viernes, diciembre 02, 2011

Musos


Musas, ¡oh, evocadora palabra! Hadas del folio en blanco, señoras de la creatividad, amantes por momentos caprichosas y otras veces despechadas.

La cultura occidental tiene una ristra de musas tan ingente como para reescribir todo lo que ya se ha escrito, pero olvidando las letras precedentes. Un porrón, vamos. Primero fueron en versión griega, entraditas en carnes y vestidas con vaporosas túnicas. Pero con el paso de los siglos, la imagen de la musa es la de una tipa neumática, con más silicona que carne y, ante todo, ligera de ropa. Si puede ser en bolas, mejor. Y si pone morritos al posar, ya ni te cuento cómo inspira.

Pero, ¿qué se ha dicho sobre los musos? ¿Qué ninfos celestiales inspiran a las féminas? Silencio. ¿Acaso necesitamos inspiración para barrer, fregar o cocinar?, se dirían los antiguos. Dejando a un lado inútiles batallas de género, resulta que musos, haberlos, haylos.

Unos tienen forma de modelo. Lucen abdominales en modo tableta. Torsos depilados. Cutis a salvo de imperfecciones (ni una maldita espinilla). Piernas torneadas. Sonrisa Profidén (aunque va a haber que cambiar la metáfora por Sensodyne, que está como más de moda). Demasiada perfección. Un aburrimiento, vamos.

A la hora de inspirar, motivan mucho más los cenutrios. Los cerdos que se dejan los calcetines sucios bajo la cama hasta que la bola de pelusa que los rodea los hace invisibles. Los capullos que te prometen el cielo y, después de arrojarte al infierno, se dan el piro en busca de la musa neumática de turno. Los imbéciles que se empeñan en hacerte creer que son mejor que tú porque saben que son peores que cualquiera. Esos sí que te dan calambres en los dedos para que te desfogues con la tecla*.

A veces una se pregunta si merece la pena retratarlos, habida cuenta del ego superlativo que gastan, que podría incrementarse si se ven reflejados en dos o tres líneas de nada. La respuesta es sí. La inspiración no atiende a reglas y nadie dijo que no pudieran sonar en ella los tambores de la venganza.

*Para más información, leer Los hombres de mi almohada (Ed. Eutelequia), un completo catálogo de machos de distinta estampa y condición.

[Publicado en Antonia Magazine]

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