Tengo alma de bruja. No es que sea demasiado mala -lo soy "lo justo", o quizá un poco menos, porque al final, por no ser suficientemente mala, me las dan todas en el mismo lado-, es que a veces parece que me adelanto a los acontecimientos.
Creo que me he dado tres o cuatro baños en mi vida. De esos relajantes, se entiende, con la bañera llena de agua y espuma, y mil cremitas y aceites... y musiquita... vaya, que cuando sales del baño te crees en otra dimensión.
Ayer fue el último. Como me dio un ataque de gula compulsiva y no quería volver a pelearme con la báscula, cambié los croissants integrales por un baño.
He de reconocer que en algún momento de la sesión relajante -así como por el corte 6 ó 7 del "Voyager" de Mike Oldfield- sentí cierto complejo de culpa por el exceso de agua consumida... pero me dije... "un día es un día"...
Y parece que mi capricho tiene los días contados. Justo cuando hoy recuerdo cada hora el placer del baño en cuestión, viene la ministra Narbona y propone un impuesto especial para las personas que consuman más de 60 litros de agua al día. Vaya, que si pones una lavadora y te duchas con lavado de cabeza incluido, te quedas con comida de secano...
Yo, por si acaso, me voy a dar un bañito de esos, de vez en cuando, hasta que cobren los extras. El lujo merece la pena y, qué quieren que les diga, mi bañera tampoco es tan grande... que con lo pequeña que soy yo se me salen los pies por encima del grifo...
Tienes razón, de vez en cuando hay que darse un homenaje. El internet más caro de Europa, la electricidad al precio de un calambrazo y ahora los extras del consumo de agua. Al final vamos a tener que pagar un sobrecoste por el aire contaminado que respiramos. Y encima que digan que el IPC baja. Es de risa.
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