domingo, marzo 09, 2008

Expiación

Al fin lo terminé. Me ha costado, porque es un libro largo y porque Ian McEwan es espeso en muchas ocasiones. Como en la segunda parte de este libro, una de sus mejores obras, según la crítica -seguramente por el planteamiento narrativo y por un desenlace lo bastante abierto como para dejar un resquicio a la duda y lo bastante cerrado como para no parecer un final precipitado-.

Aunque no he mentido nunca tanto como ella, me identifico con Briony y su amor por la literatura. No sé si terminaré, igual que ella, convertida en una viejecita venerable con decenas de títulos publicados y elogiados, pero quizá lo intente.

De Expiación me quedo con las siguientes anotaciones:

Al describir la debilidad de un personaje era inevitable exponer la suya propia; el lector no podía no conjeturar que estaba describiéndose a sí misma. ¿Qué otra autoridad podía tener ella? Sólo cuando un relato estaba terminado, todos los destinos resueltos y toda la trama cerrada de cabo a rabo, de suerte que se asemejaba, al menos en este aspecto, a todos los demás relatos acabados que había en el mundo, podía sentirse inmune y en condiciones de agujerear los márgenes, atar los capítulos con un bramante, pintar o dibujar la cubierta e ir a enseñar la obra concluida a su madre o a su padre, cuando estaba en casa.

No todas las cosas tenían una causa, y pretender lo contrario era una interferencia en los procesos del mundo que resultaba fútil y que incluso podía ocasionar pesadumbre. Algunas cosas eran simplemente como eran.

El mundo sobre el cual corría la amaba y le daría lo que ella deseaba, y lo haría posible. Y, cuando lo hiciera, ella lo describiría. ¿No era escribir una especie de vuelo, una forma asequible de vuelo, de imaginación, de antojo?

¿Cómo puede una novelista alcanzar la expiación cuando, con su poder absoluto de decidir desenlaces, ella es también Dios? No hay nadie, ningún ser ni forma superior a la que pueda apelar, con la que pueda reconciliarse o que pueda perdonarla. No hay nada aparte de ella misma. Ha fijado en su imaginación los límites y los términos. No hay expiación para Dios, ni para los novelistas, aunque sean ateos. Esta tarea ha sido siempre imposible, y en esto ha residido el quid de la cuestión. La tentativa lo era todo.

Ian McEwan, Expiación, Anagrama, Barcelona, 2002.

6 comentarios:

  1. A veces todos hemos intentado "expiarnos" por algún motivo, aunque ni siquiera fueses tu mismo quien tuviese que "expiarse", cuando te das cuenta que la expiación era propia de la otra persona, nos quedaba solo la "redención".

    Hoy estoy ciclitimico, que fuerte ma quedao. :)

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  2. Me he liado un poquito... pero creo que capto la idea de lo que quieres decir.

    Ánimo con la ciclotimia. Es jodido sobrellevarla, pero tiene su punto...

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  3. yo me conformaría con un título publicado... De pequeña fue siempre mi sueño!

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  4. Creo que yo también me conformaría con lo mismo, querida Mara.

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  5. La película es excelente, con una cuadro de actores espectacular. Además, se juega con lo que se desea y con lo que realmente se tiene. Se llega a un 'engaño' al espectador francamente interesante.

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  6. Yo tengo que volver a verla. La verdad es que no presté demasiada atención y me quedé frita. Sí, ya sé que es pecado, pero es que una es marmotilla de nacimiento, y claro, cuando estás cansada y esas cosas... En fin, que me lo apunto, Lunaro.

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