Las cosas llegan porque sí. Cuando quieren. Y como quieren.
De nada vale que uno se encabrone con la espera. No sirve preguntarse el porqué de la tardanza. O incluso de la ausencia absoluta. Como bien dice P., "lo que esté para ti, no te lo va a quitar nadie".
Y para mí estaba estrenar la primavera en Sevilla. Pisar este refugio del duende justo el primer día de la estación más mágica del año. Ni antes ni después. En el momento exacto en que el sol guiña el ojo con más gracia y calienta con más pellizco y el olfato se embriaga con esa mezcla inigualable de azahar e incienso, que solo en Sevilla es sublime, y no abruma, ni aturde. Inspira. Nada más. Y nada menos.
Pisé las calles de mi Sevilla el mismo día en que el Cachorro, después de cuatro años expirando en soledad, sin poder subir al cielo hispalense, clavado en la cruz de la lluvia imprudente que le impedía atravesar las puertas de su capilla, derramaba de nuevo su poder, su majestad, su señorío, por todos y cada uno de los rincones de la ciudad, desde la calle Castilla hasta la santa iglesia catedral, pasando por la Campana, por la calle Sierpes y, después, cómo no, por el Baratillo.
Allí, la luna meció en sus brazos al Crucificado trianero, y lo acunó, y lo acogió dulcemente en el arrullo de su claridad llorosa, y así, poquito a poco, se lo fue llevando con ella al cielo, mientras una corneta de Coria rasgaba el aire con el gemido certero de su lamento saetero.
Tanta gente esperaba su bendición de vuelta a su templo que parecía que nunca hubiera salido en procesión por Sevilla. Cosas de la lluvia y sus caprichos: buena para el campo...y los campos no saben de fiestas.
ResponderEliminarEfectivamente. Quizá resulte aquello de sacar a los santos en procesión para que llueva... aunque se estropeen todos los preparativos de una cofradía y se vayan al traste las miles de ilusiones de quienes viven todo el año por una sola estación de penitencia.
ResponderEliminar¡Qué suerte! Tú sí que lo viste cerca...
ResponderEliminarPero una cosa te digo: estar cerca de Sevilla desde el Miércoles Santo y no pisarla hasta el Viernes a mí, particularmente, me jodería MUCHO (y más si te pierdes la Madrugada).
Un beso.
P.D: Me alegro de que al final pudieras disfrutar de una tarde - noche.
Sí, si joder, jode... pero ya te digo, las cosas son cuando tienen que ser... y esa, la de la paciencia, es una asignatura que tengo pendiente conmigo misma.
ResponderEliminarEn cualquier caso, para el año próximo ya he hecho mis contactos... y la Madrugá no me la pierdo de ningún modo. Vamos, que pienso bajar el Domingo de Ramos y empaparme de todos y cada uno de los pasos de Sevilla...
Besazos, preciosa.
Bella postal de Sevilla has escrito, Noelia.
ResponderEliminarGracias, Astrolabio... Qué bien vienen los piropitos nada más levantarse...
ResponderEliminarBueno, lo primero es que perdones mi retraso en este comentario. Lo segundo es darte las gracias por el premio... miles de gracias porque el ver que de cuando en cuando lo que escribes gusta a alguien da ánimos para continuar en esto de las letras (mejor o peor colocadas)
ResponderEliminarMe voy a permitir el no devolver los premios (deje una breve explicación en respuesta a tu comentario en mi blog) ¿Quién soy yo para decir quien merece un premio o no? Eso lo dejaré pare gente con mejor criterio, como tú (como voy a decir que tienes mal criterio si me diste un premio a mi :P)
Lo dicho Noelia.. GRACIAS MIL. pero no solo por el premio, también por perder el tiempo leyendo a este aprendiz de escritor de cuando en cuando
¿Perder el tiempo? ¿Perder? Admirado R., leer tus relatos es una de las mejores formas que he encontrado últimamente para dejar de perder el tiempo cuando ando con el ratón en la mano.
ResponderEliminarSigue así. Para ser un aprendiz de escritor, y desde el humilde punto de vista de una simple lectora, no lo haces nada mal.
Nos leemos.