domingo, septiembre 30, 2007

Como en una película

Nunca he visto la nieve.

Aquella frase me conmovió. No la frase en sí, que era como si yo hubiese dicho “nunca he estado en Nueva York”, sino el modo en que la dijiste. Con esos ojos, cansados de haber pasado toda la noche en vela, oyendo la música de la fiesta. Porque bailar, lo que se dice bailar, no bailaste mucho. No te enfades, pero no tienes pinta de bailón. De hecho, cuando te pusiste a bailar conmigo, me pisaste unas cuantas veces mientras yo pensaba “qué suerte ha tenido mi amiga: su ligue baila mucho mejor que el mío”.

¿Nunca has visto la nieve?

Moviste la cabeza, y esa fue toda tu respuesta. Después vino el beso, un beso casto y puro, pues la pasión inicial ya había pasado de largo. Yo sabía que, si decía eso, me besarías. Aunque en realidad no sé si fui yo quien te besó a ti. El caso es que sabía que habría beso. Porque siempre ocurre lo mismo. Uno de los dos dice una tontería y el otro repite la misma sandez, pero en forma de pregunta; entonces, conmovidos por la comprensión mutua, los dos se besan. Al menos así es la historia en las películas.

Foto: "El beso del Hotel de Ville", de Robert Doisneau.



lunes, septiembre 24, 2007

Confesiones


Yo te estaba esperando.
Más allá del invierno, en el cincuenta y ocho,
de la letra sin pulso y el verano
de mi primera carta,
por los pasillos lentos y el examen,
a través de los libros, de las tardes de fútbol,
de la flor que no quiso convertirse en almohada,
más allá del muchacho obligado a la luna,
por debajo de todo lo que amé,
yo te estaba esperando.
Yo te estoy esperando.
Por detrás de las noches y las calles,
de las hojas pisadas
y de las obras públicas
y de los comentarios de la gente,
por encima de todo lo que soy,
de algunos restaurantes a los que ya no vamos,
con más prisa que el tiempo que me huye,
más cerca de la luz y de la tierra,
yo te estoy esperando.
Y seguiré esperando.
Como los amarillos del otoño,
todavía palabra de amor ante el silencio,
cuando la piel se apague,
cuando el amor se abrace con la muerte
y se pongan mas serias nuestras fotografías,
sobre el acantilado del recuerdo,
después que mi memoria se convierta en arena,
por detrás de la última mentira,
yo seguiré esperando.

Luis García Montero

domingo, septiembre 23, 2007

Lo siento en el alma

Se echa la mano al estómago, pero dice que lo que le pasa es que no siente el alma.

Yo le pregunto qué es eso. Eso de no sentir el alma. O de sentirla. Cómo sabes que la tienes, dónde está, qué señales te envía, dónde te duele, cómo se acaricia.

Y entonces, sin quitarse la mano del estómago, me mira, como con hastío, como si todas las palabras del diccionario no fueran suficientes para explicarme qué es eso de no sentir el alma. Para que yo fuera capaz de comprender cómo se siente. O peor aún, que no se siente. Que no siente nada. Y que la ausencia de sentimiento es peor que el dolor. Peor que el peor de los dolores. Que el más tortuoso de los martirios.

Y me dice, como displicente, que el alma es lo que te ayuda a respirar. Lo que hace que el aire aproveche. Lo que convierte la alternancia entre inspiración y espiración en algo más que una simple función fisiológica mecánica e involuntaria.

Y termina señalándome que no siente el alma porque, aunque respira, parece que se ahoga.

Yo, torpe, sólo puedo decirle que lo siento. Que lo siento en el alma. Y él me dice "qué suerte tienes", me da un beso en la mejilla, se sube el cuello de la chaqueta, da media vuelta y enfila la escalera del Metro abajo para volver a casa. A buscarse el alma. A buscarla.

miércoles, septiembre 19, 2007

Del ruedo a la pasarela

El vestido de goyesco de César Jiménez made in Montesinos está dando más vueltas que el baúl de la Piquer. El madrileño se lo puso para su cita del Dos de Mayo y no hizo nada del otro mundo -casi tampoco de éste-, pero, ya quitado, ojo lo que da de sí la prenda en cuestión: de Las Ventas a Cibeles pasando por vaya usted a saber cuántos otros flashes. Total, lo que se han de comer las polillas, que lo vean las cotillas, ¿no? (Nota al margen: no me digan que Laura Sánchez no tiene torería... para que luego digan que los trajes de torear no son aptos para mujeres).

