martes, noviembre 01, 2011

Lucía Etxebarria: "No hago literatura con vocación de que nadie me entienda"

Fotos: Javier Arroyo / Prime Time Comunicación

Entrevistarse con Lucía Etxebarria sin haber terminado de leer su libro es como salir de casa con falda de vuelo en pleno temporal: te quedas con el culo al aire sí o sí. Y hacerlo después de saber que selecciona las entrevistas de blogueros en función de la ingeniosidad de las preguntas le pone a uno el plumín al borde de seccionar las venas. ¿Cómo lucirse ante Lucía?

Punto primero: gánate a su perra. Es la primera que entra en La Fugitiva (una de las librerías favoritas de la escritora) y se me sube a las piernas a modo de bienvenida.

Detrás llega ella. Seria. Se sienta y pide café. Lo toma con la leche fría y la he pedido caliente. Apañados vamos. Sacarina.

Saco El contenido del silencio (Ed. Planeta) y Una historia de amor como otra cualquiera (Ed. Espasa), del que tomé buena nota en una ficha de lectura que ahora no va a servirme de mucho. Al menos me los llevaré firmados.

Me mira. Disparo.

—¿Qué contiene el silencio, además de 405 páginas?
—¿Nos saltamos esta pregunta? Es que me la han hecho como 500 veces...

Touché. Reculo y prosigo.

—La considera su mejor novela, ¿por qué?

Bebe café. Me mira. Dispara.

—Pues porque lo es. Hay novelas del principio que, como digo siempre, son mi sueldo Nescafé: se han traducido a otros idiomas y se venden año tras año tras año. No voy a decir que éstas no son buenas porque sería como quitarme el sueldo, pero según vas creciendo y evolucionando adquieres más habilidad narrativa, más sabiduría, más mundo, y eso se nota. A la gente más joven probablemente le van a gustar más mis novelas del principio porque tienen una frescura que ahora no podría mostrar, pero a nivel narrativo una novela como El contenido del silencio no la puedes hacer con treinta años.



"No me hubiera metido a hacer esta salvajada si no me fascinase el tema"

—Además de ese nuevo escalón narrativo, de esta novela cabe destacar un ingente trabajo de documentación.
—A trabajos de documentación ya estaba acostumbrada, por ejemplo, con En brazos de la mujer fetiche, pero es cierto que ese libro no era una novela. He leído muchos libros, he pasado tiempo en Canarias investigando sobre el terreno, seis historiadores han comprobado que no quedase ningún hilo suelto en la narración, pero el trabajo que hay detrás de un libro como este no es una carga: no me hubiera metido a hacer esta salvajada si no me fascinase el tema.

—Cuando uno ya ha escrito lo mejor, ¿de dónde saca la ambición para seguir escribiendo? 
—No sé si otra gente escribe por ambición, pero yo no. Escribir da muy poco dinero en España ahora mismo: mi asistenta cobra más por hora que yo. Escribo porque me gusta. Si fuera por ambición, me dedicaría a la política o a ser concejal de Urbanismo.

—Leo en una entrevista suya que "hay mucho más en lo que no se dice que en lo que se dice"... y no es usted precisamente de las que se callan.
—Lo secreto es lo que define a una persona. Aquello de lo que uno se avergüenza, lo que no puede contar es lo más fuerte de su vida. Muchas veces es secreto porque no se puede contar, como sucede en el libro; otras veces, porque a la persona en cuestión le hace daño y otras veces porque se trata de algo tan valioso que no se puede compartir con cualquiera.

El contenido del silencio está ambientada en Canarias, la comunidad autónoma donde más sectas se concentran. ¿Por qué? ¿Qué la hace tan atractiva?
—Primero, hay mucho trasiego de gente: si metes en un avión a cuarenta guiris que van a Canarias no llamas la atención; de hecho, muchas sectas en Canarias son alemanas. Por otra parte, hay muchas casas perdidas en Tenerife, La Gomera..., donde una secta puede pasar inadvertida. Y además, en las islas hay muchos avistamientos de ovnis, mucha tradición de magia, y eso hace que sea más fácil convencer a alguien de que un ovni va a ir a buscarle al Teide que a Berlín.

