No he escrito aún sobre lo que otros han escrito a raíz de mi escritura. No es por falta de ganas ni por humildad fingida. Es solo porque ando ayuna de tiempo.
Y aunque han pasado demasiados días, he de empezar por el principio. Por la primera crítica. La que me hizo una compañera a la que respeto profundamente y de la que admiro, entre otras cosas, su rectitud y su manera de ir de frente por la vida, sin importarle las hostias que puedan llover.
Julia Rivera vino a la presentación de Los hombres de mi almohada, aguantó estoicamente el final de la cola para pedirme una dedicatoria y, al poco de llegar a casa, me dejó en el correo este delicioso párrafo:
"Si alguien quiere comprobar que una 'conversación de chicas' puede alcanzar la categoría de lo literario, que se siente con este libro en un bis a bis. Y si alguien quiere pasar un rato mejor aún, que lo lea en voz alta en un tocador de un restaurante de una docena de tenedores. Cuidadito con prestarlo, que este libro no lo devuelven". Julia Rivera (también escribe de vez en cuando).
Gracias, Julia. Te debo una.
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