Fotos: www.las-ventas.com y Juan Echeverría.

martes, septiembre 18, 2007

Cibeles: segunda parte

Desde lo alto del tacón, la vida cobra otro sentido. Será porque se ve desde otra perspectiva. Un poquito más arriba. Poco, pero lo justo como para endiñarnos un chute de emoción.

Así que hoy no se me ha puesto nada por delante a la hora de subirme al andamio. Ni los vaqueros recién lavados -prefiero pensar que me están más justos por obra y gracia de la desgraciá de la lavadora que por los desmanes gastronómicos que me he regalado este veranito-; ni las agujetas por la sesión de gimnasio de ayer -como no se me ponga el culo en su sitio, durito, bien durito, con estas palizas, me cuelgo de las espalderas y hago huelga de hambre cabeza abajo-; ni los cientos y cientos y cientos de metros de tarima que hay que recorrer en Cibeles para apañarse un par de buenos directos. O por lo menos pasables.

Y de esta guisa, cinco centímetros más arriba que ayer -ay, si es que al final va a resultar que el tamaño sí que importa-, he descubierto la primera manicura de diseño que se realiza en una pasarela española -retrasadillos que vamos en esto de la onicofilia- y me he colado en el vestuario de Miguel Palacio para enseñar lazos, faldas, pliegues, cinturones y demás inventos primaverales antes que nadie. (Nota al margen: de Palacio serán los uniformes del personal que "regará" la Expo de Zaragoza y de Palacio también una tienda madrileña de próxima apertura por la que desfilarán sus incondicionales... ¿también Laura Ponte?).

Me ha sorprendido Miguel. Gratamente. Él y su equipo. Accesibles, calmados, serenos, didácticos, organizados y, sobre todo, sonrientes. Muy sonrientes. Y sencillos. Y sin ansia de cámara. Ni de micro.

El aura de los focos le gusta más a Torretta. Es lo que tiene vestir desde hace treinta años a tanta gente sttupenda.

Claro que, para estupendas, así, sin suspiros de más ni letras de menos, las chicas del "Buenos Días". Como muestra, un botón. De los que no se caen ni te dejan con el culo al aire, que conste.

Debuto en Cibeles

No soy modelo. Y eso que doy la talla. Doy la talla y hasta voy sobrada. En todo menos en la estatura, todo hay que decirlo. Tengo IMC (Índice de Masa Corporal) para mí y para regalar a alguna que no se haya atrevido a subirse a la báscula por miedo a que no baile la aguja. Sé andar con tacones -casi me caigo del sofá cuando hace un rato, en "Supermodelo 2007", comentaban que las aspirantes a tal calificativo no saben andar subidas en el andamio... qué mal está la profesión, oiga usted- y no se me da mal combinar la ropa. Mis compañeros de la tele me dicen, para picarme, que soy el colmo de la sofisticación y el glamour del "Buenos Días". Y esto de la moda no me resulta del todo ajeno porque me he pasado media vida entre patrones, telas, hilos, alfileres y máquinas de coser -es lo que tiene tener una madre modista, y de las buenas-.

Sin embargo, nada más poner un pie en Pasarela Cibeles se me ha caído la carpa encima y todo el negro de la pasarela se ha fundido con el negro del conjunto que me he puesto para ocultar el michelín veraniego con una cierta dosis de pretendida elegancia: tanto fashionismo no está hecho para mí.

En mi primer contacto con las altas esferas de la moda, no son las modelos lo que más me ha sorprendido. Ni los diseñadores. Los protagonistas son tal como esperaba.