"El sistema de captación en una secta es muy parecido a la seducción amorosa"

—Después de tanto tiempo investigando sobre sectas, ¿ha descubierto algo que le haya sorprendido más de lo que esperaba?
—En el libro hago un paralelismo entre las relaciones destructivas, los sistemas totalitarios y las sectas, que funcionan exactamente igual. En este caso concreto la secta está relacionada con el régimen nazi (que también podría haber sido el de Mao o Stalin, porque los efectos terminan siendo los mismos) y las relaciones personales. Me inspiré en un testimonio real, en el que queda claro que el sistema de captación en una secta es muy parecido a la seducción amorosa: primero hay un captador, que puede ser un sacerdote o un psicólogo (ahora es muy común encontrarse con gente que se va a desintoxicar y se encuentra con un falso psicólogo, sacerdote o gurú): esta persona te seduce como lo haría en una relación amorosa, diciéndote eso de "qué maravilloso eres, qué potencial tienes, nuestro amor es más grande que...", y después siguen haciendo lo mismo que haría un maltratador: cortar tus lazos con tu círculo familiar y de amigos.

—¿Estamos sometidos a una manipulación cotidiana más difícil de detectar que la de las sectas o la del maltrato?
—El mobbing en el trabajo está a la orden del día, el acoso escolar infantil cada vez es más grande porque los niños imitan lo que ven y estamos en una sociedad que legitima mucho el acoso: en la televisión encontramos verdaderos ataques a gente en un plató y se legitima esa actuación como algo normal. Pero esto no es nuevo: desgraciadamente la historia de la humanidad es la de gente que domina a gente. El ser humano es una langosta depredadora que se carga su hábitat, el peor animal que hay, el único que puede destrozar a sus congéneres de forma sistemática. La potencialidad para ser un destructor existe en todo el mundo, aunque yo espero haberla encarrilado por otro camino.

—En su libro leo: "No te prometo felicidad porque la felicidad es un palacio del que no se puede entrar ni salir, un lugar sin historias y sin viajes". ¿Sería capaz de vivir encerrada en un palacio a cambio de felicidad?
—El concepto de felicidad que nos venden ahora no existe. La felicidad constante es imposible: hasta la persona más feliz puede sufrir una enfermedad, la pérdida de un hijo... Lo que existe es un estado del alma (como ya lo decía Aristóteles), en el que puedes enfrentarte a las desgracias con más o menos victimismo. La persona más resistente es la que tendrá más capacidad de disfrutar la felicidad. Pero la idea de que se puede disfrutar de una existencia plenamente feliz como la que nos venden en las revistas del corazón es imposible y, además, muy peligrosa. Solo leo revistas del corazón cuando voy a la peluquería y, como puedes ver, no voy mucho (se señala las puntas y las raíces), para gran escándalo de mi peluquero; cuando las cojo muchas veces veo a tal o cual famosa enseñando una casa que sé que no es suya... ¡porque luego la ves repetida en otra revista, posando otra persona! Y luego está cuando dicen: "Fulanita ha rehecho su vida". ¿Qué pasa, que si no tienes pareja tu vida está deshecha? Me parece muy peligroso, porque hacen que aspires a un mundo de presunta felicidad rosa, un palacio sin puertas ni ventanas, que no es real. No voy a decir que sea plenamente feliz, pero creo que he desarrollado una capacidad para aguantar cosas que otro no aguantaría. Y no soporto el victimismo: me pone muy enferma y creo que es destructivo para la persona victimista y para quienes están alrededor.

—¿Y qué cosas ha tenido que aguantar que otro no aguantaría?
—De mi vida personal no voy a contar nada.

—Preguntaba sobre todo por el mundillo literario.
—Básicamente machismo y acusaciones constantes de plagio constantes por las que nunca me han condenado, mientras que otra gente que sí ha sido condenada y ha tenido que pagar por plagio consigue que no se hable de ella.

—De usted hablan constantemente en Twitter, Facebook... por no hablar del famoso troll que la trajo por la calle de la amargura. ¡Y ahí sigue, dándole a la tecla en la Red!
—En Twitter el 50 por ciento de la gente te dice que te adora y el otro 50 te aborrece, pero en el fondo me da igual, porque son personas a las que no conozco de nada. Por otra parte, el que se pone pesado por Twitter no va a buscarte: yo realmente me asustaba cuando llegaba a mi casa y veía apostada en el portal siempre a la misma persona, o cuando otro me perseguía por las conferencias.


"ETA se rindió fingiendo cierta dignidad que ya no les quedaba"

—Siendo vasca (aunque nacida por casualidad en Valencia) y habiendo estado amenazada por ETA, no me resisto a preguntarle cómo se le ha quedado el cuerpo después del comunicado en el que la banda terrorista anunciaba el cese definitivo d ela violencia.
—Se sabía que desde hace dos años había parado el acoso, que ETA estaba destruida. No se han rendido gentilmente: han hecho un paripé de que dejaban unas armas que ya no tenían, porque no tenían estructura, ni apoyo, ni dinero... Se rindieron fingiendo cierta dignidad que ya no les quedaba.

