Se ha marchado en silencio. Discreto y sencillo. En familia. Como quiso.
Aunque sin su mano entre las manos de ella. O sí, quién sabe. Porque Ángeles habrá sido, a buen seguro, la última persona en su pensamiento y la primera en recibirle, tierna, allá donde haya llegado tras cerrar los ojos definitivamente.
Miguel vuelve a tenerla entre sus brazos. Vuelve a mirarla sin decirse nada. Sabiendo que la pupila del otro es lo que cada uno necesita para "saberse".
"Nos bastaba mirarnos y sabernos. Nada importaba los silencios, el tedio de las primeras horas de la tarde. Estábamos juntos, era suficiente. Cuando ella se fue, todavía lo vi más claro: aquellas sobremesas sin palabra, aquellas miradas sin proyecto, sin esperar grandes cosas de la vida, eran sencillamente la felicidad". Miguel Delibes puso estas palabras en boca del protagonista de Señora de rojo sobre fondo gris cuando muere su esposa, Ana. A buen seguro que era un homenaje para Ángeles. Y era también, sin duda, la definición exacta de la relación perfecta. Lo que cualquier pareja de enamorados debería sentir si efectivamente son el uno para el otro.
Me costaba imaginarme romántico a Delibes. Me lo hubiera imaginado casi de todo, pero nunca romántico. Menos mal que hoy Emma Rodríguez me ha descubierto en elmundo.es esta nueva faceta del escritor vallisoletano.
Quizá sea mi sino descubrir a Delibes como quien se encuentra un tesoro en plena calle. Sin esperarlo. Sin buscarlo. Sin quererlo.
Como, sin querer, llegó hasta mis manos El camino, regalo de Germán. Porque Germán San Nicasio es todo un enamorado de Delibes y siempre ha sido su empeño transmitirme y contagiarme la sana costumbre de leer a todo un clásico como él.
Carril también le idolatraba. Hoy, más que nunca, me acuerdo de él. Hoy quizá haya estrechado la mano a Miguel dondequiera que estén ambos y quizá, quién sabe, hayan compartido alguna que otra impresión sobre el poco caso que le hacemos al buen castellano.
Hay que leer más a don Miguel. Yo, la primera.
De momento, recuerdo la primera frase de su Camino:
"Las cosas podían haber acaecido de cualquier otra manera y, sin embargo, sucedieron así".
Magnífica descripción de los caprichos que se reserva la vida.
Foto: Miguel Delibes y su esposa, Ángeles, en 1945 (elmundo.es)
Y esas tremendas versiones de su obra en cine.
ResponderEliminarSu descripcion de la felicidad compartida con su mujer estremece, lo escribe sencillamente y tan dificil de expresar.
Una buena prueba de que ha vivido.
Besos.
cierto, -su inicio de Camino- la vida reserva reservas de sorpresa... por eso lo mejor es pasar del pasado y vivir, vivir el presente.
ResponderEliminarÉl ya dijo que murió cuando murió Ángeles. Fueron un matrimonio como los "de toda la vida", como lo describía un periódico nacional ayer (no recuerdo cuál).
ResponderEliminarPero nos deja su obra, eterna, llena de caminos, de chiquillos, de inocentes, de paisajes y de mujeres de rojo sobre fondo gris.
Yo me quedo con Señora de rojo sobre fondo gris.
ResponderEliminarSaludos
William: tengo pendiente no sólo leer a Delibes, sino ver las películas que resultan de adaptaciones de su obra.
ResponderEliminarVida en azul: totalmente de acuerdo. Lo mejor de la vida es vivirla.
Guarismo: debe de ser tremendo pensar que mueres cuando se va la persona a la que quieres. Eso, supongo, es el amor.
Bate: la próxima obra que lea de Delibes será esa. Sin duda.
Saludos a los cuatro y gracias por comentarme.
Delibes es eterno, como el amor sin colorantes ni artificios. Al primero lo llevo siempre conmigo; al segundo no soy capaz de encontrarlo. ¡Qué cosas!
ResponderEliminarPrecioso post, Noe. Un beso.
Gracias, corazón. El amor sin colorantes ni artificios es difícil de encontrar. Y, sobre todo, difícil de mantener. Pero todo llega. Y, si no, recuerda: "Tú vales mucho, nena".
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