Me ha sorprendido lo demás. Las ansias de llamar la atención de más de una plumilla, que piensa que porque se estudie el Vogue nada más salir del kiosko y se gaste el sueldo del mes y la paga extra y hasta los extras de los especiales en los "básicos" que proponen para cada temporada y copie el look de las celebrities y se peine como aconseja el estilista de turno y calque el maquillaje que sugiere el publirreportaje del mes, es más que las demás. O es. Simplemente. Como si el hábito hiciera al monje. O como si importase más el atrezzo que te rodea a la hora de contar las cosas que el fondo y la forma de lo que estás contando.

Yo, ante esto, pierdo los papeles. Menos mal que Duyos me pone fácil el primer directo y con Montesinos puedo perderme en términos taurinos aplicados a la moda -aunque el que casi termina perdiéndose de verdad es el propio Francis, corriendo arrriba y abajo por el vestuario mientras yo le perseguía micrófono en mano y el pobre cámara se las veía y se las deseaba para que aquello no pareciera el juego de las sillas, pero con perchas y vestidos-.

Tengo cuatro días más para que se me quite el complejo de "patito feo". Y no pretendo ser un cisne, que conste. Me caló El Diablo viste de Prada y no pienso comer un quesito en todo el día por caber en una talla 32 de unos pantalones que me dejan medio culo al aire y me comprimen arterias, venas y capilares.

Al menos Cibeles sirvió para reencontrarme con uno de mis cámaras predilectos, compañero de fatigas en mis primeros tiempos en Localia y un grandioso profesional que ahora "hace de las suyas" en "Madrid Directo". Un placer, Dani.

domingo, septiembre 16, 2007

Ratatouille

Una rata que quiere ser chef. Un pinche que no sabe lo que quiere, pero que se da de bruces con un éxito que le supera y que no sabe cómo asimilar. Una familia que no acepta las aspiraciones de quien quiere salir del nido en busca de un futuro que, a priori, no está escrito para él. Un crítico amargado, corroído por la bilis que le empapa hasta la más oscura esquina de un corazón que parece no querer tener, porque quizá nunca supo de su existencia. Una cocinera que sacrifica su fama por amor y pone su talento al servicio de un cariño que no esperaba encontrar.

Todo esto es Ratatouille, la última película de animación de Disney - Pixar. Divertida, dinámica, diferente. Mágica. Desternillante, desenfadada, desafectada. Deliciosa. Fresca. Sabrosa. Sencilla pero contundente. Apetitosa. Sustanciosa. Suculenta.

Un plato que deja en el paladar cierto gusto a enseñanza, a moraleja sin moralina: no hay mejor sabor que el que produce el difícil guiso de ser uno mismo.

Correos recibidos (y II)

El otro correo (vía Blanca) me ha hecho reír...

"El cuento más corto y bonito que has leído en tu vida:

Había una vez una muchacha que le preguntó a un chico si se quería casar con ella. El chico dijo "no". Y la muchacha vivió feliz para siempre, sin lavar, cocinar, planchar para nadie, saliendo con sus amigas, tirándose al que le daba la gana, gastando su dinero en sí misma y sin trabajar para ninguno. FIN.

¡¡¡El problema es que de pequeñas no nos contaban estos cuentos!!! ¡Y nos jodieron con el príncipe azul!"

Correos recibidos (I)

Reconozco que las presentaciones de Power Point me superan. Tardan un huevo en abrirse y en muchas ocasiones son chorraditas que no sólo no aportan nada sino que además te "obligan" a seguir la cadena si no quieres que tu vida termine en un minuto y medio, te conviertas en gusano, te hundas en el barro y te persiga una maldición que condenará al fuego eterno a todos tus descendientes, si es que llegas a tenerlos, claro está.

Pero hoy he recibido dos correos que me han hecho sonreír. Uno ya lo conocía, pero no está de más desempolvarlo de vez en cuando:

"Las mujeres somos como manzanas en los árboles... Las mejores están en la copa del árbol. Los hombres no quieren alcanzar las mejores, porque tienen miedo de caer y herirse... En cambio, toman las manzanas podridas que han caído a tierra y que, aunque no son tan buenas, son fáciles de alcanzar.

