Recuerdo un trincherazo que me hizo estremecerme. Fue sólo un trincherazo. Nada más. Una especie de doblez de la muleta contra la pierna contraria a la embestida del toro, pero una doblez en forma de caricia, un movimiento grácil y sereno, pleno de temple, bordado en terciopelo suave y cándido.
No es que fuera lo único memorable de la faena, pero sí fue el momento que recuerdo, que tengo grabado en mi memoria y que, de cuando en cuando, reaparece entre mis neuronas para recordarme dónde están los orígenes de esta carrera de la que a veces despotrico.
Por eso sé que, muchas veces, un trincherazo no es un adorno más, un recurso efectista, un detalle cualquiera en el grueso de una faena; no, en ocasiones, un trincherazo vale por una faena entera. Es lo que sucede con el programa que se reestrenó ayer en Canal Norte Televisión. Sí, volvió El Trincherazo. Volvieron Teófilo Sanz y Manuel Durán. Y lo hicieron para quedarse. Dos lunes al mes, de 20.15 a 21.30.
No pude ver la reentré, porque vivir unos cuantos pueblos más allá hace imposible sintonizar con tan gran muletazo, pero seguro que no me equivoco si afirmo que fue de arte. Y que los aficionados lo agradecieron. Y que lo agradecerán con su fidelidad.
De modo que, toreros, "que Dios reparta suerte".
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