENDIGA

Cuentan que había una vez un rey muy apuesto que estaba buscando esposa. Por su palacio pasaron todas las mujeres más hermosas del reino y de otros más lejanos; muchas le ofrecían ,además de su belleza y encantos, muchas riquezas, pero ninguna lo satisfacía tanto como para convertirse en su reina.

Cierto día llegó una mendiga al palacio y con mucha lucha consiguió una audiencia. "No tengo nada material que ofrecerte; sólo puedo darte el gran amor quesiento por ti" le dijo al rey; " puedo hacer algo para demostrarte ese amor". Esto despertó la curiosidad del rey, quien le pidió que le dijera que sería eso que podía hacer." Pasaré cien días en tu balcón, sin comer ni beber nada, expuesta a la lluvia, al sereno, al sol y al frío de la noche. Si puedo soportar estos cien días, entonces me convertirás en tu esposa". El rey, sorprendido más que conmovido, aceptó el reto. Le dijo"acepto. Si una mujer puede hacer todo esto por mí, es digna de ser mi esposa".

Dicho esto, la mujer empezó su sacrificio. Empezaron a pasar los días y la mujer valientemente soportaba las peores tempestades... muchas veces sentía que desfallecía del hambre y el frío, pero la alentaba imaginarse finalmente al lado de su gran amor. De vez en cuando el rey asomaba la cara desde la comodidad de su habitación para verla y le hacía señas de aliento con el pulgar. Así fue pasando el tiempo... veinte días... cincuenta... la gente del reino estaba feliz, pues pensaban "¡¡por fin tendremos una reina!!"... noventa días... y el rey continuaba asomando su cabeza de vez el cuando para ver los progresos de la mujer. "Esta mujer es increíble", pensaba para sí mismo, y volvía a darle alientos con señas.

Al fin llegó el día noventa y nueve y todo el pueblo empezó a reunirse en las afueras del palacio para ver el momento en que aquélla mendiga se convertiría en esposa del rey. Fueron contando las horas... ¡¡a las doce de la noche de ese día tendrían reina!!... La pobre mujer estaba muy desmejorada; había enflaquecido mucho y contraído enfermedades.

Entonces sucedió. A las once de la noche de aquel día noventa y nueve, faltando apenas una hora para que llegara el día cien,la valiente mujer se rindió... y decidió retirarse de aquel palacio. Dio una triste mirada al sorprendido rey y sin decir ni media palabra se marchó. La gente estaba conmocionada. Nadie podía entender por qué aquella valiente mujer se había rendido faltando tan sólo una hora para ver sus sueños convertirse en realidad. ¡Había soportado tanto!

Al llegar a su casa, su padre se había enterado ya de lo ocurrido. Le preguntó: "¿Por qué te rendiste a tan solo instantes de ser la reina?" y, ante su asombro, ella respondió: "Estuve noventa y nueve días y veintitrés horas en su balcón, soportando todo tipo de calamidades, y no fue capaz de liberarme de ese sacrificio. Me veía padecer y sólo me alentaba a continuar, sin mostrar siquiera un poco de piedad ante mi sufrimiento. Esperé todo este tiempo un atisbo de bondad y consideración que nunca llegaron. Entonces entendí: una persona tan egoísta, desconsiderada y ciega, que solo piensa en sí misma, no merece mi amor".

Moraleja: Cuando ames a alguien y sientas que para mantener a esa persona a tu lado tienes que sufrir, sacrificar tu esencia y hasta rogar... aunque te duela, retírate. Y no tanto porque las cosas se tornen difíciles, sino porque quien no te haga sentir valorado, quien no sea capaz de dar lo mismo que tú, quien no pueda establecer el mismo compromiso, la misma entrega... simplemente... NO TE MERECE.

6 comentarios:

  1. Pero bueno!! Dile a esos mocos que se vayan ahorita mismo de ahí!! Mira, yo dietas para perder kilos no me se ninguna, pero para los catarros tengo recetitas. Tú tomate una buena infusión de romero,tomillo y manzanilla con miel (ya se que la miel engorda,pero hija, será mejor que se largue el catarro...)...mano de santo!!

    Y más te vale deshacerte delos gérmenes pronto,que el lunes tenemos cita!!

    Besooooooosssss

    PD. Jo,gracias por hacermeuna tarjeta de visita. ¡Eres un cielo!!

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  2. Mira, por nada del mundo me perdería el desayuno del lunes... ¡¡aunque tenga que ir arrastrándome!!

    Gracias por tu remedio... tendré que comprar las hierbas, y también la miel... no tengo ná de ná -mucho té, mucho poleo... pero nada de hierbas rústicas-.

    Y claro, ¿cómo vas a tener recetas para adelgazar? Si estás como una sílfide, capullaaaaaaaaaaaaaaa!!!

    Besazos.

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  3. Pues si no te apetece perder unos kilos ¿para que los vas a perder? Piérdelos cuando te apetezca y no obligada o no te valdrá de nada.

    Me permito recomendarte un libro que esta en el polo opuesto de las dietas milagro pero que tiene más de un capitulo dedicado a la alimentación de los que podrás sacar más de un truco. Te dejo un par de ejemplos:
    A) Si comes fuera de casa deja siempre un poco en el plato, los menus de los restaurantes son demasiado grandes.
    B) Intenta no abusar de las salsas y de cuando en cuando que tu menu sean dos primeros.

    Bueno el resto los tienes en este fabuloso libro que sobre todo recomienda comer de todo.

    Valentin Fuster, La ciencia de la salud

    un enlace aquí

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  4. Gracias, r., eres un sol. Normalmente, cuando como fuera suelo pedir dos primeros... y casi siempre como ensalada. Yo creo que como tan poco, que mi cuerpo ya se ha acostumbrado... ayyyyyyyyyyyyyy.

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  5. Noe, cariño... ¿aún estamos con los dichosos mocos? Cuidate... que si mañana se los pegas a Steffi en el desayuno... luego ella nos los pega a nosotros... ¡jejejeje! ¡y menudo panorama! por cierto que me ha encantado leerte y también poder leer a Steffi... un dos por uno... ¡jijiji! dos plumas brillantes en una entrada... ¡qué lujazo! ay...¡qué precioso cuento y... que verdad tan grande!

    Un besazo a las dos.

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  6. Tranqui, que mañana voy con mascarilla... Gracias por leerme (leernos) y buena semana, guapísima.

    Un besazo.

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