Aunque no es mi costumbre, vuelvo sobre mis pasos y retiro mi promesa de escribir sobre la presentación del libro de Esperanza Aguirre. No tengo fuerza suficiente, ni tampoco humor.
El jueves no fue un buen día, y el viernes no ha empezado mejor.
Y lo que más me abruma de las disputas familiares es la sensación que me queda, ese sentimiento de que, por más que intento evitarlo, me parezco cada día más a M.J.G. e incluso mantengo alguno de sus argumentos. Ya saben los que me conocen: "todo lo hago mal", bla, bla, bla, bla.
Tendré que acostumbrarme: no soy perfecta -según Rajoy, perfecto sólo es ZP-, nunca tendré cuerpo de modelo y lo que mantendré para siempre serán estos vaivenes neuronales que, en días como hoy, me colocan al borde del cataclismo.
Y encima no encuentro el Lexatin.
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