Reaparición obligada

Como Sandra Gavrilich, la protagonista de la novela que acabo de terminar -el último acicate literario de Germán-, he estado desaparecida tres días. Sólo de la blogosfera, ojo. Y no me he drogado, ni me he emborrachado, ni me he acostado con nada o nadie que no fuera mi almohada -aunque cueste reconocerlo-.

A mi vuelta -joder, no me redimo ni a la de tres-, me encuentro con dos invitaciones a un meme, que me apresuro a responder.

1. Natación. Aunque ahora es mi deporte favorito, a mis padres les costó un imperio que aprendiera a nadar. Cuando tenía cuatro años -creo- fuimos de vacaciones a Galicia y, en la playa de La Lanzada, me puse a gritar como una desesperada cuando mi madre me llevó a la orilla a mojarme los pies... decía... "¡¡¡Socorrooooooooooooooooo!!! ¡¡¡Que me quieren ahogaaaaaaaaaaaar!!!". Y en la piscina, mi "novio" David y yo siempre decíamos que nos dolía la tripa para no meternos en el agua... y como éramos tan monos, el profesor nos hacía caso y nos sentaba en un banquito... eso sí, con los flotadores puestos...

2. Tauromaquia. Mis ídolos eran Curro Vázquez y Manzanares, supongo que porque eran los toreros de mi padre. Había un cliente del bar de mi padre, Braulio, que entraba al bar y me preguntaba quién era mi torero. Y yo, con tres años o así, le decía: "Manzanares... es un golfo, pero a mí me gusta... qué le voy a hacer".

3. Mi maestro. La primera vez que vi a Carril, me puse tan nerviosa que le dije que estaba "encantado" de conocerle. Lo vi tan serio, que nunca pensé que iba a convertirse en una de las personas más importantes de mi vida. Como dice Germán, se nos fue sin torear. La última vez que hablé con él fue cuando celebramos mi 25 cumpleaños. Después le llamé, y le llamé, y le llamé... creo que le dejé algún mensaje en el buzón de voz... y nunca lo escuchó. Fui a verle al hospital, pero no me conoció. Siempre le recordaré en su despacho, con aquella caricatura tras él, ofreciéndome caramelos mientras refunfuñaba porque yo siempre tenía la manía de apurar el tiempo para entregar las entrevistas. Le debo, por lo menos, una, y se la voy a pagar.

4. Mis manías. Ahora soy un poquito supersticiosa, pero antes lo era mucho más. Hasta 2º ó 3º de carrera, cada vez que tenía un examen tenía que ir bien pertrechada con el correspondiente kit: los pendientes de la suerte (a saber, dos búhos que me había regalado mi tía Yoli), los pantalones de la suerte (unos Levi's heredados que me quedaban grandes), las camisas de la suerte (menos mal que tenía varias, porque si los exámenes eran muy seguidos, corría el riesgo de que la lavadora no diera abasto), las estampitas y mis medallas. Además, tenía que escuchar la canción de la suerte ("La barquilla", de Navajita Plateá) nada más levantarme y desayunar en mi taza de la suerte. Aquello era muy cansino... así que lo terminé dejando.

5. Kiko. Gané un Premio Extraordinario de Bachillerato. Fue por casualidad. En el examen me pusieron un comentario de Bécquer (mi poeta favorito, aunque suene cursi) y una pregunta sobre la Generación del 27... así que no se me dio mal. El mismo año quedé 9ª en un concurso nacional de traducción de textos de Cicerón. Me quedé en las puertas del certamen internacional en Italia porque -gilipollas de mí- traduje una voz pasiva por activa o algo así... Lo de Kiko venía al caso porque el examen del Premio de Bachillerato lo firmé como Kiko1926 (había que usar seudónimo): Kiko Narváez era mi ídolo, 19 era su número y 26 el día de su nacimiento... ¡¡¡ay, qué tiempos!!!

No sé si debería contar otros cinco "secretos", porque me pasaron el meme dos amigos... de momento, para que no os aburráis, lo paso a otros cuatro bloggers: Juan Rodríguez Millán, Astrolabio, Ottinger y Faramar.