Así que las manzanas que están en la copa del árbol piensan para sí que algo está mal con ellas, cuando en realidad, ellas son grandiosas. Simplemente tienen que ser pacientes y esperar a que el hombre correcto llegue... aquel que sea lo suficientemente valiente para trepar hasta la cima del árbol por ellas.

No nos caigamos para ser alcanzadas; quien nos necesite y quiera, hará todo para alcanzarnos.

La mujer salió de la costilla del hombre, no de los pies para ser pisoteada, ni de la cabeza para ser superior, sino del lado para ser igual, debajo del brazo para ser protegida, y al lado del corazón para ser amada."

sábado, septiembre 15, 2007

Morir lentamente

Sábado de transición. Llego tarde a casa. He pasado el día haciendo cosas que parecen banales. Cosas que la gente hace todos los días. Cosas que yo misma hago a menudo, pero que hoy parecen nuevas. Nuevas y mucho más reconfortantes. Esto demuestra que en la vida (casi) todo es relativo.

Llego y paseo por mi blogosfera. Hago escala en los puertos habituales y visito alguno que otro nuevo. En el muelle de Victoria encuentro una brizna -¿un huracán?- de felicidad que estos días ha cumplido un año y ella lo celebra con un poema que alguna vez leí y que tenía olvidado, quizá porque la poesía no es lo mío. Se lo advierto en los comentarios: voy a copiarlo. Tengo que darle fuste a este Devezencuandario y alas a mis convicciones, que últimamente no me convencen pero que estoy convencida que resultan del todo convenientes.

Muere lentamente

quien no voltea la mesa

cuando está infeliz en el trabajo,

quien no arriesga lo cierto por lo incierto

para ir detrás de un sueño,

quien no se permite por lo menos una vez en la vida,

huir de los consejos sensatos.

Muere lentamente

quien no viaja,

quien no lee,

quien no oye música,

quien no encuentra gracia en sí mismo.

Muere lentamente quien destruye su amor propio,

quien no se deja ayudar.

Muere lentamente,

quien pasa los días quejándose

de su mala suerte o de la lluvia incesante.

Muere lentamente,

quien abandona un proyecto antes de iniciarlo,

no preguntando de un asunto que desconoce o no respondiendo

cuando le indagan sobre algo que sabe.

Evitemos la muerte en suaves cuotas,

recordando siempre que estar vivo exige

un esfuerzo mucho mayor que el simple hecho de respirar.

Solamente la ardiente paciencia

hará que conquistemos una espléndida “felicidad."

Pablo Neruda

jueves, septiembre 13, 2007

Sonrisas sincronizadas

Llevo la cuenta de casi todo. Sé las fechas de todos los acontecimientos de mi vida. De los que cuentan y de los que no. De los que suman y de los que restan. Y hasta de los que pasan porque sí. Sin embargo, no recordaba cuándo se marchó Carril.

Germán sí. Y ayer, como si presintiera que mi memoria me estaba jugando una mala pasada, me envió un mensaje para decirme que hacía dos años que se nos fue el mito. Y que lo mejor que podíamos hacer era sincronizar una sonrisa para recordarle.

Yo, claro, obediente que soy y facilona para las peticiones de los amigos, estiré los labios como pude, mientras trataba de afinar el oído para escuchar la voz profunda y recia, contundente, del mito de Valladolid, que me decía algo así como "¡Sonríe, pequeña, sonríe!" y acto seguido me recordaba "Pequeña, déjate de chorradas... déjate de chorradas y escribe...".

Escribe... Es una de mis grandes deudas con él. Con él y con alguna que otra persona más. Entre ellas, conmigo misma.

Sé que tengo que intentarlo. Y lo voy a hacer.

No le tengo miedo al fracaso. Sólo a no resultar auténtica. Más: a no ser auténtica.

Porque si algo me quedó bien grabado de Carril fue precisamente eso: el valor infinito de ser auténtico.

Jefe, ahí va otra sonrisa sincronizada. Esta vez, contigo.

