Leer Celacanto (Ed. Lengua de Trapo) es volver a la infancia. Es regresar a los miedos infantiles. A los chulitos de barrio que le hacen la vida imposible a los más sensibles del grupo. A la aversión por los monstruos de agua que pueden esconderse debajo de la cama. Es sumergirse en un mundo de fantasía bajo el que late la crítica hacia una sociedad que rechaza al débil.
Y leer Celacanto es también aproximarse a un tipo de experiencia nueva, que mezcla lo literario con lo cinematográfico, porque la narración es tan visual que parece una imagen en sí misma.
Quizá sea porque su autora, Jimina Sabadú, ha estudiado cine y a la crítica del ídem se dedica en su videoblog Otaku y Carcamal, de la revista Fotogramas. Y escribe guiones desde hace años, largometraje (La máquina de bailar) incluido.
Pero Jimina quiere ser escritora antes que cineasta. Y no va por mal camino: Celacanto es su primera novela y con ella ha ganado el XVI Premio Lengua de Trapo. «Escribí el primer borrador en veinte días», confiesa, «pero luego estuve retocando y retocando cinco años, hasta que decidí presentarme al premio porque necesitaba dinero».
El galardón no sólo le ha reportado un desahogo económico, sino también numerosos elogios en todo tipo de medios de comunicación. Porque Jimina escribe diferente y cuenta historias diferentes. Y escribe bien. Y tiene una gran capacidad para describir escenas complejas en apenas tres líneas.
Sin duda a ello habrá contribuido su voracidad como lectora: «Ahora ya sólo leo un libro a la semana, más o menos, pero cuando era pequeña leía un libro diario». Entre sus favoritos, clásicos como Dickens o escritoras contemporáneas como Amélie Nothomb: «Es capaz de escribir veinticinco novelas con la misma historia con la que otros escriben sólo una».
Ahora, Jimina escribe una nueva historia. Tendrá mucho de fantasía. Y un puntito de ciencia ficción. Pero comparte sus desvelos con Fiat Homo, el cortometraje que rodó en Nueva York —ella siempre dice que lo de NYC queda muy bien, y no me resisto a ponerlo— y que empieza a pasear por las rondas festivaleras.
Aviso: ni su cine ni sus letras son aptos para mentes superficiales.
Publicado en Diariocrítico. Foto: Javier Arroyo.
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