No está el horno para bollos, ni las teclas para alardes de lirismo. Tengo muchas cosas que decir y pocas ganas de contar. Y menos tiempo. Y demasiada vagancia. Todo en exceso. Como siempre.
Pero, a falta de un paseo completo por mi blogosfera habitual, un garbeo del tres al cuarto me conduce, como por arte de magia y sueño, a un artículo que debería grabarme a fuego hasta no dejar a salvo ni uno solo de los poros de mi piel.
Lo firma mi querida Berrendita, dueña y señora de letras contundentes, de páginas con sabor a sangre en la boca, con manojos de yerba entre los dientes, con pasión desmedida. Con truenos en el brillo imponderable de sus ojos.
Porque, como bien dice mi Ana, "Las mujeres tronamos". Me permito dos licencias: enlazar el artículo y extraer estas líneas, que me han llegado al alma:
Cuando una mujer se entrega en cuerpo y alma se abre un precipicio en su cadera, un mapamundi en los muslos, un abismo en el vientre, un firmamento en el estómago. Y truena sobre el lienzo, sobre la sábana dolorida de tanto amor.
Cuando una mujer ama, aparecen constelaciones bajo su nuca, veranos bajo las pestañas, altares en la cruz de sus axilas, el arco iris en la comisura de los labios.
Cuando una mujer besa, se desatan en la lengua mil terremotos. Cuando una mujer acaricia, queda escrito en la piel el vértigo de mil huracanes, la revolera de todos los vientos en los puntos cardinales de sus poros, el cristal de todas las aguas en las gotas calientes de su sudor.
Cuando una mujer sonríe, enciende la bombilla del infinito, truena silencios en la pupila, llueve misterios sobre los dientes de la tierra.
Lástima que algunos -muchos, quizá demasiados, de nuevo demasiados- no se den cuenta.
Y aquí vuelvo a tirar de letras ajenas (joder, sí que estoy vaga hoy, sí) y me remito a un ilustrativo artículo de Risto Mejide, a quien debería seguir más y mejor en ADN: "Para llegar a quererse bien, hay que haberse querido mucho". Porque, fíjense, fíjense cuántos tipos de amores pueden llegar a encontrarse:
Amores taxidermistas, que matan, ahogan y disecan todo aquello por lo que un día se enamoraron de ti. Amores carceleros, que pretenden que, además, jamás vuelvas a ver la luz del sol. Amores placebo, que intentan hacerte creer que sin ellos estarías mucho peor de lo que viniste. Amores republicanos, que si no estás con ellos, estás contra ellos. Amores demócratas, que sólo parecen triunfar donde los demás la cagan. Amores perros, como ese Iñárritu, incapaces de superarse a sí mismos.
Amores taja, que sirven mientras ayuden a olvidar. Amores puente, que sólo te preparan para la siguiente relación. Amores escaparate, que varían según tendencia y temporada. Amores alfombra, que ocultan aún más mierda de la que se ve. Amores cómoda, orgasmos fingidos a partir del tercer cajón. Amores de primera, siempre con segundas. Amores en oferta, sólo hasta fin de mes.
Elijan. Elijan si pueden. Y si no, hagan como la menda. Pernocten en la estación del desamor. Eso sí, les aviso: es fría. Fría de cojones. Y no sé si lo saben, pero bajan las temperaturas.
Hola guapa!
ResponderEliminarMe qudo con lo que estas leyendo! Me encanta C. Posadas! Ya me diras que tal este libro!
Un beso fuerte
Cerezas de Tul
Pues lo acabo de empezar... tiene buena pinta, la verdad. Yo nunca había leído nada de Posadas... ¡¡ya me recomendarás tu favorito!!
ResponderEliminarBesos.
Noelia, tambien amores de ida y vuelta, que estuvieron, se fueron y regresaron pasado el tiempo, con ilusiones renavadas.
ResponderEliminarPilar y Noleia, (perdonar que me meta) yo estoy leyendo ahora Misericordia de Benito Perez Galdos.
Salud
El Coronel
Dicen que "segundas partes nunca fueron buenas", pero yo no he tenido oportunidad de comprobarlo... y a veces no me importaría tenerla.
ResponderEliminarReconozco mi deuda con Pérez Galdós... pero ahora mismo no entra en mis planes.