P.D.: Umbral le dedicó su columna en la última de El Mundo el 22 de septiembre de 2005. Ojo al parche: "yo, antes que ser Delibes o Cossío, soñaba con ser José Manuel Carril", Umbral dixit. Parece que no exagero cuando hablo de Carril, ¿no?

P.P.D.: La banda sonora no podría ser otra... dedicada especialmente a Rosa, a Chiqui y a quienes, como yo, se han emocionado -y se emocionan, y se emocionarán- con Los Secretos.


domingo, septiembre 09, 2007

Con Los Vivancos



Hay que ver... las cosas que te encuentras por ahí cuando te aburres...

Lo mejor, el "momento Alzheimer" con los nombres de los chiquillos... Bendito sea Dios, qué follón con tanto nombre bíblico...

Aunque tú no lo sepas



... me drogué con promesas y he dormido en los coches... he blindado mi puerta y, al llegar la mañana, no me di ni cuenta de que ya nunca estabas...


¿Estuvo alguna vez? ¿Está ahora? ¿Se decidirá a estar en algún momento?

Geranio de mi alma

Llevo una semana dormitando y ahora soy incapaz de acostarme y cerrar los ojos. Le doy a la tecla sin orden ni concierto y de vez en cuando arrastro el ratón como si creyera que este movimiento me reporta algún tipo de beneficio vital relacionado con una suerte de ejercicio físico.

Ingenua.

Bajo la persiana. No entra fresco, pero llevo un año sin poner cortinas y no quiero que los vecinos me vean con el pelo revuelto. Aún no estoy en pijama. Cuando me acerco al balcón veo que la hierbabuena parece una mala yerba porque hace un par de días que no riego, pero no me apetece coger la regadera porque si me acerco a la cocina voy a terminar pecando con el chocolate y no es plan. La clavellina, en cambio, está imponente. Es la única que sobrevive de las cuatro que compré, y eso que parecía la más pequeña e indefensa. Ya lo dicen los bajitos, que ojo con ellos, que son de armas tomar. Yo también soy bajita pero carezco de autoestima y mi única arma es la pluma, suponiendo que algún día aprenda a empuñarla con esmero.

El geranio tampoco pasa por un mal momento. Tiene muchas flores. Algunas están secándose, pero dice mi madre que eso es normal, que todas las flores se secan, que en lo que tengo que fijarme es en los tallos y en las hojas, y que resulta que los tallos y las hojas están como un toro. O así. Y yo, que de plantas no entiendo -últimamente no entiendo de casi nada-, me dejo llevar y le digo que a ver si mañana me ayuda a transplantarlo, que tanto toro merece una plaza pelín más grande que la maceta raquítica en la que pasa los días el geranio en cuestión, y mi madre me dice que sí, que mañana la transplantamos, y se ríe sin disimulo mientras cierra su intervención con el ya tópico "qué va a ser de ti cuando te vayas".

Yo le digo que no se preocupe. Que yo me voy pero que el geranio se queda.

Y la frase rezuma olor a responso. Como si el geranio fuera mi alma. Con flores que se van secando y con un tallo que parece un toro, no sé si porque la vida le pone los cuernos en cuanto baja la guardia o porque al final termina creciéndose ante el castigo.

sábado, septiembre 01, 2007

"Mi" Día del Blog


Sí, ya sé que el Blog Day fue ayer. Y qué. En mi blog mando yo y yo celebro las fiestas cuando me da la real gana. Esto es la República Independiente del Devezencuando y los días llevan el nombre que a esta dictadora de la tecla se le pone en la punta de la nariz -más mocosa que de costumbre, por cierto-.

