domingo, octubre 16, 2011

Brava, amiga

Eres la sonrisa eterna. El brillo incontenible en la mirada. La caricia en el suspiro. El beso mecido en la cuna dulce de tus manos.

Pero bajo el manto de ternura que te envuelve se rebela una mujer valiente. Con esa bravura que solo cabe demostrar cuando toca luchar a muerte por la vida.

Tú lo has hecho. Te has crecido en el castigo. Has mecido la negrura de un mal sueño en el capote grácil de tu valor sin cuento. Lo has arrullado al son de naturales largos y templados, como solo las figuras son capaces de dibujar sobre las arenas movedizas de un futuro incierto.

Y después, llegada la hora de la verdad, has dejado la espada en lo alto, pasándote el dolor muy cerca pero sabiendo darle salida con el toque preciso de una muleta etérea.

Y nos has dejado a todos dibujando en el aire flores hechas de pañuelos blancos, orgullosos de haber presenciado tu gran faena para luego sacarte a hombros por la Puerta Grande de la vida.

Gracias, Natalia. Gracias por ser mi amiga. Y gracias por demostrarme que también se puede ser torera sin vestir de luces.

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