miércoles, abril 09, 2008

Y todo para esto

Deprisa y corriendo, sin pizca de elegancia, así, de cualquier manera, tira del albornoz que cuelga tras la puerta del baño, se lo pone por encima y se lo anuda a lo bestia, dejando colgar mucho más el cinturón por uno de los dos extremos.

Acaban de llamar a la puerta de la habitación. Tres golpecitos rápidos, firmes, seguiditos. Tiqui-tiqui-ti.

No ha preguntado quién es, pero desde el pasillo oye un "servicio de habitaciones" que traspasa el aglomerado y le deja en el tímpano el timbre de una voz joven, poco masculina porque parece a medio formar, un punto cantarina, como si para el camarero de turno no hubiera otra cosa mejor que hacer que llevarle a ella toda esa bandeja que ahora se le aparecía ante los ojos repleta de grasas saturadas, con calorías por doquier.

"¿Se la dejo sobre la mesa?". Qué preguntas, coño. Pues no la va a dejar encima de la tele, vamos. "Sí, gracias". Se le queda mirando y se siente culpable. Se le ha desatado la lengua a la hora de pedir, la gula ha decidido por ella y ahora se pregunta si será capaz de engullir tal cantidad de comida sin necesitar después una grúa que la lleve de la silla a la cama, sin hacer parada y fonda en el Almax de rigor.

Pero, ¿qué otra cosa podía hacer? ¿Eh? ¿Qué? ¿Qué puede hacer una en Sevilla, un miércoles de feria, cuando lleva lloviendo desde el domingo, el Real no tiene farolillos, las calles están llenas de barro, los coches de caballos han quedado resguardados, los toros se han suspendido y E. se ha marchado con la imbécil de su ex novia porque le abruma el pasado, le agobia el presente y le tiene miedo al futuro?

¿Qué iba a hacer?

El camarero se le queda mirando. Ah, sí, la propina. Avanza hacia el bolso y su vista se detiene en el traje nuevo de flamenca. Manda cojones. Seiscientos euros de traje para nada. Seiscientos euros y diez días casi en ayunas, que el vestido marca mucho, la silueta dura poco y el espejo es un chivato. Y todo para esto.

"Ten". El camarero sonríe más que antes, y canta también más que al principio cuando le dice "¡Gracias!". Claro. No siempre le dan a uno veinte euros de propina por subir la cena a una flamenca arrepentida.

Lo que el camarero no sabe es que el billetito azul es una suerte de penitencia. Con eso comprará ella la tranquilidad de su espíritu y el reposo de su estómago. Engullirá todas las calorías de las que se ha privado los diez días anteriores, se irá a la cama sin darse cremas y sin besar su medalla de la Esperanza trianera y, sin embargo, se dormirá sin cargo de conciencia porque ha sido generosa.

Con el camarero y con E. Con todos menos con ella.

Vuelve la vista hacia el traje. "No os preocupéis, volantes míos. En Jerez os llega el turno. Y mañana me pongo a dieta".

Fotos: Inma Prieto.

7 comentarios:

  1. Queda el consuelo de Jerez, al menos, ¿no?
    Si yo anduviera por ahí la diría que dejara el traje de flamenca en el armario del hotel, que se meta unos vaqueros y que se vaya sola a patear Sevilla de noche y desierta.
    ;)
    ¡Un beso!

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  2. ¿Pero has estado aquí???? Y no has podido salir y no me has avisado??? ains alma de dios!!! si la lluvia es lo de menos... me voy a enfadar contigo :(

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  3. Covi: a mí la feria de Jerez me gusta mucho más que la de Sevilla... pero, efectivamente, pasear por la noche sevillana es una experiencia mágina inigualable.

    Mara: no, yo no he estado, no sé si por suerte o por desgracia. Me tocaba currar. Y tampoco suelo pedir que me suban la cena a la habitación en los hoteles, ni tengo vestidos de seiscientos euros... Pero no dudes de que, en cuantito vaya por allí, pienso darte la vara para que me enseñes lo que es una buena noche de juerga sevillana.

    Besazos a las dos.

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  4. Anónimo4:48 p. m.

    Jajajaja... eso mismo pense yo cuando anoche, a las cuatro de la madrugada cuando me recogí, engullía una hamburguesa con extra de queso. Besossss y gracias.

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  5. Querida Críptica: me consuelas. Yo me plimplé un vaso de leche con Nesquick, un yogur y unas galletas... ¡¡Qué horror!!

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  6. Anónimo1:07 a. m.

    Pues yo acabo de apretarme dos huevos fritos con patatas y virutas de pata noir -de nuestras bodegas- más su correspondiente media barra de pan.

    La condesa de Estraza

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  7. No me digas eso, condesa, que estoy dándole a la dieta Scardale y me subo por las paredes... y todo para no perder un puñetero gramo.

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