El futuro huele a naftalina. A sobres de lavanda con los que perfumar las chaquetas que has cambiado y no te atreves a tirar. Fuera hace mucho frío y es posible que haya que tunearlas para sacarlas a pasear en un momento dado.
Lo vintage está de moda y los que mandan quieren hacernos el lío sacando del armario las reliquias de la abuela. Que si González, que si Guerra. Que si qué miedo da la derecha. Que viene el lobo. Uh. Un poco más y vuelve Guerra a lo de que a España no la va a conocer ni la madre que la parió. Ahí anduvo poco hábil, porque pudo haber presumido de dotes adivinatorias: su profecía se ha cumplido y a España no la conoce nadie, ni la quieren conocer.
Pero una cosa es el revival y otra muy distinta la ropa vieja, ese plato exprés, a modo de faena de aliño, hecho con la carne que sobraba del cocido. Un apaño de última hora. Una manera de llenarse el estómago cuando no hay otra cosa mejor que llevarse a la boca. Y eso es lo que andan haciendo los políticos que quieren gobernarnos: a falta de Zapatero, ejercen ellos de remendones. Ay.
ZP, mientras, apura sus últimos días al timón de la patera dando palmas a los jetas que se gastan un millón de euros en decirnos que no está el horno para bollos. Ni siquiera para biscotes integrales. Que toca apretarse el cinturón y reducir el déficit para dejar de "crecer en negativo". Como si se pudiera crecer de otro modo que no fuera para arriba.
Filibusteros del lenguaje, trapichean con las bocas de millones de personas que dependen de su antojo para seguir teniendo qué comer mañana. Hablan de rescates como si fueran el SAMUR y esconden que lo único que les interesa del que levanta el brazo en mitad del mar embravecido es que pague lo que debe para que ellos puedan seguir durmiendo a pierna suelta en camas de 30.000 euros la noche.
Noches de blanco satén para los que nos metieron en el túnel negro de una pesadilla que se suda despiertos: la de temer que el futuro haya dejado de ser una oportunidad para convertirse en amenaza.
Publicado en Madrid2noticias.
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