miércoles, enero 30, 2008

Cosas que leí mientras no escribía

Tres libros y un poco. Todo eso he leído mientras no escribía. En doce días. Los hay que leen más, pero yo, la verdad, me siento orgullosa.

Comencé con Tu rostro mañana, pero he de reconocer que no pude. Demasiado profundo para mi existencia superficial. Y me gustaría leer la trilogía completa cuando me arremangue. Y de momento no me siento preparada. Pellizcaré a Javier Marías en lugares más blanditos, a ver qué tal.

Después seguí con El placer del viajero, una novelita corta de Ian McEwan. Me ponía más leer Expiación, la obra que da título a una de las películas más aclamadas del momento, pero la Visa tiritaba y tuve que reducir mis pretensiones a base de recortar páginas.

Más tarde le di a La ofensa, de Ricardo Menéndez Salmón, del que hablan y no paran. Dicen que es una de las revelaciones literarias de los últimos años, y que esta su última novela es de lo mejor que podemos encontrar en las librerías. Me la ventilé en tarde y media.

Después seguí la recomendación de Carmen Esteban y me metí con Maupassant. Tenía razón mi gurú cuando decía que, si quiero aspirar a escribir relatos con decencia, he de tener a don Guy en mis oraciones y a tiro de muñeca en la mesilla de noche. Como la Biblia, pero con más erotismo.

Ahora, tras hacer caso de la recomendación de otro de mis gurús -en este caso, mi venerado Germán- estoy con Sergi Pàmies, que dicen es uno de los mejores autores de relatos de estos últimos años.

Cuando termine Si te comes un limón sin hacer muecas, escribiré un post con varias frases que me parecen sublimes, pero, de momento, elegiré una de cada lectura concluida, resumida y requeteestudiada en estos últimos quince días:

“Quién sabe quién nos sustituye, sólo sabemos que se nos sustituye siempre, en todas las ocasiones y en todas las circunstancias y en cualquier desempeño, en el amor, la amistad, en el empleo y en la influencia, en la dominación, y en el odio que también acaba por cansarse de nosotros”. Javier Marías, Tu rostro mañana.

“Si se está enamorada de alguien, una está dispuesta a morir a manos de ese alguien, si es necesario”. Ian McEwan, El placer del viajero.

“En realidad, entre un hombre y una mujer casi todo depende siempre de la ocasión”. Ricardo Menéndez Salmón, La ofensa.

“Las mujeres no tienen casta ni raza, pues su belleza, su atractivo y su encanto les sirven de ejecutoria y de prosapia”. Guy de Maupassant, Bola de sebo y otros relatos.

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