Despedidos porque sí

De buenas a primeras, sin ningún motivo, 500.000 trabajadores se quedaron compuestos y sin trabajo en 2009. Su empresa los puso de patitas en la calle sin dar ningún motivo. Lo ha hecho público Marcos Peña, presidente del Consejo Económico y Social.

El asunto podría parecer "sólo" indignante si no fuera porque eso de no dar explicaciones deja a los trabajadores con la mosca detrás de la oreja ante la reforma laboral recientemente aprobada. Si hay despidos que no se explican y no pasa nada, ¿qué pasará cuando el empresario aluda a "sus" razones para justificar otros despidos y ahorrarse unos cuantos miles de euros en indemnizaciones?

Porque precisamente ese aspecto, el del despido objetivo, es el que tiene en pie de guerra a muchos colectivos sindicales -y no sindicales-, que no ven con buenos ojos cómo el famoso decreto establece que, si una empresa prescinde de sus trabajadores porque "objetivamente" no puede mantenerles, la indemnización del trabajador pasa a ser de 20 días por año trabajado en lugar de los 45 del despido improcedente que se venía aplicando en la mayoría de los casos hasta ahora.

¿Problema? Que la objetividad depende del color del cristal con que se mire. O, como escribe hoy Almudena Grandes en El País, "La objetividad sólo existe en el terreno de las intenciones". O sea, que para un empresario puede ser muy evidente que su empresa está en ruina y no puede mantener a los trabajadores, mientras que para cualquiera que eche un vistazo a sus cuentas se trata sólo de un pequeño bache que no justifica ningún despido.

El ministro Corbacho, habituado a salir al paso de cualquier rifirrafe conceptual, ya ha puesto los puntos sobre las íes: dice que el despido objetivo sólo se refiere a empresas en peligro. Pero... ¿qué será para él una "empresa en peligro"?

Vía Quierocrédito, por una servidora.

Imagen: Pasar a mejor vida.