jueves, enero 10, 2008

Cien años y un día

Ayer se cumplió el centenario del nacimiento de Simone de Beauvoir. Por lo que parece, en Francia, su país natal, no celebrarán con mucho boato el acontecimiento. Apenas unas conferencias, algún que otro libro recién editado y un par de documentales en canales minoritarios de televisión. ¿La razón? Parece ser que la controversia que despierta su figura.

Volvemos a lo de siempre. A la manifiesta incapacidad de muchos -demasiados- para reconocer el talento o, simplemente, la relevancia de un personaje público cuyos argumentos pueden resultar o no del agrado de quienes la leen, pero que convulsionaron toda una época y supusieron el punto de partida o, cuanto menos, uno de los pilares ideológicos más importantes del movimiento que estaba llamado a dar la vuelta de tuerca a la sociedad del final del siglo XX: el feminismo.

Su obra más conocida, El segundo sexo, no es, según muchos críticos, su mejor producción. La novela Los mandarines goza de ese privilegio. La escribió en el año 1954 para escenificar el antagonismo entre Sartre y Camus y obtuvo el curioso Premio Goncourt, uno de los más importantes galardones literarios franceses, a pesar de que su remuneración es simbólica (10 euros en la actualidad).

Por cierto, y ya que se menciona a Sartre -de hecho, no podía ser de otro modo: quizá no hubieran sido quienes llegaron a ser el uno sin el otro y, sobre todo, la otra sin el uno-, me quedo con eso que llamaron el "amor necesario" entre los dos, frente a los "amores contingentes" que mantenían con otras personas. Qué ingeniosa calificación para las aventuras. Y qué curiosa la necesidad de amar, por mucho que nos empeñemos en renegar de ella.

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