Michel Rostain, por Martine Rostain. |
Un padre no se queda huérfano cuando llora sobre el hombro de su hijo la muerte del abuelo. El padre es huérfano cuando pierde a su hijo. Es, de algún modo, una forma de perder el mundo. De quedarse sin un pedazo de vida. Y el pedazo en cuestión puede serlo todo.
Ese dolor, esa orfandad paternal, es el tema de El hijo (Ed. La Esfera de los Libros), debut literario del director de ópera Michel Rostain, que ganó el premio Goncourt 2011 a la primera novela con una historia que, sin dejar de ser desgarrada, tira por momentos de un humor que no llega a ser negro pero tampoco se queda en la medianía del gris.
Basada en la historia real de la muerte de su hijo, Rostain explora con una sencillez tan sutil como descarnada el proceso de duelo de un padre que pierde a su hijo de una enfermedad fulminante. Los porqués, los "cómo no me di cuenta", los "tenía que haber disfrutado más de él" convierten el duelo en una conversación inaudita con quienquiera que dirige los hilos de nuestras vidas y, en última instancia, hacen de la narración un diálogo interior en el que se cuece la esencia de la fugacidad humana.
-Escribe el libro en primera persona, adoptando la voz de su hijo. ¿Por qué ha querido ponerse en la piel ajena para narrar el dolor propio?
-No habría hablado del dolor si no fuera porque me llegó la voz de otra persona. Mi dolor es mi problema personal, no le resultaría interesante a nadie, excepto a mis íntimos. No tengo necesidad de contarlo en público, no tengo ganas de celebrarlo ni de demostrar lo horroroso que es perder a un hijo. Tengo la suerte de no estar alimentado por esa energía negativa. Si no hubiera encontrado esa voz que habla del dolor de un padre desde fuera, jamás hubiera escrito este libro. Mi hijo murió, eso es un dolor verdadero; mi hijo murió, eso no es ficción, desgraciadamente. En la novela, un hijo muerto habla a su padre, le consuela, se ríe de él... eso es ficción. En ese sentido, me ha resultado un placer escribir esa ficción.
-Confiesa que, además del libro, le ha ayudado en el duelo la música. ¿Qué piezas escogería como banda sonora de esta novela?
-Yo, Michel Rostain, cuando estoy perdido, toco a Bach en el piano. Bach es mi columna vertebral musical, me ayuda a mantenerme en pie. Ese soy yo. Realmente no sé qué banda sonora escogería. A veces me he planteado que, si algún cineasta quisiera hacer una película de mi libro, le dejaría elegir a él, no le daría ningún consejo. Yo he escrito el libro y no me siento capaz emocionalmente de ocuparme de otras cosas, ni siquiera de la música.
-Escribe: "Cada día de vida es como una decisión de seguir viviendo". ¿Escribir este libro era también una manera de decidir que había que continuar?
-No, al escribir ya estaba viviendo. Con la escritura de esta novela viví un momento de calidad, y si este libro les permite también a los lectores vivir un momento de calidad, es fantástico.
-A lo largo del libro late el remordimiento y la culpa. ¿Es el peor sentimiento para un "padre huérfano"?
-Cada vez que se muere alguien cercano, la pregunta que nos hacemos es si hemos vivido bien con esa persona. Es raro que, mientras vive, nos planteemos la calidad de nuestra convivencia. Pero, una vez que desaparece, nos preguntamos si hemos conseguido la plenitud en nuestra relación con ella. Es un deslumbramiento, porque nos damos cuenta de que no todo ha sido perfecto. En ese momento, pueden llegar los remordimientos. Un padre "huérfano" es en el fondo distinto, porque es contra natura: hubiera tenido que morir antes que su hijo, pero cuando ocurre al contrario resulta inconcebible, y lo que explicaba antes se multiplica. Perder a un hijo es seguramente el dolor más grande que se pueda imaginar y soportar. Todos los padres temen que sus hijos mueran y no lo pueden aceptar. Pero todos los días ocurre. Es un horror y punto.
-Las fotografías también tienen un papel importante en la narración. ¿Prefiere una cámara de fotos a una libreta?
-No soy buen fotógrafo, aunque me hubiera gustado mucho serlo. También me hubiera gustado ser un gran pianista, pero no lo soy. Si tuviera que elegir entre el piano y la pluma, no sabría que contestar, pero ante la fotografía, prefiero el cuaderno.
-"Son inmensos esos momentos de nada", escribe. ¿La muerte le ha ayudado a ver una nueva dimensión en lo cotidiano?
-Este libro no es una filosofía de la vida, no he pretendido que lo sea. Cada vez que hablamos de la muerte queremos hacer una filosofía de la vida, pero no he pretendido dar lecciones de vida, es esto es una novela. Y como cualquier novela, nos permite disfrutar de momentos de emoción y de reflexión. Y, a lo mejor, nos da caminos filosóficos de vida. Un libro nos da realmente más fuerza de vivir que ideas sobre la vida. Este no es un libro filosófico sobre la desesperanza, la tristeza, la muerte, pero hay momentos de desesperanza, de tristeza, de muerte. Si el lector encuentra energías que le alimenten, me siento orgulloso no solo como escritor, también como ser humano.
-¿En qué se parece escribir una novela a dirigir una ópera, si es que se parece en algo?
-No sé. Oh, la, la, la. Sobre esto podría escribir un libro. Escribo mucho para dirigir una puesta en escena. Escribiendo doy vueltas alrededor de un tema y cuando dirijo hago lo mismo. Descubro la esencia cuando he terminado de dar vueltas alrededor del tema en cuestión. Ese es mi trabajo cotidiano. En la escena, yo no digo cómo van a ser las cosas, es algo consensuado con los actores y el equipo. Pero en el libro estoy solo. Poco a poco voy viendo con mis personajes cómo se va formando el relato final.
-En el libro menciona también su cercanía al psicoanálisis. ¿Escribir estas páginas ha sido como acudir al psicoanalista?
-No. Yo quería escribir y he escrito una vez que he podido, no como terapia sino porque tenía una historia, tenía una música que me condujo al especial ángulo de esta novela. Lo pude escribir porque ya estaba "curado".
-¿En algún momento ha sentido, mientras escribía, que asaltaba la intimidad de su hijo?
-No. Este hijo está completamente inventado. Es el hijo que el libro cuenta. El hijo que hay aquí. Me emociona mucho que los lectores hayan encontrado un personaje como Lion o el amor del padre hacia su hijo, pero no es real.
Publicado en Diariocrítico
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