Pensaba escribir sobre algo intrascendente. No sé, quizá sobre una sesión de peluquería. O sobre un trapito nuevo. O sobre alguna aventura pseudosentimental. Yo qué sé.
Despotricaba porque no tenía una noticia que llevarme a la tecla. Porque estaba siendo un verano soso. Frío en lo informativo. Seco de actualidad. Árido de contenidos.
Y, mira tú por dónde, llegó la noticia. La que nadie imaginaba. La que nadie habría querido dar. La que nadie es capaz de asimilar todavía. La que nadie olvidará en mucho tiempo. En todo el tiempo, quizá.
Barajas. Dos cuarenta y cinco de la tarde. Un avión sale con retraso. Tenía que haber salido una hora antes. Se echó atrás, pero la razón es lo único que aún está en el aire.
Nervios. Mal rollo. El estómago se te hace un nudo cuando has de volar y ves cosas raras. Aunque parezcan normales. Pero lo único normal para el común de los viajeros de avión es subir, sentarte, abrocharte el cinturón, ver el trajín de brazos de las azafatas, sentir cómo el avión coge velocidad, intentar quitarte el tapón que suele instalarse en los oídos por obra y gracia de la presión atmosférica, pasar el rato hasta que el destino esté cerca y entonces, ya sí, prepararse para respirar con alivio porque el avión ya tomó tierra.
Hoy no ha sido este el caso. No al menos para quienes viajaban en ese avión de Spanair. Despegaron y, apenas alzar el vuelo, el avión se hizo fuego y se precipitó sobre una pequeña charca. Qué ironía. Una charca de agua estancada para aliviar el infierno de un coloso en llamas.
Han pasado cinco horas, pero la confusión es la reina en la debacle. Empezaron siendo tres o cuatro muertos. Luego veintitantos. Después, más de cuarenta. Al rato, más de cien. Ahora, casi ciento cincuenta. Eso más los carbonizados. Los que, en caso de seguir viviendo, no serán más que muertos vivientes.
Y, con ellos, dos bebés. A ellos sí les han cortado las alas.
Ya nunca podrán volar. O quizá sea mejor pensar que ya para siempre estarán volando.
Noelia, tan solo me separan un poco mas de tres kilomtros en linea recta desde mi casa al lugar del accidente. La imagen dantesca. Un testigo presencial, (piloto que tomaba tierra en el monto del accidente) comenta, que el avión levanto el vuelo, giro, como con intencion de volver a la pista y en ese momento en pleno giro, se desplomo al suelo.
ResponderEliminarYa he perdido dos amigos en accidentes aereos y estoy muy impresionado.
Me solidarizo con el dolor de familiares y amigos.
Salud
El Coronel
Puf, qué horror. Todo. Lo de los tres kilómetros, lo del piloto, lo de tus amigos...
ResponderEliminarYo también me solidarizo. Con el dolor de los familiares y de los amigos y con la dureza de tu recuerdo.
Besos.
Prefiero pensar que siempre estarán volando.
ResponderEliminarYo, que soy creyente a mi manera, rezo para que el viaje sea dulce para los que se fueron y que el dolor sea llevadero para los que se quedan.
Un beso a los dos.
Un beso fuerte. La verdad es que ha sido una fatalidad y es uno de los momentos donde la grandeza se ve y el carácter miserable también.
ResponderEliminarQue pena que haya que dar noticias así. Tu reportaje es respetuoso, no hiere la sensibilidad y no es morboso, porque aunque tu te dediques a ello, a veces en la televisión creo que se les olvida que las victimas dejan familia que no tienen más noticias que las que ven en la tv o en la radio y que en muchas ocasiones sólo meten el dedo en la llaga.
ResponderEliminarEs un drama pero tu lo has sabido contar, chapó por tu post.
Un besito:))
Berrendita: estoy contigo. Yo también prefiero pensar que volarán para siempre. Y mejor que los que tenemos las alas atadas. También rezo por ellos. Pero, sobre todo, por los que se quedan. Son los que peor papeleta tienen ante sí.
ResponderEliminarLunaro: gracias, en primer lugar, por tu llamada de interés. Me sorprendió muy gratamente. Perdona si no estuve a la altura. Estaba nerviosa y confundida. Un besazo.
Laura: tienes razón en lo que dices, pero en muchas ocasiones, ante este tipo de noticias, cuando te mandan a cubrirlas en directo, sin datos, puede fallarte todo. Puedes fallarte incluso tú mismo. Siempre ha de imperar la prudencia, pero los nervios pueden jugar malas pasadas. Claro que no voy a pecar de corporativista: hay mucho fan del amarillo suelto. Gracias por tu reconocimiento.
Besos.
es una desgracia que nos toca de cerca. Por eso nos afecta tanto. Pero es q hay tantas de las q ni nos enteramos o a las q hacemos oidos sordos... Qué penita.
ResponderEliminarPues sí. Pero ya sabes la crueldad que nos enseñan en las facultades: quizá esos 153 muertos, en Senegal, no habrían sido noticia; en Madrid, son notición.
ResponderEliminarSabes lo que me da mucha pena? hay unos 3000 muertos al año víctimas de accidente de tráfico, si fuera resultado de una masacre, de un atentado ...el país se pararía, sin embargo oimos a díario el goteo de víctimas y parece que estamos inmunizados....
