Pero de vez en cuando una llamada puede ser más balsámica que cualquier ungüento milenario. Como la de ayer. Hablar con la condesa de Estraza es siempre un regalo para el corazón. Y para la mente. Y, claro está, para el oído. Ensancha los pulmones, los llena de aire fresco, y te va estirando los labios hasta dejar prendida en tu rostro una sonrisa sincera.
Ayer, la condesa me puso sobre la pista de este soneto que yo había escuchado en alguna ocasión, pero no del todo. Tampoco lo había leído. En su voz sonó rotundo y directo. Fue al grano del dolor. Destapó la infamia y arrojó un poco de luz en ese pozo en que llevo sumida más tiempo del que yo quisiera.
No quiero penar mucho más. Voy curándome poco a poco. Ya sé que no valen las tiritas y quizá, aprovechando el verano, me apunte a un curso de alfarería para moldearme un alma nueva. Eso sí, aprovechando los trocitos de la anterior. No pienso perder mi esencia. Al menos no adrede.
Ahí va el regalo. Muchas gracias, condesa. Por esto y por todo. Sabe que también me sobran los motivos para rendirle admiración y cariño perpetuos.
Al que ingrato me deja, busco amante;
al que amante me sigue, dejo ingrata;
constante adoro a quien mi amor maltrata;
maltrato a quien mi amor busca constante.
Al que trato de amor, hallo diamante,
y soy diamante al que de amor me trata;
triunfante quiero ver al que me mata,
y mato al que me quiere ver triunfante.
Si a éste pago, padece mi deseo;
si ruego a aquél, mi pundonor enojo;
de entrambos modos infeliz me veo.
Pero yo, por mejor partido, escojo
de quien no quiero, ser violento empleo,
que de quien no me quiere, vil despojo.
al que amante me sigue, dejo ingrata;
constante adoro a quien mi amor maltrata;
maltrato a quien mi amor busca constante.
Al que trato de amor, hallo diamante,
y soy diamante al que de amor me trata;
triunfante quiero ver al que me mata,
y mato al que me quiere ver triunfante.
Si a éste pago, padece mi deseo;
si ruego a aquél, mi pundonor enojo;
de entrambos modos infeliz me veo.
Pero yo, por mejor partido, escojo
de quien no quiero, ser violento empleo,
que de quien no me quiere, vil despojo.
No conocia este poema, y me gusta.
ResponderEliminarTu comentario no se queda atrás, se palpa que te ha llegado hondo y que has escuchado bien.
Mantente cerca de Condesas que condensan tus sentidos.
pues yo creo q no necesitas renovarte el alma... si es preciosa!!!
ResponderEliminarGracias, chicos...
ResponderEliminarWilliam: con las palabras propias se hace lo que se puede. En ocasiones -muchas- siento como que las vomito, como que me hacen daño dentro y llevan demasiado sentimiento. Pero una buena amiga me ha dicho que el sentimiento nunca es demasiado.
Mara: tú sí que eres preciosa...
Admirada Noelia:
ResponderEliminarEs un placer ser recibido en tu casa.
Ya entendia que no te reias de los mas mayores y entendia que era la forma de escribir, pero convendrás conmigo que no esta de mas una matizacion de vez en cuando.
Noelia, creo que el binomio Condesa/Noleia, debe ser explosivo, me gustaria poder estar presente-invisible en una reunión vuestra, debe ser alucinante.
Uno que esta ya arto de medicridad y cuando ve o intuye, calidad, no se puede dejarla escapar.
Como le digo a la Condesa:
A tus pies
Salud
El Coronel
Pd. dejate caer mas amenudo por el blog de la Condesa.
Ay, coronel, no sabe usted lo feliz que me hace con estas palabras suyas, que, como se repite los domingos, "bastan para sanarme". Al menos de momento.
ResponderEliminarMe dejaré caer más, seguro.
Un beso.
Al que ingrato te deja... con su pan se lo coma.
ResponderEliminarPasa el duelo, visita el palacio de nuestra querida Condesa, escucha mi voz rota recomponiéndose en los oídos. Y guarda tu alma, Noelia. Al que ingrato te deja, no le dejes ni las migajas. Probablemente, nunca mereció tenerla al alcance de la mano, en la isla de tus deseos.
Mil besos, guapa.
Tienes toda la razón, Berrendita. A los que ingratos nos han dejado, que les vayan dando por donde amargan los pepinos. O quizá no, que puede que les guste.
ResponderEliminarVamos a recomponernos. La condesa, tú, yo y todas las víctimas de los ingratos. Que tiemblen, querida...