Lo de los controladores no tiene nombre. Bueno, sí. Tiene un par de miles de nombres y apellidos de gente que gana una pasta cada mes, disfrutan de un estatus privilegiado y se resisten a perderlo. Y si para ello tienen que cargarse el negocio turístico de una de las fechas más importantes del año, pues se lo cargan. Qué más les da.
En agosto, tras tenernos cogidos por los huevos con la amenaza de huelga, apelaron a su "responsabilidad" -muy grandilocuentes ellos- para explicar que no convocarían un paro legal. Cuatro meses después, se olvidan de ser responsables, tiran las leyes por la ventana y se plantan con un boicot que deja 600.000 pasajeros tirados en los aeropuertos, unos cuantos -muchos- millones de euros teñidos de rojo y la vergüenza clavada en la cara de un país que sigue perdiendo credibilidad ante los mercados internacionales -en este caso, el turístico, que es uno de nuestras principales baluartes-.
Ellos -los descontroladores-, mientras, callan. Montan el belén y callan. Desatan la ira y callan. Y se permiten el lujo de llamarnos "hijos de puta" a los periodistas porque no contamos la verdad. Será que no contamos "su" verdad. Que no les seguimos el juego. Olvidan que los periodistas no solemos ponernos del lado de los delincuentes.
Os dejo el vídeo de laSexta Noticias en el que se ve claramente la ira de los pasajeros, que no han podido contener su rabia al encontrarse cara a cara con los que se han permitido el lujo de dejar de controlar los vuelos para controlar su puente.
Huelga salvaje de metro en Madrid, huelga salvaje de controladores en toda España... Algo debe pasar en la legislación para que tantos se permitan tanto salvajismo. Al final sólo queda el descrédito de lo público: escuela, televisiones, transportes... Y el que siembra vientos recoge tempestades.
ResponderEliminarqué de acuerdo estoy contigo. Ayer me lo preguntaba. ¿Por qué no damos sus razones, por qué los medios obviamos explicar su postura?
ResponderEliminarY al final, acaba saliendo la decencia del profesional de a pie, del que tiene unos ideales, incluso una ideologia, una subjetividad que ha de basarse en la honestidad.
Y la respuesta venía sola, no puedes permitir que ofrezcan razones quienes no quieren saber las razones de todo el mundo para estar en contra de ellos.
Los controladores no deben saber que los mortales a quienes machacan, los mismo que pierden los trabajos con despidos procedentes por cosas más nimias que una huelga salvaje, y que además les pagan el sueldo, estamos en su contra.
Y como, siempre, han creído que los medios de comunicación azuzamos a la gente contra ellos. Gran error, por cierto el que cometen unos niñatos que en lugar de sentirse unos privilegiados se sienten unos dioses.
Cuando toda una sociedad (tan plural, tan extraña como la española) clama contra unos pocos, el problema tal vez sea de unos pocos que quieren jubilarse a los 52, en lugar de esperar los previsibles 15 años más que le tocará al resto. Por poner un ejemplo de los muchos que podría poner.
Enhorabuena por el brve análisis, Noelia y por hacernos saber qué ocurrió en ese hotel, donde como siempre, los verdugos hicieron lo posible por convertirse en víctimas.
Petrarca: el problema no es el descrédito de lo público, sino la ausencia de valores, de dignidad y de honestidad. Me parece muy bien que la gente reclame lo que considera suyo, pero que lo haga por la vía legal oportuna, pues para eso vivimos en una democracia.
ResponderEliminarPablo: llevabas tiempo sin comentar, pero te has resarcido. Gracias por tu comentario. Yo, como persona y como periodista, entiendo ciertas reivindicaciones de los controladores. Pero verás: resulta que lo que ellos ganan en un mes no lo gano yo en un año y yo tampoco tengo vacaciones ni puedo organizar mi vida porque mi vida es el trabajo. Y por supuesto que no tengo un sindicato que determine quién puede ser periodista o no. Y de jubilarme a los 52 ni hablemos. Y aquí estoy, ganándome el pan. Aunque claro, si yo no vengo a trabajar no se va a caer el mundo. Ni siquiera se iría el informativo a negro.