Hubo un tiempo en que me gustó Paco. Bien mirado, eso no tiene nada de particular. A mí me han gustado casi todos los chicos del pueblo, y Paco nos gustaba a todas. Era tan... no sé... nos entendía tanto... y tan bien... En todo momento sabía cómo tratarnos, y cuando íbamos de marcha al mismo pub de todos los días y pasaba la chinita de rigor con las rosas podridas a cuestas, Paco siempre compraba una para regalárnosla a las siete chicas que componíamos el grupito. No, no era un roña. Es que no le llegaba la paga para todas.
Yo todavía tengo una rosa de aquéllas. En realidad, la única que me propuse secar. Es que siempre he sido un poco dejada para cuidar las plantas, he de reconocerlo. Pero, no sé por qué, quise conservar aquella florecilla. Y ahí la ven ahora, en una especie de florerito, de ésos de los veinte duros –bueno, ahora un euro, que la vida ha subido junto con el IPC-, con el rojo pasión convertido en negro... bueno, casi negro, y cada día más pequeñita. Si sigue menguando, un día de estos desaparecerá. Aunque, como tengo el escritorio lleno de papelajos y trastos, puede que no me dé ni cuenta.
Pues eso, que Paco me gustaba. Y durante algún tiempo pensé que yo a él también. Mira si seré ingenua. Tengo un ojo clínico para esto de los amores correspondidos, especialmente si se trata de mí. Hubiera estado gracioso: un gay saliendo con una loca de la carretera disfrazada de caperucita roja moderna. ¿Se imaginan? Mejor que el Dúo Dinámico, mucho mejor. Y sin chalecos.
Ahora Paco ha cambiado mucho. Yo no tanto. Él ha sentado la cabeza, como casi todos los que salíamos juntos en los primeros años de carrera. Vive con Pablo, un chaval de Sitges que se vino a Madrid porque quería ser actor y terminó de teleoperador en el servicio de atención al cliente de no sé qué compañía de telefonía móvil. Como no le pagan mal -porque logró ascender, el tío-, han empezado a comprarse un pisito en Fuenlabrada, muy cuco él. Pablo trae el dinero a casa y Paco hace de marujilla. Y se le da bastante bien, por cierto. Cualquier día le propongo adoptarle por una semana, a ver si me arregla la vida con sólo ordenar el armario de la cocina.
Continuará...
Muy interesante la historia. Espero la continuación.
ResponderEliminarBesos.
Gracias, Ricardo. Espero actualizar pronto.
ResponderEliminarBesos.
gays... son fabulosos. He de reconocer que es obligatorio tener alguno cerca, te dan otro punto de vista a las cosas.
ResponderEliminarMusa.
Bueno, hay de todo. También conozco muchas "locas" poco recomendables, la verdad...
ResponderEliminarBesotes.
jajajjaja, gays y todo ¿no?
ResponderEliminarEso, gays locas... y locas sin más...
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