Elogio del trabajo dominical

Fui fan de Mecano, pero reconozco que lo del "Descanso Dominical" no se hizo para mí. Aunque pueda parecer una jodienda trabajar el fin de semana, lo cierto es que tiene su puntito. Pelín masoca, pero puntito.

Por ejemplo, me permite leer, cosa que casi siempre resulta una eterna tarea pendiente en mi agenda. A estas horas ya he leído -de reojo, claro- todos los periódicos (dominicales incluidos excepto El País Semanal, que no lo encuentro por la redacción) y he tomado multitud de notas que nunca usaré en un cuaderno que pronto pasará a mejor vida.

Comienzo por el principio de "El toque Lubitsch", un relato de Ignacio del Valle publicado en el Magazine de La Razón, dentro de una serie de Relatos de Navidad:

"A la gente le gustan los ciclos. Es innegable que le gusta creer que después del dolor viene la alegría, que tras la muerte hay una vida nueva, que cuando acabe un año puñetero el año siguiente nos traerá una revolución vital que esculpirá nuestros cuerpos en un gimnasio, limpiará el asfalto nicotinado de nuestros pulmones, añadirá un cero a las nóminas y nos propondrá una boda en Las Vegas con una rubia neumática bajo un arco de hiedra y rosas y con un Elvis de pega oficiando el himeneo. Es una manera de poner un poco de orden y esperanza en sus vidas, algo similar a la ficticia sensación de control que se tiene cuando se sincronizan los relojes con la hora oficial de los telediarios".