miércoles, julio 15, 2009

Mi verdadera historia. Deportes de riesgo

Después de meses, muchos meses sin recordar esta historia –escrita en el año 2002... lo digo para quienes se empeñan en ver en ella ecos del presente–, hoy la retomo... para ver si retomo, al mismo tiempo, mis ganas de darle a la tecla. De corregir lo ya escrito y de sacudirme mi vagancia incorregible para escribir de nuevo.

Quienes quieran perderse en el hilo del relato, sólo tienen que buscar la etiqueta "Mi verdadera historia".


(...) A punto han estado de confirmarse los temores de Chihuahua. Las premoniciones, más bien, que yo creo que temer, lo que se dice temer, este simulacro de adolescente no le teme a nada. Pero a lo que íbamos, que por poco no paso de la tercera pedalada. Que después de unos diez años sin subirme en una bici que no fuera ese remedo de potro de tortura que gastaba mi Arturito, casi no sabía ni mantener el equilibrio. Y casi sin casi. Menos mal que he sido precavida –eso siempre, fíjate tú- y me he llevado a mi amiga la bici a un lugar apartado de la civilización, a salvo de miradas asesinas y lenguas viperinas, para allí recrear la patraña de nuestra reconciliación. Hubiera sido insultante montarme en la misma puerta del bloque y allí encontrarme con el vecino, recién duchadito y con olorcito a Nenuco, presto para pasear su precioso perro de su no menos preciosa mano. No, eso sí que no. Humillaciones las justas. Sobre todo si es por aquello del deporte.

La aventura no ha durado más de veinte minutos. Yo diría que apenas ha llegado a quince, la verdad. Es que me ha costado pasar de la cuarta pedalada, ¿saben? Y sobre todo me ha resultado duro encontrar un huequecito en este pueblo que no estuviera ocupado por frustrados veraneantes a la espera de un milagro que les alargue las vacaciones, como una especie de cirugía de nueva generación, de ésas que siempre tienen un roto para un descosido.

En cualquier caso, la experiencia ha sido emocionante. No está mal eso de hacer ejercicio físico. Y menos si se trata de un deporte de riesgo. Aunque bueno, ahora que lo pienso, en mi caso siempre resulta un riesgo, y no vean qué riesgo, practicar cualquier tipo de deporte. El dale que te pego no se hizo para mí. Y no te rías, Arturo, que te estoy viendo. Y como me toques la moral, empezaré a dar detalles. Y luego dirás que si la abuela fuma.

P.D.: Esto me recuerda, y esta vez es cierto, una conversación que tuve ayer con mi hermano, el de verdad, no el del relato. También iba sobre bicis. Y también me hizo replantearme si es cierto aquello de que algunas cosas son como dar pedales, que no se olvidan nunca. Como la canción... "lo dudo, lo dudo, lo dudooooooooooo...".

lunes, julio 13, 2009

Un regalo


Que la brisa te conserve azul
tu ilusión,
y tu tesón
por seguir dando lo mejor de ti...
por intentar hacer un camino
más llano
y apartando las piedras de tu "destino".

J.P.R.

martes, julio 07, 2009

Descanso en azul


Iba a escribir que lamento no haber escrito. Pero no. No voy a ponerme ninguna venda, porque no estoy herida.

No lamento nada.

No tengo llagas sangrantes.

No hay hiel que me amargue.

No me duele la vida, aunque siga vistiendo de luto alguna que otra madrugada.

Me tomo mi ausencia como un descanso. Como una manera de encontrarme tras haberlo encontrado y doy por buena mi vagancia porque sé que no es perpetua.

He descansado. O descanso.

Y descanso en azul.



Elefantes, "Azul" (con Enrique Bunbury)

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