La guerra de los vídeos entre PP y PSOE tiene un aspecto positivo -al margen de que aparente ser una pelea de patio de colegio, impropia de los dos principales partidos políticos españoles-: ha otorgado valor añadido a la profesión de documentalista.
Ya imagino el cartel: "se busca documentalista, con amplia experiencia en manejo de fuentes audiovisuales y manipulación de las mismas. Absténgase quien no distinga Medellín de Bollullos y aquel a quien no le salgan las cuentas de los años que nuestros adversarios políticos pasaron en sus respectivos cargos. Se ofrece condición de becario precario en nuestra televisión web, así como un ejemplar de La Desinformación firmado por nuestro ínclito mandamás".
Por el momento, parece que ni unos ni otros han buscado bien -aunque Miguel Ángel Rodríguez sale al paso con una excusa propia de quien no ha llegado ni al minuto cinco del vídeo, porque se le cita como portavoz del Gobierno en noviembre de 1997, no en septiembre de 1998, como declara en su "defensa"-. Los errores -dicen- son de bulto.
Me pregunto qué pensaría de esto mi antiguo profesor de Documentación... pero voy a dejar de preguntármelo, porque soy tan indocumentada que ni siquiera recuerdo su nombre.
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