Decía un ¿novio? que yo tuve que él estaba todo el día de vacaciones, porque tenía "vacas" y "acciones". Lo que en realidad tenía era una tontuna que no le cabía en el pedazo de cuerpo -por grande, no por escultural- que tenía, pero bueno...
Al grano. Que alguna cosa en común teníamos, porque, este verano, yo también tengo vacas. Más que vacas, toros. No son míos, pero yo los tengo casi todas las tardes. Hasta en la sopa. En el trabajo y fuera, porque claro, es lo que tiene ser periodista, que llegas al bar del Boni -el que está debajo de mi casa- y te pregunta que qué tal los toros, que si te has ido a Pamplona, que si vas a Bilbao, que si retransmites, que si te gusta Enrique Ponce y que hay que ver los victorinos que ha comprado Josemari para Moralzarzal.
Toros y vacas. Es lo único que me ocupa este verano. Porque acciones no tengo -ni quiero tener, que seguro que compro Repsol y deja de subir el petróleo- y vacaciones, menos.
Eso sí, yo disfruto las de los demás. Mientras la redacción se va quedando desierta y en la cafetería hasta te atienden antes porque cada vez estamos más cerca de ser cuatro gatos, me imagino Japón en los ojos de Raquel, cuento con Mar los días -horas casi- que le quedan para empaparse del olor de las biznagas malagueñas y hasta me inquieto con Nuria cuando piensa que el último tsunami no le pilla muy lejos de su descanso en Bali.
A todos, compañeros, felices vacaciones. Os voy a echar de menos. Eso sí: como luego no me contéis todo lujo de detalles, pienso forrar las paredes con fotos de José Tomás. Y ni una de Cayetano, que luego Ruth se deleita la vista.
Como se entere una que yo me sé de que forras la habitación con fotos de José Tomás, te las tendrás que ver con ella. Ah, no es una "vaca" fácil.
ResponderEliminarLa habitación no... la redacción... y en el plano estrictamente taurino... para que alguno/-a vea lo que es arte de verdad.
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