En todo este tiempo que he estado fuera de órbita, he tratado de hacer cosas nuevas para ocupar tanto mi asueto como, sobre todo, mis neuronas. Así fue como di con mis huesos en el Café Filosófico que organiza la Biblioteca de Alpedrete.
Como parece que el destino nos persigue, llego, me siento, y me asomo al texto del día. Resulta que habla de la soledad. Vamos apañaos. Aunque, ahora que lo pienso, puede que me venga bien. Teorizar sobre las cosas obliga a poner distancia de por medio. A verlas desde otra perspectiva. Y eso es lo que necesito yo.
Al grano. El texto es de Henry Thoreau, filósofo y escritor, anarquista, padre de la desobediencia civil y una de las plumas fundamentales en la literatura norteamericana. Cuando la sociedad le había tocado hasta el último pelo de la perilla, le dio por irse al monte, tipo anacoreta. Estuvo dos años solo. Más solo que la una. De su soledad nació una de sus obras más conocidas, Walden.
Y precisamente de Walden tomo prestadas las siguientes citas, que subrayé en mi comentario y sobre las que discutimos ampliamente:
"Jamás di con compañía más acompañadora que la soledad. Las más de las veces solemos estar más solos entre los hombres que cuando nos encerramos en nuestro cuarto. El hombre que piensa o trabaja está siempre solo, doquiera que se encuentre".
"Por lo común la compañía es poco valiosa. Nos encontramos a intervalos muy cortos, sin haber tenido tiempo de adquirir ningún valor nuevo que ofrecernos unos a otros. [...] Vivimos apretujados, interferimos recíprocamente nuestros caminos y chocamos unos con otros continuamente, con lo que, pienso yo, nos perdemos algo de respeto mutuo".
"¿Qué clase de espacio es el que separa a un hombre de sus semejantes y le hace sentirse solitario? Yo he llegado a la conclusión de que no hay movimiento alguno de las piernas que pueda aproximar dos mentes separadas".
Me quedo con la frase del final. Con eso y con la respuesta de una de las contertulias cuando le preguntan qué hace y resulta que está sola. O consigo misma. Ella dice "Estoy con Sole". Y punto. Y a veces Sole es la mejor de las compañías. Por lo menos no molesta. Ni hace sentir que la que molestas eres tú.
Diana Navarro, "Sola".
Buenoooooooooooooooo....me alegro de que estés de vuelta y prefieras compartir tus raticos de soledad con nosotros a olvidarlos o arrinconarlos de mala manera!! Sí señora, como José Tomás, volviendo por la puerta grande...
ResponderEliminarAh, y lo de la Sole, pues eso. A raticos la Sole está muy bien. Pero solo a raticos, eh?. Dile a la Sole que tiene que aprender a compartirte con el resto. Me incluyo, of course.
Un beso gordo!
Gracias... qué grande eres, guapa. Me queda mucho para llegarle a José Tomás ni a la suela de la zapatilla, pero vamos... se intenta que una parte ínfima de su valor me dé de refilón con tanto admirarle.
ResponderEliminarLo mío fue una espantá al más puro estilo Curro Romero, ahora que lo pienso...
Y respecto a Sole... pues nada, cuando llegue, habrá que hacerla caso y aprovechar su visita, que seguro que tiene cosas buenas. Y para el resto de los ratos, a seguir contando con los amigos de verdad. Como tú. Y como todos los que habéis estado ahí. Y aquí.
Un besazo.
Pues diría yo que la Sole es de ese tipo de compañías que muchas veces se añora cuando no está cerca de ti pero que cansa, y mucho, cuando se instala con visos de rotunda permanencia.
ResponderEliminarNecesaria pero a ratos o en ocasiones.
Y entiendo a Thoreau, suelo estar rodeado de gente y, a la vez, con la Sole.
Un beso Noelia.
Sí, supongo que, para todo -y para Sole también-, en el término medio está la virtud. Claro que, para mí, lo peor es estar rodeado de gente y sentirte completamente solo...
ResponderEliminarBesos.