Aparicio

He visto la imagen no sé cuántas veces, fija, en movimiento, ralentizada, requeterralentizada, congelada... y, qué quieren que les diga, aún no me acostumbro. Aún se me revuelven las tripas cuando veo el pitón atravesando la boca de Julio Aparicio.

El listo de turno replicará: "Y si tanto te asquea, ¿por qué la publicas?". Pues, sencillamente, porque es noticia. Y no lo digo yo: lo dijeron (casi) todas las portadas del sábado, los informativos, las ediciones digitales de periódicos de todo el mundo... y, sobre todo, los corrillos de la gente por la calle.


Pero claro, luego está lo "políticamente correcto". El buen gusto. La ética. Y los que van dando lecciones de sobriedad informativa, de respeto a la intimidad (¿desde cuándo un torero en el ruedo, ante 26.000 espectadores que han pagado por verle torear y ante miles de personas que ven la retransmisión televisiva, está en la intimidad?) y de tantas otras cosas que me da pereza recordar.

Los que dimos la noticia hicimos lo que teníamos que hacer: informar. Decir lo que pasó, cómo pasó, por qué pasó y qué consecuencias tuvo.

Y, por suerte, esas consecuencias fueron menos de lo que en un principio temió todo el mundo. Una cicatriz en el cuello, una reconstrucción maxilar... y un recuerdo imborrable, que a buen seguro caerá a plomo, como una nube espesa y negra, sobre el ánimo de Aparicio, de su familia y de su cuadrilla.

Por cierto, hablando de la cuadrilla: alguien dentro de ella me dijo que nadie iba a hacer valoraciones al terminar la segunda intervención del torero... y, ¡oh, sorpresa!, Rafael González ha ejercido de portavoz para todas y cada una de las televisiones habidas y por haber. ¿Por qué se gestiona tan mal la comunicación en el toreo?


Foto: Juan Miguel Sánchez Vigil en Larga Cambiada. 
Los vídeos que hice para laSexta Noticias los encuentras aquí y aquí.