domingo, noviembre 18, 2007

Amigo, Vicente

Fue magia. Fueron en un segundo mil trescientas cincuenta y ocho emiciones contenidas, aprisionadas y liberadas, en sólo un instante, entre las notas juguetonas, dulces, envolventes, de una guitarra que encierra, ella con la mano que la mece, el secreto etéreo del arte, el embrujo. El duende.

Fue una hora y media. Dicen. Yo no podía contar. Yo no podía casi respirar. Sólo podía escuchar la magia, inhalar la magia, vivir la magia. Y envidiar la magia, querer ser magia, soñar con magia, preguntarme por qué la magia sólo es para los elegidos, y responderme que, de no ser así, no sería magia.

Que de no ser así, no sería Vicente Amigo.

Amigo, aquí tienes a Vicente.





P.D.: Gracias, Germán, por acompañarme. Y por el disco. Y por tantas cosas. Y a ti, Pablo, por ilustrarnos. Aunque sólo fuera un poco. Espero que el epílogo resultase tan mágico como el preludio.

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