El primer sábado de julio ya no será nunca más el Día del Orgullo. O sí, pero no será el día de un solo Orgullo. Hay muchos orgullos en la vida, desde Orgullo y Prejuicio hasta el Orgullo Gay -y lésbico y transexual-, pasando por el orgullo de tu madre cuando sacas buenas notas o el de tu abuela cuando te ve en la tele, pero desde ahora, desde ayer, el primer sábado de julio será el del Orgullo de sentirse español.
Y que no me toquen las vuvuzelas, que les veo venir: no hablo de patriotismos, ni de nacionalismos, ni de constitucionalismos. Hablo de una selección de fútbol, la nuestra, la Roja, que ha conseguido que la mayor parte de los españoles -incluidos quienes ni siquiera han nacido en España, pero viven, trabajan, sienten aquí y se sienten de aquí- dejen de tenerle grima a la bandera. Y todo por ganar sufriendo, o por sufrir ganando, pero, en especial, por dejar de hacer las maletas nada más llegar a un campeonato.
Ayer volvió a ser el día de Villa con permiso de Casillas, con quien comparte terminación y bastante casta. Al portero y capitán le faltó la garra en los partidos anteriores -dicen que por amor, pero, "¿Quién dijo que el amor le perjudica a alguien?" (David Trueba dixit)-; sin embargo, ayer Casillas se sacudió la congoja y se vistió de héroe para cambiar el signo de un partido que no iba por buena senda.
Por cierto, ahora que escribo de Casillas me acuerdo de Ronaldo. Qué mal lleva el "pobrecito" no ser centro de atención. Después de caer eliminado, con escupitajo incluido, de un Mundial que nunca llevó su firma -creo que ha enseñado poco sus abdominales-, no se le ha ocurrido otra cosa que hacer público a golpe de Twitter que ha sido papá Pues muy bien, que le aproveche. Y que busque una buena Rottenmeier para enseñarle modales al churumbel, porque como tenga que aprender del padre, no va a haber fregonas bastantes para limpiar tanto salivazo.
Pero a lo que iba, a nuestro Orgullo. Que estamos en semifinales -sí, sí, hemos pasado de cuartos, al fin- y lo de Zárate ya es más historia de lo que era. O menos, porque ahora la historia se llama Villa y ha desatado la histeria.
Foto: Jasper Juinen / Getty Images para Sony
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