Cuando la realidad supera a la ficción, los sucesos se convierten en leyenda. Es el caso del Titanic, el barco que de insumergible solo tuvo el halo de misterio que le ha rodeado desde que comenzó a gestarse. Eso y la cantidad de dinero que se ha hecho a su costa (o por su causa): entre libros, películas, exposiciones y demás herramientas de entretenimiento no hay año en estos últimos cien que no se haya hablado del que en su día fue el mayor objeto móvil del mundo.
Ahora un nuevo libro se suma a la leyenda: Los diez del Titanic (LID Editorial), escrito por los periodistas Javier Reyero, Cristina Mosquera y Nacho Montero. Y el enfoque que plantea es especialmente original, pues a la historia general del barco en sí, ampliamente documentada, suma las historias particulares de las diez personas españolas que iban a bordo de ese "buque de los sueños".
Nunca hasta ahora hemos sabido que los españoles, pese a ser de los menos representados en el Titanic, doblamos la estadística de supervivientes respecto al conjunto de los pasajeros y tripulantes: de los diez españoles solo murieron tres, frente al 67% de mortalidad que registró el barco completo.
El primero, Víctor Peñasco, protagonista de una historia de película que por ser tan real merece una novela aparte. De viaje de novios con su reciente y flamante esposa, María Josefa Pérez de Soto, pasean palmito (y dinero) por toda Europa durante más de un año. En París, ya en la última etapa de su luna de miel, ven los folletos que anunciaban el viaje titánico hacia Nueva York y, a pesar de que la madre del novio les había rogado que bajo ningún concepto cogieran un barco, deciden culminar su viaje nupcial a bordo del buque. Quién iba a decirles que ese presagio materno iba a convertirse en la sentencia de muerte de su historia de amor.
Junto a ellos viajaba Fermina Oliva, su doncella, que se salvó junto a Josefa, igual que Asunción y Florentina Durán y Encarnación Reynaldo, las otras tres españolas que se registraron entre el pasaje. De los hombres, solo tuvieron la misma suerte Juan Padrós y Emilio Pallás, cuyo particular idilio con los hados merece la pena descubrir en las páginas de Los diez del Titanic.
Nunca apareció el cadáver de Víctor, como tampoco dieron con los cuerpos de Juan Monrós (el único tripulante español del Titanic) y Servando Oviés, un hombre de negocios asturiano. Sin embargo, hubo que conseguir sus certificados de defunción a toda costa, porque sin ellos era imposible atestiguar una viudedad o cobrar seguros.
Estos y otros muchos detalles se desvelan en Los diez del Titanic, una obra que combina el intenso trabajo de documentación e investigación periodística con la narración amena y ágil de diez historias tan desconocidas como cautivadoras.
[Publicado en Diariocrítico.com]
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