Sufro una especie de empatía patológica que me lleva a implicarme con casi todo tipo de materias sobre las que hablo o escribo. O sea: que si hago un reportaje sobre el centenario de los scouts, me dan ganas de colgarme el pañuelito al cuello; si la materia en cuestión son los gazpachos dulces, me pongo a la tarea nada más diviso la Thermomix cuando llego a casa; si toca aquaspinning -zapping incluido-, me apunto a la cuestión y me tiro dando pedales dentro del agua hasta que mi vagancia me devuelve a la quietud de mi vida ordinaria.
Ayer me sucedió con el campeonato Europeo Junior de Baloncesto. Tocó directo de actualidad y le prometí al coordinador deportivo que iba a ponerme las pilas en esto de los bigardos, así que ahí van mis primeros deberes: los junior españoles -para entendernos, los Gasol de un futuro muy presente- pasaron ayer cual apisonadora sobre Rumanía en su primer partido del Europeo.
Su próxima cita es esta tarde, a las 18.30, ante Rusia.
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