Hace casi siete años que pisé por primera vez Telemadrid. Me había llamado Miguel Ángel Moncholi para cubrir la temporada taurina en su equipo y no lo dudé: aunque en Localia aprendía, formaba parte de un equipo que rebosaba de ilusión y me sentía valorada (algo poco habitual en esta profesión), creía que Telemadrid era una gran oportunidad para aprender más y para formarme mejor.
No me equivocaba. Allí supe lo que significaba formar parte de una redacción de Informativos, con sus dos "cierres" (o más) diarios. Aprendí a condensar una hora de entrevista en minuto y medio de pieza. Me enseñaron lo que era pensar en imágenes y redactar en función de ellas. Y sobre todo me encontré con un buen grupo de profesionales (cámaras, productores, realizadores, redactores, editores...) de largo recorrido, curtidos en mil batallas y dispuestos a dar siempre lo mejor de sí, lo que incluía tener paciencia y enseñar a los novatos como yo.
Sí, no todo era de color de rosa. Ni todos eran compañeros como los que acabo de describir (sucede en todas partes) ni en ocasiones era fácil sobrevivir siendo personal contratado, algo que entre los representantes sindicales no estaba muy bien visto. Pero cuando terminó la temporada y salí por aquella puerta supe que había vivido una etapa profesional fructífera, que me sería muy útil para el futuro.
Poco tiempo después sonó el teléfono y tras el "ring", la voz de Alipio Gutiérrez. Me quería para el programa "Buenos Días Madrid". Aquello sí que fue el gran regalo profesional de mi vida. Un año formando parte de un equipo que era una gran familia y que tenía como máxima contar en directo lo que estaba pasando, sin colores ni proclamas, porque era la escuela en la que se había curtido su director y que había hecho grande Telemadrid.
Pero aquello también acabó y el contacto que mantenía con algunos compañeros que se habían convertido en amigos me hizo intuir, no sin tristeza, que había asistido a los últimos coletazos de aquella Telemadrid que había entusiasmado a los madrileños, porque era "la suya".
Volví. A la redacción de Informativos. El clima estaba enrarecido y las huelgas eran cada vez más frecuentes. "Salvemos Telemadrid" era un lema constante y ya se empezaba a hablar de un ERE que iba a mermar la televisión pública que pagamos todos los madrileños.
Aquello volvió a acabar. Y tres años después, las huelgas y los lemas han pasado de la advertencia a la indignación, porque, efectivamente, el ERE es ya una realidad y 925 trabajadores (el 80% de la plantilla) se tendrán que ir a su casa después de haber dado lo mejor de su vida profesional en Telemadrid.
Habrá quien diga que es normal, que hay demasiada gente, y que si en el resto de los medios despiden por qué no iban a hacerlo en uno que se paga con el dinero de todos. La diferencia es que un empresario puede hacer con su dinero lo que quiera, pero no parece de recibo que en un medio sostenido con el dinero de los madrileños se deje sin sustento a casi mil familias manteniendo, eso sí, los sueldos de los jefes, ya sin "indios" a quien mandar, aparte de unos pocos afines a la causa que presuntamente escribirán a su dictado.
No voy a entrar en política. Nunca me ha dado de comer ni quiero que lo haga. Pero tampoco quiero que por política casi mil profesionales de la información se queden en la calle.
Todo tiene su final,nada dura para siempre (dice una canciòn) y es que como todas las cosas nada es eterno.Besos deprestiti inpdap
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