lunes, enero 03, 2011

El difícil guiso de ser uno mismo



Entre compras y calorías, este comienzo de año se hace más pesado de lo deseable. Y no hay piña que valga para hacer que fluyan los líquidos.

Menos mal que, tras el atracón de Visa, una encuentra un pequeño oasis en películas inesperadas, como Ratatouille. La vi en el cine y ahora la repaso en Antena 3, casi de casualidad, agazapada entre la manta y soñando que el tacto de las teclas se asemeje al de una piel que anhelo habitar. Supongo que queda menos.

Y mientras, como me encanta plagiarme a mí misma, recuerdo lo que escribí cuando vi la historia de Remy en la gran pantalla.




Una rata que quiere ser chef. Un pinche que no sabe lo que quiere, pero que se da de bruces con un éxito que le supera y que no sabe cómo asimilar. Una familia que no acepta las aspiraciones de quien quiere salir del nido en busca de un futuro que, a priori, no está escrito para él. Un crítico amargado, corroído por la bilis que le empapa hasta la más oscura esquina de un corazón que parece no querer tener, porque quizá nunca supo de su existencia. Una cocinera que sacrifica su fama por amor y pone su talento al servicio de un cariño que no esperaba encontrar.

Todo esto es Ratatouille, la última película de animación de Disney - Pixar. Divertida, dinámica, diferente. Mágica. Desternillante, desenfadada, desafectada. Deliciosa. Fresca. Sabrosa. Sencilla pero contundente. Apetitosa. Sustanciosa. Suculenta.

Un plato que deja en el paladar cierto gusto a enseñanza, a moraleja sin moralina: no hay mejor sabor que el que produce el difícil guiso de ser uno mismo.

2 comentarios:

  1. Es una peli muy chula!!...me ha gustado mucho...y espero que esa piel sea suave!!..

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  2. Yo me he quedado frita... ¿La piel? A ti te lo voy a contar...

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Gracias por contribuir a este blog con tus comentarios... pero te agradezco aún más que te identifiques.

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