—Usted lo resumió en su Facebook diciendo que eso había sido como la típica ruptura de "No me dejas tú, te dejo yo". 
—Exacto, la reacción de novia despechada. Alguien que vive allí lo ve: ya no había algaradas, no quemaban cajeros, no veías pintadas ni carteles en la calle, no tenían el apoyo de Segi... Se notaba muchísimo: ETA llevaba dos años muerta, aunque en Madrid haya sectores a los que les interese decir lo contrario.

—Otra cita: "La verdad, una vez asumida, aplaca la angustia de vivir con el constante miedo a que nos atrape. Cuando todo se ha perdido, todo se ha ganado". ¿Ha perdido mucho Lucía Etxebarria?
—A mí me ha pasado eso de verme sin un duro, sin novio, tirada... Si tienes algo que perder, tienes miedo y haces muchas tonterías por no perderlo. Las únicas veces que consigues que alguien haga algo por ti es cuando, tristemente, te importa un comino. En el trabajo igual: te empiezan a respetar cuando has pactado irte a otro lado. Suena a libro de autoayuda eso de que la crisis nos va a hacer cambiar las cosas para bien, pero es cierto: va a cambiar muchos hábitos de consumo. Ese ponerse marcas e ir hecho un escaparate, el exhibicionismo rancio, va a desaparecer. Y es verdad que vivimos una crisis muy grande, pero cuando sales fuera te das cuenta de que, por muy mal que nos vaya, aquí no nos vamos a morir de hambre. Los momentos duros suelen ser buenos.

"Esperanza Aguirre es un animal político muy inteligente"

—En esta intensa campaña de marketing que usted misma hace en las redes sociales se ha sorteado en Facebook. Antes de saber el ganador de la cita a cena y marcha, figuremos tres premiados imposibles. ¿Cómo se le quedaría el cuerpo si apareciera Esperanza Aguirre?
 —Sería imposible... [risas]. Políticamente no comulgo en absoluto con ella, pero sé que es un animal político muy inteligente. Podía quedar perfectamente a charlar con ella sin ningún tipo de problemas. Y además de inteligente es bastante educada, que para algo es una Gil de Biedma.

—¿Y Martín Garitano?
—Es que menciona a gente con la que ya he hablado. Yo me siento capaz de hablar con cualquier persona siempre que se mantengan las formas. Incluso me he hecho fotos con Alicia Sánchez-Camacho: no tengo el menor problema en hablar con quien sea. De hecho, me resulta muy interesante hablar con gente con la que no tengo nada que ver.

—¿Y si tuviera que compartir mesa, mantel y copas con José Tomás? 
—[Silencio. Corto] A mí me cuesta mucho entender a un torero. Vuelvo a decirle que puedo hablar con cualquiera y que me gustaría ver la otra parte, pero me cuesta más entender a un torero que a Esperanza Aguirre. No entiendo cómo alguien puede matar a un animal a sangre fría. Yo he ido a los toros y ahí, cuando lo vi de cerca, me convencí: me puse enfermísima. Pero puedo hablar con personas de cualquier tipo: mientras no me insulten ni me agredan, yo no insulto ni agredo. Y precisamente por eso puedo hacer estos libros, porque a mí todo el mundo me cuenta su vida. Tengo mucha pinta de "cuénteme usted su caso". Tengo fama de agresiva pero no lo soy lo más mínimo.

—¿Y de dónde viene esa fama?
—Porque sorprende ver a una mujer en este país defendiendo según qué posturas, sobre todo sola.

—Ha ganado el Premio Nadal, el Planeta y el Primavera de Novela, tres de los máximos galardones literarios en España. ¿Qué le queda?
—¡El Nobel! [risas]. No es ninguna tontería: para aspirar al Nobel te tienen que haber traducido al sueco y hablar en la Kulturhuset, y ambos requisitos los cumplo. Tendría que tener ochenta años para que me lo dieran, pero como me quedan treinta y cinco... Ahora en serio: estoy muy orgullosa de los premios que me han concedido (y además tengo un premio italiano y un doctorado en la Universidad de Aberdeen, en Escocia), pero prefiero tener lectores a que me dé un premio la crítica. No hago literatura con vocación de que nadie me entienda, sino con vocación de comunicar. Y creo que puede haber alta literatura best seller: Flaubert, Dostoievski, Galdós, el Quijote... Hasta ahora todos los grandes libros eran superventas. Muy pocos escritores que no fueran cabalísticos escribían con vocación de que les leyeran unos pocos. Esta idea del artista torturado es muy moderna pero no la comparto. No puedes desautorizar algo solo porque venda.

—Nada más abrir El contenido del silencio vemos un poema de Odette Alonso titulado "La visión". ¿Es usted una mujer de visiones?
—Sí, por supuesto, sí. Que cada cual lo entienda como quiera.

Publicado en Diariocrítico.

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