Llevo una semana dormitando y ahora soy incapaz de acostarme y cerrar los ojos. Le doy a la tecla sin orden ni concierto y de vez en cuando arrastro el ratón como si creyera que este movimiento me reporta algún tipo de beneficio vital relacionado con una suerte de ejercicio físico.
Ingenua.
Bajo la persiana. No entra fresco, pero llevo un año sin poner cortinas y no quiero que los vecinos me vean con el pelo revuelto. Aún no estoy en pijama. Cuando me acerco al balcón veo que la hierbabuena parece una mala yerba porque hace un par de días que no riego, pero no me apetece coger la regadera porque si me acerco a la cocina voy a terminar pecando con el chocolate y no es plan. La clavellina, en cambio, está imponente. Es la única que sobrevive de las cuatro que compré, y eso que parecía la más pequeña e indefensa. Ya lo dicen los bajitos, que ojo con ellos, que son de armas tomar. Yo también soy bajita pero carezco de autoestima y mi única arma es la pluma, suponiendo que algún día aprenda a empuñarla con esmero.
El geranio tampoco pasa por un mal momento. Tiene muchas flores. Algunas están secándose, pero dice mi madre que eso es normal, que todas las flores se secan, que en lo que tengo que fijarme es en los tallos y en las hojas, y que resulta que los tallos y las hojas están como un toro. O así. Y yo, que de plantas no entiendo -últimamente no entiendo de casi nada-, me dejo llevar y le digo que a ver si mañana me ayuda a transplantarlo, que tanto toro merece una plaza pelín más grande que la maceta raquítica en la que pasa los días el geranio en cuestión, y mi madre me dice que sí, que mañana la transplantamos, y se ríe sin disimulo mientras cierra su intervención con el ya tópico "qué va a ser de ti cuando te vayas".
Yo le digo que no se preocupe. Que yo me voy pero que el geranio se queda.
Y la frase rezuma olor a responso. Como si el geranio fuera mi alma. Con flores que se van secando y con un tallo que parece un toro, no sé si porque la vida le pone los cuernos en cuanto baja la guardia o porque al final termina creciéndose ante el castigo.
sabes lo que me ha llamado la atención del post? el dejar de entrar en la cocina por no pecar con el chocolate. más fuerza! más fe! un beso enorme!
ResponderEliminarJajajaja... ¡¡bienvenida a mi eterna lucha con la báscula!! ¿Algún truco para no perder la pelea? Besos.
ResponderEliminarOleeeeeeeeeeee me ha gustado mucho este post, eso de que el geranio tenga un tallo como un toro porque la vida le ponga los cuernos o porque se crece en el castigo, genial.
ResponderEliminar¡Un saludillo!
P.D: ¿Vas a empuñarla con mejor esmero que con el que lo haces ahora? ;)
Jejeje... ¿qué quiere decir eso? ¿Que no lo hago con suficiente esmero? Jajajaja.
ResponderEliminarBesotes y gracias por tu fidelidad, hermosa.