ResponderEliminarUn besito y me encanta leerte:))
Efectivamente. Fue lo primero que pensé cuando oí la noticia del accidente de avión. Que siempre son muy espectaculares porque muere todo el mundo de golpe. Pero que esos 153 muertos, con todos mis respetos y todo mi dolor, son apenas un pequeño porcentaje de las vidas que cada año se quedan varadas en las carreteras. Sólo en el primer trimestre de este año ya habían muerto 502 personas en accidentes de tráfico.
ResponderEliminarDe piedra me quedé frente al televisor casi toda la tarde... Qué duro tiene que ser eso. Nunca he tenido una experiencia parecida, pero no sé si soy capaz de imaginarla.
ResponderEliminarEstoy con Laura, ayer hubo bastante amarillismo del que intenté escapar. Y también comparto con vosotras la crítica a esa doble vara de medir.
Qué dolor. Descansen en paz todas las víctimas y mucho ánimo a quienes se quedan aquí.
Mejor será que no nos tengamos que hacer a la idea. Esta mañana iba escuchando la radio en el coche y se me ponían los pelos de punta mientras oía cómo recorría la gente el pasillo que separaba la sala de estar de la morgue en la que habían de ¿reconocer? a sus familiares.
ResponderEliminarTengo terror a volar, pertenezco al grupo de los que no viajan sólo por no subir a un avión.
ResponderEliminarAsí que cuando ocurren estas cosas, me hundo, y vuelvo a llegar a la conclusión de que pasan muy pocas cosas para las que debieran pasar.
Porque eso de un aeropuerto con gigantescas naves repletas de gente aterrizando y despegando constantemento, unos salen y otros entran, suben, bajan, toman tierra y aire como balas, no lo veo yo natural.
El hombre se ha empeñado en vencer -o dominar- el tiempo y el espacio y el precio es éste, cuerpos carbonizados por docena que a mí me parecen pocos ante la velocidad con la que vivimos... como si esas prisas continuas no las tuviéramos que pagar caras, carísimas.
La condesa de Estraza
La condesa de Estraza
Que bien escrito Noelia, me ha emocionado mucho
ResponderEliminarUn besito
Pilar
Querida condesa: creo que el hombre se empeña en lograr imposibles. El sueño de volar siempre estará ahí. Y nunca se logrará del todo. Pero la evolución tiene sus pros y sus contras. Y quiero pensar que tiene más pros.
ResponderEliminarPilar: muchas gracias. Escribo lo que siento y me alegro mucho de que llegue a quienes me leéis.
Besos a las dos.
Noelia, lamentablemnte en una epoca de mi vida trabajando en la empresa que me explota, me dedique a atender a las victimas y familiares de los accidentes, en ese caso de autocar y tengo alguna historia desgarradora. Muy dura aquella epoca. Concretamente en Vitoria, 18 muertos, decenas de heridos graves, niños, etc. Aun así, sigo sin estar curado del espanto que representan los accidentes, incluso y quizas por eso, voy a peor.
ResponderEliminarSalud
El Coronel
Si no estás curado de espanto es que tu corazón está vivo.
ResponderEliminarNo quisiera estar en tu piel. Debió de ser durísimo.
Noelia, si fue duro, algun dia hablaremos de todo esto y de un atentado y un pavoroso fuego que me libre por los pelos. No debia ser mi día.
ResponderEliminarA tus pies
Salud
El Coronel
Sí. Cada día estoy más convencida de que las casualidades no existen. Que, más o menos, tenemos el futuro escrito.
ResponderEliminarBesos.
Aún a la distancia, el dolor y la angustia de no entender, no ceden.
ResponderEliminarUn saludo
Gracias, Marcelo. Si nosotros nos sentimos así, no quiero ni pensar lo que estarán pasando las familias de las víctimas.
ResponderEliminarSaludos.
REina de la elegancia... Yo también pienso que el destino, de alguna manera o de otra, está escrito. Y que es muy difícil escapar de él. Del accidente me enteré en Portugal, en un país tan cercano como desconocido. Y lloré. Lloré en portugués escuchando hablar en portugués. Lloré en castellano sintiendo por dentro. Pero sobre todo, lloré en el idioma de la pena...
ResponderEliminarLO SIENTO.
Besos guapa
Admirada Noelia, hace poco le decia a la Condesa en su blog, que me tenia aparcado en San Sebastian, con mas chaloli, que capacidad tenia para digerirlo, etc., pero ahora eres tu quien me tiene lleno de pena y melancolia, leyendo una y otra vez tu ultimo escrito en el blog. No se interprete mal.
ResponderEliminarPor favor sientate en el ordenador y sacame de esta angustia.
Gracias
A tus pies
Salud
El Coronel
Arancha: no sabes cómo me pone que me hayas bautizado como "reina de la elegancia". Tendré que ponerme a dieta para que no me deje de valer la corona...
ResponderEliminarRespecto a la pena, lo cierto es que el idioma lo entendemos demasiado bien, ¿no crees?
Coronel: tus deseos son órdenes. He estado muy liada estos días, aunque ya sé que no es excusa para no actualizar...