martes, julio 27, 2010

Comunica, que algo queda


Que la comunicación es clave en pleno siglo XXI no es ningún descubrimiento. Y que comunicar bien es fundamental, tampoco. Pero a veces conviene recordarlo, porque hay gente que vive de su imagen -o de cuidar la de los demás- y parece olvidar que comunicar mal puede ser sinónimo de mandar una carrera al garete.

Viene esta reflexión al caso por un claro ejemplo de mala comunicación que puede desembocar en un daño irreparable para un arte de incalculable valor: la fiesta de los toros. Animalismos y nacionalismos aparte, el toreo está como está -aparte también la progresiva falta de casta de los toros y el acomodamiento de determinados toreros- porque los taurinos han transmitido muy mal su legado. Tanto, que no lo han transmitido -comunicado- de ninguna manera.


Y éste es el momento en el que se ven -nos vemos- como víctimas moribundas pidiendo auxilio. Pidiendo que se respeten nuestros derechos -los de todos los ciudadanos, por otra parte, que restringir libertades no parece costumbre muy democrática- y sigamos teniendo la posibilidad de ir a los toros a cualquier plaza catalana -bueno, a la Monumental de Barcelona, que las demás ya las hemos dejado ir muriendo poco a poco-.

Si hubiéramos contado bien en qué consiste esta Fiesta, si nos hubiéramos integrado mejor en nuestra sociedad, si hubiéramos fomentado la imagen de los toreros como verdaderos héroes -¿acaso no lo son José Tomás o Ponce tanto como Contador o Casillas?-, pero héroes cercanos, no figuritas engominadas y endomingadas... si lo hubiéramos hecho, otro gallo nos estaría cantando. Estoy segura.

Pero los taurinos son -somos- asín. Mucha liturgia y poca lectura. Y, en muchos casos, poca palabra. Como la de apoderados que, desbordados por las peticiones de reportajes para con sus toreros, deciden cortar por lo sano e incumplir los compromisos adquiridos. Porque "el torero tiene que concentrarse". Y tanto se concentra, que terminará hablando para él solo, a este paso. Él y muchos otros, que ni siquiera al reclamo de la llamada de auxilio de la Fiesta, que tanto dinero les ha dado, son capaces de acudir.

De la quema se salvan figuras eternas como César Rincón -¿será porque su esposa es periodista?- o Joselito, o toreros prestos siempre al quite del micrófono, como Miguel Abellán, que jamás ha rehuido un compromiso periodístico. Sabe lo que se hace. No sé si la prensa es el cuarto poder, pero lo que está claro es que algo más de poder que el toreo tiene.

No sé lo que pasará mañana. Me huelo lo peor, pero no tengo una bola donde adivinar el futuro. Ni sé leer los posos del café. Lo que sí sé es que de ésta tenemos que aprender todos. A ser más firmes, a ser más valientes y, sobre todo, a comunicar mejor. Porque quien no comunica, muere. O recibe tres avisos, que es, en el fondo, otra manera de morir.

5 comentarios:

  1. Noelia, yo creo que los taurinos has (permitaseme el palabro) Descomunciado y asi no va.
    Besos
    Salud

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  2. no soy para nada taurino pero creo que tienes razón. ¿te puedes creer que lo poco que sé de tauromaquía lo aprendí de boca de unos amigos en Francia? Los aficionados franceses aún siendo pocos, son muy vehementes!
    saludosñ

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  3. Gracias, Coronel y Senyor M. Estoy muy de acuerdo con los dos.

    Os agradezco la visita... y el comentario.

    Un abrazo,

    Noelia

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  4. aquí como en cualquier ámbito profesional la unión hace la fuerza, y los del toro, me parece que van demasiado a su aire. Así que o toman nota, o los que van por ellos, acabarán dando estacazos en el alma de la libertad (de elección).

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  5. Cuánta razón tienes, Pequeño. Es increíble que señores que se juegan la vida tengan cero corporativismo.

    A ver si aprenden.

    Besos.

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