Que levante la mano quien no haya buscado, aunque sólo sea una vez, la felicidad. Una parcelita, siquiera. Ese cachito del paraíso que, se supone –o eso queremos creer–, nos pertenece sólo por haber nacido. Porque, si no, qué sentido tendría pasar los días.
A medida que lo buscas, pudiera parecer que el paraíso cambia de ubicación. Que unas veces está en el amor que te da el de al lado; otras, en la comprensión de una madre; o en un trabajo que te realice –y te aporte una cuantiosa nómina a final de mes–; o en unas vacaciones junto al mar; o en la sonrisa de un hijo. O en una tarde con una amiga. O en una siesta a la sombra de un pino. Yo qué sé.
Pero no. En el fondo, la brújula que nos guía a la hora de buscar el paraíso no tiene otro norte que nosotros mismos. Y eso es lo que transmite el último libro de Jordi Nadal, El paraíso interior (Plataforma Editorial).
De sus páginas subrayaría todo. Señalaría cada esquina. Me aprendería cada línea. O casi. Pero como no tengo vocación de amanuense, dejo, a modo de muestra, unos cuantos botoncitos:
"Hemos de merecer el respeto de los que nos ven cada día" (y esto nos viene que ni pintado a los profesionales de la televisión, por cierto).
"Tenemos un montón de posibilidades, pero es preciso vivir sin angustiarse: necesariamente quedan más cosas fuera que dentro".
"De nosotros no depende el viento, pero sí cómo utilizamos las velas. De nosotros no dependen las cartas que nos da la vida, pero sí cómo las jugamos. De nosotros no dependen algunas cosas que nos llegan, pero sí –siempre– cómo reaccionamos. Nuestro talento es saber qué hacemos con el viento que nos ha sido dado".
Y todo esto, con el valor de los libros como leit motiv de buena parte del discurso de Jordi. Porque los libros enseñan a vivir. Enseñan a sentir. Enseñan a madurar. Enseñan, incluso, a querer. Porque, como dice Nadal, "son tesoros". Y los tesoros hay que compartirlos. No se pueden quedar en uno mismo. Tienen que hacerse grandes.
Por eso Jordi no sólo es escritor, sino también editor. Porque cada libro tiene dentro un tesoro. Y sacarlo a la luz del día, reluciente, brillante, es un ejercicio de responsabilidad. Y de humanidad. Es acercarse –y acercarnos– al paraíso.
Noelia, los libros a mi sobre todo me ayudan a soñar. Es tan bonito.
ResponderEliminarBesos
Salud
Pd. Mucho me temo que acabará el 2009 y seguiremos sin vernos (l@s cuatro)
Has definido bien los libros.
ResponderEliminarTendré que leer el que comentas. La frase "Nuestro talento es saber qué hacemos con el viento que nos ha sido dado" me parece muy acertada.
Un abrazo,
Miguel