jueves, enero 12, 2012

#somoshaiti

Pocos entornos son tan solidarios como la blogosfera. Sueltas una idea para ayudar en la Red y se propaga como la pólvora, como una especie de peste que huele bien.

Hoy, cuando se cumplen dos años de la tragedia que asoló Haití en forma de terremoto, los bloggers estamos llamados a no dejar caer en el olvido tanto dolor con un simple post y el hashtag twittero #somoshaiti.

Hoy, dos años después, desempolvo esta historia que publiqué en su día bajo el título "Entre dos vidas" y que me llegó a las vísceras:




Le hicieron elegir entre dos vidas. A él, que vive para esquivar la muerte. Que ha cruzado un océano en un vuelo de urgencia para intentar tapar con un grano de arena un agujero negro de dolor, convencido de que un grano, sumado a otro grano, y a otro, y a otro más, quizá no ponga puertas al campo, pero al menos alivia el alma.



Y llega allí, allí donde una niña queda atrapada por no sé cuántos kilos de escombros y por el cadáver aún caliente de su madre. Sí, de su madre. Atrapada por el peso muerto de aquella que le dio la vida. Y él llega, llega allí con sus compañeros, y empieza la operación, con mucho cuidado, que es de alto riesgo, y suda, y hasta tiene ganas de llorar al ver el rostro de esa niña hundida en la miseria y ya casi agonizante. Sabe que la puede sacar. Lo sabe. Va a salvarla. Va a hacer de la tragedia milagro. Sólo le queda una hora. Una hora más.

Sin embargo, los tiros rompen el silencio de la noche y el peligro se hace más patente que las montañas de cadáveres. Los soldados de la ONU les dicen que salgan de allí. Si se quedan más, esa hora más que necesitan, pueden no salir con vida. Ni la niña ni ellos. Nadie. Aquello es una guerra de saqueos. Un tiro a cambio de una botella de agua, quizá. Cuando la tierra se abre y te atrapa en sus entrañas, la vida no vale más que eso. Que una botella de agua. O un cacho de pan.

Vamos, vamos, nos vamos. "Elegid: o la vida de la niña o las vuestras".

No quiere elegir. La vida no debe elegirse. Pero sabe que, si él y sus compañeros se quedan allí, muertos a balazos, habrá otras muchas niñas, atrapadas por otros muchos cadáveres, que no podrán contar con su ayuda.

Y la tierra seguirá tragándose la muerte. Y habrá que seguir eligiendo, se teme.

Y no podrá llorar. No queda tiempo. Ni fuerzas.

Foto: Reuters.

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