Foto: Javier Arroyo.
No se tocó la coleta porque nunca quiso cortarse un pelo. Quizá por eso se dejó los rizos largos. A medida que le crecían los bucles, le menguaba la cara y se le ensanchaba el alma. Cada vez era más dios y, al mismo tiempo, más humano y más mortal. Sobre todo más mortal. Más consciente de que el último toro podía ser el que tenía delante, o el que saldría detrás, o el que aguardaba mañana. O la semana próxima. O el mes que viene.
Y aun así se la seguía jugando. Porque lo que estaba en juego no era su vida, sino su honor. La búsqueda de la verdad. De la pureza. De la elegancia que aguarda en el filo mismo de la guadaña.
Hoy hace quince años que José Tomás habla con la muerte de tú a tú. En realidad lo hacía desde antes, pero el 10 de diciembre de 1995 dio el paso que cambiaría la historia reciente del toreo. Su alternativa supuso un antes y un después, trajo nuevos aires a la tauromaquia y convirtió cada tarde de toros en una suerte de oda a la verdad.
Pero con los valores supremos como la verdad, el honor o la pureza sucede que no todo el mundo tiene la suerte de poder captarlos. Los tienen ante sus narices y los confunden con arrogancia, con desprecio por la vida, con insensatez, con cabezonería, con desconocimiento.
No se dan cuenta de que la vida tiene valor porque se opone a la muerte. Y que es tanto más valiosa cuanto más fino es el filo que las separa.
Desde luego para quitarse el sombrero!!!. Ole!!..Oda a la verdad de un torero grande. Sin duda está marcando una época en el toreo. Gracias por insertar el video y foto que ilustran tú extraordinario post. Enhorabuena!!.
ResponderEliminarGracias a ti por tus ánimos y por retratar el alma del genio.
ResponderEliminar