Quiere llorar y no puede. Tiene piedras en el alma y esparto en las pupilas. No es que se haga la fuerte, es que parece como si la muerte pasase por delante de sus ojos en forma de telefilme barato, sin una simple banda sonora que llevarse a la boca para que las notas, do-re-mi, fa-sol-la-si, resbalen por la garganta y ablanden el nudo que le oprime el estómago.
Mira a su alrededor y sólo ve rostros ausentes. Miradas perdidas, que hacen lo posible por no encontrarse porque las palabras no salen por la boca y es preferible evitar que se escupan por los ojos, que los ojos no saben callarse y, de momento, será mejor que los párpados pesen, que caigan a plomo y mantengan la cosa en silencio.
Silencio. Que todo sea silencio, que se haga de noche, que el día se duerma y la vida se calle, que los recuerdos dejen de gritar y se quede todo en silencio, la calle, la casa, la cama, silencio, todo en silencio, en silencio y a oscuras, que se callen todos, que nadie chille, que no hablen las voces que la marean, esas que oye a lo lejos, que ni siquiera susurren, que no quiere oír nada, ni ver nada, ni saber de nadie. Nada. Ni luz, ni ruido. Sólo silencio. Silencio y noche.
Que en la noche se duerme. Se duerme y se sueña. Y si se sueña todo es mentira. Aunque a veces la mentira es mucho más real que todas las verdades juntas.
Silencio. Que se callen. Que se duerman. Que la sueñen.
Me gusta el silencio, pero también un abrazo y un beso, como los que te mando ahora.
ResponderEliminarGracias, Javi. A ver si puedo devolvértelos pronto, por algún motivo más alegre -por ejemplo, por tu sobri-, y en persona.
ResponderEliminarUn besote.
Que el silencio te siga inspirando...
ResponderEliminarJejejeje... gracias, William, pero si me habláis, tampoco me importa... Besos.
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