martes, mayo 13, 2008

Hoy hace 55 años

Unos las firman y otros las torean. Y, a veces, triunfan. Que, aunque uno sea segundo suplente, si la suerte le sonríe, no hay más que hablar. Siempre y cuando haya maestría de por medio, claro está. Fue lo que sucedió el 13 de mayo de 1953 con Rafael Ortega. El veterano diestro gaditano hizo el paseíllo en Las Ventas para sustituir a Pedrés, que a su vez había de sustituir a Ordóñez, y Ortega, que dio una auténtica lección de la suerte suprema, cortó las dos orejas de su segundo, en presencia de Julio Aparicio y Antoñete, que confirmó su alternativa con toros de Alipio Pérez Tabernero.

Según las crónicas de la época, fue la de Ortega una faena con sabor añejo: “ha matado un toro en la suerte impecable de recibir como no se ha matado otro en lo que va de siglo”, según escribió Alardi en El Alcázar, para quien el diestro gaditano enseñó al respetable a “saborear qué es eso de matar ‘un toro como los ángeles’, como decían los críticos antañones”. Ahora bien, no todo quedó en la espada, pues todo ello “no fue nada si lo comparamos con el estilo, el señorío, la verdad y el valor con que toreó de capa y muleta al toro de tan sensacional triunfo”.

El mismo argumento emplea Giraldillo para ponderar la actuación de Rafael Ortega en ABC: “nos asombra con una estocada de la primera mitad del siglo pasado, cuando todavía Lagartijo no había inventado la trampa de la media estocada, que luego había de tenerse como cosa meritoria, que así cambian los criterios al correr de los años. Pues, sí; de la primera mitad del siglo XIX fue la estocada que, recibiendo, dio Ortega. Claro que, como estamos en la primera mitad del XX, el toro no había tomado más que dos varas. Pero quizá en eso estuvo la vista del torero: en conservar el brío de la res para que llegase al cite final con la fuerza suficiente para clavarse el estoque que estaba en tan valerosa mano”.

Clarito, crítico de Informaciones, coincide con sus compañeros, y resume así la faena triunfal del diestro de la Isla de San Fernando: “Ortega, después de unas apretadas gaoneras —en las que fue derribado, y no se amilanó—, hizo una faena valerosísima sobre la mano izquierda y mató clásicamente a volapié. Como ha mucho que no se ve matar, o como ya se ve muy raramente”.

Han pasado más de cincuenta años desde que se publicaron estas líneas, pero algunos de los argumentos que en ellas pueden leerse no han perdido un ápice de vigencia. Como la melancolía por la suerte de matar recibiendo.

4 comentarios:

  1. Me gusta tu "sección" en el programa de mano de Las Ventas.

    Un saludo.

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  2. Gracias, Rober. Lleva su curro, pero merece la pena.

    Saludos.

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  3. Anónimo1:51 p. m.

    Noelia, enhorabuena por tus escritos en el programa. Están muy bien.

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  4. Gracias. No tiene mucho mérito, la verdad, porque sólo se trata de recopilar lo que han escrito otros... y ese es el trabajo más duro, el que no se ve. Horas y horas en la hemeroteca... pero merece la pena con comentarios como el tuyo y el de Rober.

    Saludos.

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