El infinito es una muñeca izquierda. Es el vuelo de una tela que envuelve a la muerte entre sus hilos mandones. Es el compás. La cadencia de una sinfonía de susurros. El dolor de la belleza. El placer infausto de saber que algo tan grande ha de morir casi sin haber nacido. El gozo melancólico de un nuevo vaivén de tela y alma que, sin tiempo de curar la llaga del anterior, vuelve a herirte el corazón con el zarpazo penetrante de la verdad más pura.
El infinito era José Tomás al natural. La enfermedad dichosa del sentimiento. Fugacidad eterna que esconde entre la arena de un reloj sin cuerda el misterio de un universo sin espacios.
Fotos: Javier Arroyo / Aplausos |
Que grande eres!!... me ha encantado!!. Enhorabuena pedazo de escritora!1
ResponderEliminarSeguro, seguro que no fui yo quien te contó esas cosas sobre el infinito. Un beso
ResponderEliminarJavi, muchas gracias. En grandeza y sensibilidad creo que tengo bastante que envidiarte. Tus fotos de ese infinito lo retratan a la perfección.
ResponderEliminarChelo, tú me enseñaste el placer que provocan las cosas bien hechas. Y te lo agradezco "infinito".
Besos.
Comparto tu visión del infinito...
ResponderEliminarMuy bonito, al igual que tu libro que acabo de leer. Enhorabuena.
JMR
Muchísimas gracias, Jean M. Un honor.
ResponderEliminarMe ha gustado muchísimo..., me encanta tu forma de escribir y me siento muy orgullosa de tí, pero eso tú ya lo sabes aunque nunca está de más el decirlo.
ResponderEliminarUn besazo guapa!!!
Gracias, madre. Tú siempre al quite.
ResponderEliminar