Yo llevo días pensando qué hacer con ese tiempo extra. Parece insignificante, pero no está la cosa como para andar desperdiciando presentes. Sobre todo si llegan en forma de indulto de las agujas del reloj, que son crueles y despiadadas, siempre a su ritmo, tic tac, tic tac, sin perdón, sin consideración, y da igual que te quieras bajar, porque allí siguen ellas, tic tac, tic tac, una y otra vez, dando vueltas y vueltas, sin tregua, tic tac, tic tac, y cuando te quieres dar cuenta, el tiempo ha pasado y tú no has sido capaz de hacer nada con él porque ni siquiera has caído en que el tic tac, tic tac, era la sentencia de tu presente.Así que yo ese segundo quiero aprovecharlo. Bien mirado, un segundo puede dar mucho de sí. En un segundo, por ejemplo, se puede dar las gracias. Gracias a todos los que este año, más que nunca, han estado a mi lado, sacándome a hombros de la enfermería cuando el toro de la vida se empeñaba en coserme a cornadas. Gracias a quienes fuisteis fieles a la cita con mis desvaríos ciclotímicos, aunque sólo fuera "devezencuando". Gracias a quienes me regalasteis una sonrisa sin pedir otra a cambio –aunque la esperaseis y la deseaseis–. Gracias a quienes me brindasteis una palabra de aliento. A quienes me enjugasteis las lágrimas. Y a quienes me hicisteis llorar de alegría.
En un segundo, también, puede nacer una historia de amor. Con una mirada. Con dos pupilas clavadas, una en otra, y ensartadas en el hilo de la pasión para siempre –o al menos mientras el tic tac no deje de correr para ellas–. Y con una caricia. Con el tacto de una piel erizada por la emoción, que te vuelve el estómago del revés, te corta la respiración. Con un beso. Con sólo un beso.
Y en un segundo, también, se puede cambiar el chip. Se puede dejar de ser agorero para asumir que sí, que 2009 no parece que vaya a ponérnoslo fácil, pero que en peores plazas hemos toreado, y que tenemos valor de sobra para lidiar con las embestidas de un burel que sale a la plaza cual manso pregonado pero, quién sabe, puede terminar por hacer el avión en la muleta de la esperanza. La de cada uno.
Así pues, como diría mi amigo Emilio, feliz segundo nuevo. Y, después, cómo no, FELIZ AÑO 2009.