Ayer no me apetecía escribir. Anteayer, tampoco. Hoy, no demasiado, pero, por no tener, no tengo ganas ni de acostarme, así que me quedaré aquí sentada un rato. Y, mientras intento que los ojos se me vayan cerrando, le doy un repaso a mi blogosfera habitual para dejar constancia de mis cinco blogs favoritos. Sí, ya sé que debería bucear para proponer bitácoras que estimulen el intercambio de fluidos interculturales -a falta de otro tipo de intercambios, que viva la Alianza de Civilizaciones-, pero bastante tengo con nadar y guardar la ropa, así que dejo las disquisiciones filosóficas para mentes más avezadas y voy con mi Top Five Ciclotímico:

  1. Rosa J.C.: fue mi primera "guía cibernética". Creo que la primera vez que manejé internet fue de su mano, y de su mano también me inicié en esto de la blogosfera. Mi "prima" cada vez resulta más fresca y cercana. Diría también que más comprometida, pero eso es difícil, porque su grado de compromiso sigue siendo máximo desde el principio.
  2. El mundo por montera: Covi escribe como los ángeles, la muy... Eso, la muy afortunada. Me siento muy identificada con los sentimientos que vuelca en sus escritos y me resulta gratificante leer sus textos.
  3. Astrolabio-jsa: recorrer sus posts es casi siempre un ejercicio de lo más saludable para los adictos a la literatura. Sus líneas no sólo resultan vistosas, entretenidas y agradables de leer, sino que también suponen una oportunidad para aprender y experimentar con eso de las letras.
  4. Todas: no voy de feminista progre por la vida, pero sí defiendo la igualdad de género y reclamo una no sé si mayor, pero sí desde luego mejor presencia de la mujer en el panorama mediático. Cuando me acerqué a este blog, lo hice no sin cierto recelo; pensaba que sería una apología del feminismo al uso. Sin embargo, me encontré con un espacio en el que intercambiar informaciones útiles sobre el universo femenino, sin activismos ni integrismos de signo alguno.
  5. A mis 95: la fuerza de María Amelia es del todo contagiosa. Sus ganas de vivir hacen que más de uno tengamos que sonrojarnos por no estar a la altura de esta "superabuela" internauta gallega. Sus admiradores se cuentan por centenares y el número crece día a día. Sólo hay que ver la pasión que despierta entre los medios de comunicación: su nieto se encarga de "colgar" en el blog cada una de las apariciones de María Amelia en prensa, radio y televisión.
Sé que algunos -no, muchos- blogs se quedan en el tintero. Y sé que debería bucear más, no quedarme en la superficie, para enriquecer mi viaje. Pero permitidme que por hoy me dé por satisfecha. Acaba de empezar el mes...

Mi vida en cajas

El mes de septiembre sale corriendo de la madriguera del calendario y me sorprende ultimando mi enésimo propósito de mes nuevo -que, como siempre, nunca cumpliré-. Más bien debería hablar de propósitos, en plural, porque a los consabidos objetivos de no saltarme la dieta, dejarme de perrerías y hacer ejercicio -sí, me he apuntado al gimnasio y sí, me temo que he buscado uno barato, a sabiendas de que voy a tirar el dinero como en las intentonas anteriores-, leer más y vaguear menos o escribir todos los días -joder, si es que me canso sólo de pensar en tanto objetivo por cumplir-, he de añadir ahora el de meter mi vida en cajas.

Tiene su gracia. Te tiras diez o doce horas entre cartón, papel burbuja, cinta adhesiva, tijeras, rotuladores y, sobre todo, mucho trasto y, ¡voilá!, de pronto todo tu pasado aparece de nuevo ante ti reducido a cinco o seis metros cuadrados -muy bien aprovechados, eso sí-, listo para enfilar la pendiente vertiginosa que ha de llevarte hacia un mañana que no sabes por dónde agarrar.

Es algo así como una especie de "Regreso al futuro". Aparecen fotos que habías olvidado, libros que no recordabas haber leído nunca, cartas que quizá debiste haber tirado, porque ahora descubres que se escribieron por impulso, y que todo lo que se escribe por impulso terminar por parecer la más cruel de las mentiras cuando empieza a correr el reloj y la cuenta atrás te empuja hacia delante, con los ojos cerrados, sin mirar a tu espalda, porque pisar de nuevo el camino que has andado no tiene sentido cuando te has propuesto seguir caminando hacia el futuro, sin miedo.

Sin miedo pero con cajas. Con cajas y cajones. Nunca sabes si el pasado, aparte de pesar, servirá para que te apoyes a descansar en mitad del camino.

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